Un informe al presidente

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“El progreso en la guerra contra la enfermedad depende de un flujo de nuevos conocimientos científicos. Nuevos productos, nuevas industrias y más puestos de trabajo requieren constantes adiciones al conocimiento de las leyes de la naturaleza, y la aplicación de éstos a objetivos prácticos. De manera similar, nuestra defensa contra la agresión exige un nuevo conocimiento, a fin de que podamos desarrollar nuevas y perfeccionadas armas. Es esencial. Sólo podemos obtener nuevos conocimientos a través de una investigación científica básica. La ciencia únicamente puede ser eficaz para el bienestar nacional como integrante de un equipo, ya sea en las condiciones de la paz o la guerra. Pero sin progreso científico ningún logro en otras direcciones, cualquiera que sea su magnitud, podrá consolidar nuestra salud, prosperidad y seguridad como nación en el mundo moderno”.
Estos dos párrafos fueron el inicio del acucioso informe acerca del futuro del país, es decir, Estados Unidos de América, a fines de la Segunda Guerra mundial en 1945, solicitado por el presidente Franklin D. Roosevelt a Vannevar Bush, en ese momento director de la Oficina de Investigación Científica y Desarrollo, adscrita a la presidencia. Bush era ingeniero egresado del ITM.
El documento es considerado el más importante en política científica en Estados Unidos. Su vigencia se mantuvo durante décadas e inspiró el desarrollo de las políticas similares en el resto del planeta. El documento logró articular una eficaz solución de compromisos entre las renovadas promesas de beneficios sociales que la ciencia habría de brindar y la aspiración de las comunidades científicas a la autonomía y la autorregulación.
Hay un amplio acuerdo acerca de que a partir de aquellos prolegómenos y, por lo menos, hasta los comienzos de los años ochenta, la política científica fue generalmente gobernada por las dos premisas básicas que se derivan de la posición de Vannevar Bush: la primera, que la comunidad científica es capaz de regularse a sí misma; la segunda, que si se le permite hacerlo, la ciencia retribuye con grandes beneficios económicos y tecnológicos a la sociedad.
Mientras esto último constituye el propósito de la política, lo primero demarca la naturaleza de los instrumentos de los que ésta debería valerse. Y algo importante: las ciencias sociales carecen, para Bush, de la importancia necesaria para ser incluidas en políticas de desarrollo. Fanático de la investigación básica, de la que opina que una de sus singularidades es la variedad de caminos que conducen al avance productivo, resalta cómo muchos de los descubrimientos importantes surgieron como resultado de experimentos que tenían objetivos diferentes a los alcanzados y agrega que la investigación básica suministra nuevos conocimientos, proporciona capital científico y es la que fija el ritmo del progreso tecnológico.
¿Quién era Vannevar Bush? Fue un ingeniero, inventor y administrador de la ciencia, conocido por su trabajo en computadoras analógicas e iniciador y administrador del proyecto Manhattan, creador de la bomba atómica y creador de Memex. Es considerado el precursor de lo que ahora conocemos como internet, un ajustable microfilme espectador con una estructura análoga a la de la world wide web.
En 1941, Roosevelt estableció la Oficina de Investigación Científica y Desarrollo (OSRD), que tuvo a su cargo la producción industrial de la penicilina y las sulfas. Esta oficina desde entonces dejó de lado las ciencias sociales y se ocupó de los aspectos médicos y físicos. Esa fue su actividad, hasta que desapareció en 1947 .
Vannevart Bush murió en Belmont, Massachusetts, a la edad de 84 años. En el memorial emitido por el MIT se leía: “Ningún estadounidense ha tenido mayor influencia en el desarrollo de la ciencia y la tecnología”.

*Divulgadora de la ciencia, Unidad de Vinculación y Difusión.

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