Un cuento de amores angelinos

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Si bien es cierto que hace tres años Paris je t’aime reavivó el tópico de la ciudad como un personaje cinematográfico, a tal grado que Nueva York estrenará su propia versión en los próximos meses, el fenómeno en realidad no es nuevo, y Los íngeles también tiene su propia oda en celuloide, pero escrita, actuada y producida por Steve Martins a principios de los noventa.
L. A. Story no es una compilación de pequeñas historias, sino una sola comedia romántica que pone en evidencia los clichés del angelino típico, en forma de chistes inteligentes que no se quedan en los diálogos, sino que aparecen en imágenes. La secuencia inicial es un buen ejemplo: un gran hot-dog inflable sobrevuela una piscina rodeada de gente bronceada y sonriente, un tipo en sandalias y shorts lleva bajo el brazo un pino de navidad, unos alegres vecinos salen sincronizados a recoger el periódico, en bata y entre aspersores para el pasto de sus jardines, una pareja de ancianos guarda sus andaderas en un convertible y arrancan a toda velocidad… una mañana cualquiera en Los íngeles.
Harris Telemacher es el presentador cómico del estado meteorológico en el noticiero local. Su historia de amor ocurre cuando conoce a una periodista londinense –Sara McDowel– en un desayuno con amigos, durante el cual ella empieza a descubrir algunas de las peculiaridades de la ciudad y sus habitantes: la impuntualidad, las cirugías estéticas, las lesiones por practicar deportes de lujo, la supremacía de lo descafeínado, el recato sureño y los constantes temblores, tantos, que la gente ni siquiera interrumpe su conversación.
Para conquistarla, Harris tiene que deshacerse de una novia frívola y tirana (el papel que revitalizó la carrera de Sarah Jessica Parker), que lo engaña desde hace años con su agente, y de un ligue ocasional, al tiempo que sobrevive al caos y la violencia de la ciudad: un tiroteo amistoso en el freeway, una ordenada fila de asaltantes junto al cajero automático, las veleidades del clima que le hacen perder su trabajo… Pero recibe algo de ayuda de un oráculo inesperado: el espectacular que anuncia las condiciones del tráfico, que le da instrucciones enigmáticas.
Como productor, Steve Martin hizo un buen trabajo al conseguir un gran soundtrack: música de Enya, Charles Trenet, Nick Ryan, Fats Domino, Beethoven y la clásica “Do wah diddy, diddy”, de Manfred Mann. Sin emargo, nunca salió a la venta un disco compilatorio.
Como actor, Martin imprime su sello en dos escenas tan emblemáticas que son parte de las versiones de la portada: observa con sigilo a todos lados, se asegura de que la sala del museo es territorio seguro, saca de las suelas de sus zapatos unas rueditas y se lanza a patinar y hacer piruetas, mientras su amiga Ariel lo graba en video. “Yo lo llamo ‘arte performativo’, pero ella le dice ‘pérdida de tiempo’. La historia decidirá”.
Como guionista, aprovecha la mirada extranjera de Sara y el contraste cultural para sacar a relucir más clichés de Los íngeles y los angelinos:

Harris: ¡Qué puntual!
Sara: En realidad llegué tarde.
Harris: Pero si estás a tiempo.
Sara: Había planeado llegar temprano.
Harris: Te mostraré los atractivos culturales de la ciudad.
Sara: Muy bien, eso serán los primeros 15 minutos, ¿y luego?
Harris: Ese lugar queda a unas seis cuadras de aquí.
Sara: Vamos caminando.
Harris: ¡¿Caminar en Los íngeles?! ¡Ja, ja, ja, ja, ja!

Pero Martin reconoce su deuda con la Madre Patria, a través de varias referencias shakespereanas: hay un homenaje directo cuando Harris lleva a Sara a ver la tumba de Shakespeare en el cementerio local, y una parodia de Hamlet cuando se encuentran con un sepulturero, quien sostiene con su mano un cráneo y le hace un par de preguntas retóricas; además, igual que en La tempestad, un personaje secundario lleva el nombre de Ariel y una tormenta mágica reúne a los enamorados. Y por último, en un momento de depresión la voz en off de Harris cita de Macbeth: “La vida es un cuento dicho por un idiota, lleno de sonido y furia, pero que no significa nada”.
Considerada como la respuesta de la costa oeste a Manhattan, de Woody Allen, esta película se proyectará en la plaza de la Liberación el 21 de noviembre, a las 20:00 horas, como parte del nuevo programa “Cine del barrio”, de la Feria Internacional del Libro, en colaboración con el Festival de cine de Los íngeles de Film Independent; una iniciativa que busca llevar a las calles de la ciudad una probadita del ciclo de cine angelino del Cineforo y la sala Guillermo del Toro, del Instituto Cultural Cabañas.

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