Un filósofo de su comunidad

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Una figura de la filosofía en México y en la lengua española es sin duda Luis Villoro Toranzo, quien desde hace más de 70 años ha realizado una amplia y variada actividad académica e intelectual. La filosofía del egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), está orientada al compromiso social y a buscar una sociedad más equitativa y justa. Siempre ha procurado estar al lado de movimientos sociales y principalmente de los jóvenes, por lo que más allá de su sensibilidad social y política, Villoro ha querido ser, y siempre ha sido, ante todo un pensador, un filósofo.
Don Luis Villoro, quien formó parte del proyecto de la fundación de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guadalajara en 1957, recibirá el próximo 30 de noviembre, a las 17:00 horas, el título Doctor Honoris Causa en el Paraninfo Enrique Díaz de León.
Él “representa el compromiso de un filósofo con su comunidad, su pueblo y su gente, que no le quita para nada el rigor científico de su pensamiento. Por el contrario, es una parte fundamental para nosotros”, dice Jesús López Salazar, jefe del Departamento de Filosofía de la Universidad de Guadalajara.
Don Luis, padre de Carmen Villoro y del reconocido escritor Juan Villoro, nació en Barcelona, España. Actualmente vive en Ciudad de México, en donde joven estudió filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ahí se graduó como maestro y doctor en filosofía y posteriormente realizó estudios en la Universidad de la Sorbonne, París, y en Ludwiguniversitat de Munich.
Entre los principales reconocimientos que ha recibido se encuentran: Investigador nacional emérito de la UNAM en 1989; título doctor Honoris causa por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo en 2002 y dos años después el mismo título por la Universidad Autónoma Metropolitana (2004). Además es miembro honorario de la Academia Mexicana de la Lengua (2007) y se destacan sus textos Los grandes momentos del indigenismo en México y El proceso ideológico de la revolución de la Independencia, en el campo de la filosofía de la historia.
Para el jefe del Departamento de Filosofía, entregar el título Doctor Honoris Causa a Luis Villoro también es un reconocimiento para la propia Universidad como constructora y difusora de las humanidades.
“En nuestro país, como todos los países tercermundistas, tenemos carencias de muchas cosas, entre ellas de gente que piense. Por eso me parece que el ejemplo de Luis Villoro debe motivar a muchos de nosotros para seguir por ese sendero, disciplinarnos y trabajar para dar soluciones a esos problemas que nos aquejan, que es lo que hace la filosofía: tratar de dar soluciones a los problemas. Muchos podrían tener soluciones distintas y más humanas si hubiera más filósofos”.

La visión de un hombre
En cierto momento de su vida, Luis Villoro formó parte de un grupo de jóvenes filósofos interesados en la filosofía mexicana, término que aceptó era muy vago. “Queríamos entender una filosofía influida por nuestra situación en México. Para mí era importante ligar el conocimiento filosófico con el conocimiento histórico”.
En entrevista realizada en la FIL, en 2006, dijo que su principal influencia filosófica es del filósofo José Gaos y durante un discurso de ingreso a El Colegio Nacional en 1978, Luis Villoro definió a la filosofía como la actividad descriptiva de la razón, que se encuentra en el límite de todo pensamiento científico.
“Porque toda ciencia genuina, al ser radical, es crítica del pensamiento usado y usual, propio de la ideología. La filosofía no es una profesión: es una forma de pensamiento, que trabajosamente, una y otra vez, intenta concebir, sin lograrlo nunca plenamente, lo distinto, lo alejado de toda sociedad en el que la razón esté sujeta. Lo distinto, nunca alcanzado, buscado siempre en la perplejidad y en la duda, es veracidad frente a perjuicio, ilusión o engaño. Autenticidad frente a enajenación, libertad u opresión”.
Para el pensador, las ideas filosóficas deben partir de una relación con el poder de crítica y rebelión. “La filosofía es siempre una actitud de rebeldía frente al poder, o por lo menos de reserva. Frente al poder no podemos tener más que una actitud de prevención; esa actitud solo puede ser de aceptación a lo que existe actualmente o un rechazo y una crítica que se refleja en todas las esferas de nuestra vida”.

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