Un cine que desborda lo diverso

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Desafíos económicos de producción, complicaciones técnicas de postproducción, dificultades de distribución son retos recurrentes a los que suelen enfrentarse las producciones fílmicas mexicanas; las batallas de Lepanto de nuestro cine nacional. Aunque ninguno más importante que el de hacerlas llegar al espectador; en este ámbito, el Festival Internacional de Cine en Guadalajara se ha convertido en uno de los principales escaparates para las películas hechas en el país y, a través del Premio Mezcal que reconoce lo mejor de la filmografía actual mexicana, en un significativo incentivo al ser el galardón mexicano de mayor cuantía entregado a la producción de películas nacionales.

Con ello, año con año no sólo aumenta el número de producciones nacionales, sino que se diversifican tratamientos, temas, géneros, directores y actores, constituyéndose  en el motor que echa a andar una industria que habla a públicos cada vez más especializados y exigentes. Mezcal pues, más que un premio, representa una propuesta cinematográfica plural dirigida a espectadores ávidos de proposiciones novedosas y arriesgadas. Además, es un reconocimiento  incluyente que reúne una selección tanto de largometrajes documentales como de ficción sin precedentes en otros festivales latinoamericanos, y que para la trigésima edición del FICG ha convocado 22 cintas de las más de ochenta aspirantes al premio, llevando así a la pantalla grande una muestra de lo mejor de las producciones y coproducciones a nivel nacional.

En la búsqueda por abarcar equilibradamente la producción nacional y al mismo tiempo la relación con casas productoras de otras latitudes, 11 de las cintas en competencia son coproducciones de las que, si bien predomina el trabajo con cinematografías latinoamericanas, algunas fueron filmadas en rodajes conjuntos con España.

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