Un “Blanco” digital

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La salida de “Blanco” como aplicación para iPad, es un importante suceso cultural en México. A través de iTunes, y de manera gratuita, el poema de Octavio Paz se posicionó durante las primeras semanas del pasado diciembre como el primer lugar de descargas gratuitas.
El proyecto de llevar “Blanco” a la tableta de Mac, fue coordinado por Conaculta, y cuenta con la participación de otras instituciones como El Colegio Nacional (quien ya había publicado a través de Ediciones del Equilibrista un facsímil del poema así como el “Archivo Blanco”), el Fondo de Cultura Económica y hasta la empresa Televisa.
La aplicación de “Blanco” es atractiva y representa un hito por el aprovechamiento de los recursos digitales. Además del texto hay una serie de “extras” que acompañan al poema. La posibilidad de escuchar la lectura de parte de Eduardo Lizalde, Guillermo Sheridan además de Octavio Paz es una de las más importantes. Ya sea una lectura por columna (son tres), o de manera lineal, las tres voces van leyendo los versos con un seguimiento (color azul) que propone el ritmo como en el karaoke. Se pueden leer además importantes estudios sobre el poema, y sobre la relación de Octavio Paz con Oriente, como el realizado por Eliot Weinberger, así como entrevistas al propio premio Nobel mexicano, o correspondencia como la que tuvo con el pintor e ilustrador Vicente Rojo, alrededor de otros experimentos entre el lenguaje y el espacio, como lo fueron los llamados “topoemas”. Destaca además la edición completa de Un tiro de dados jamás abolirá el azar (1897) el poema de Stéphane Mallarmé que es un antecedente directo de “Blanco”.

Collage verbal
“Blanco” es un poema erótico, escrito en el contexto de un Octavio Paz como embajador en la India, durante los 60. Dentro del llamado “arte tántrico”, Paz elaboró una serie de ensayos sobre la sexualidad (La llama doble), la literatura y el arte en Oriente. Como le escribió en una carta a Vicente Rojo en 1968, desde hace mucho tiempo le preocupaban las relaciones entre sonido, plástica y palabra. En la India, digamos, Paz encuentra una correlación con la tradición cultural mexicana. Dioses, iconografía, colores y temáticas parecen ser los mismos por momentos y esto fascina al poeta, quien ahondará en las sensibilidades de ambos pueblos por el resto de su vida.
Publicado en 1967, “Blanco” es, en palabras del propio Paz, un “collage verbal”. Eliot Weinberger sostiene que el antecesor occidental del poema es “Prosa del Transiberiano” de Cendrars. Asimismo, Un tiro de dados jamás abolirá el azar, de Mallarmé se puede tomar como uno de sus referentes. Como lo señala Octavio Paz en una nota a la primera edición de “Blanco”, aparecido por primera vez en Ladera Este, lo que buscaba es “subrayar no tanto la presencia del texto como la del espacio que lo sostiene: aquello que hace posible la escritura y la lectura, aquello en que terminan toda escritura y lectura”.
Como poema, “Blanco”, señala Adolfo Castañón, “es un santuario, un templo, una construcción”. Temáticamente el poema es un ejercicio por crear un mandala simplificado. Eliot Weinberger señala que “los Cuatro Momentos en la creación de un mandala podría referirse también al curso de ‘Blanco’: son, en ese orden, Variedad, Desarrollo, Consumación, Blanco”.
Los mandalas han sido llamados “psicocosmogramas”: mapas del universo que son mapas del ser. En este sentido el poema de Octavio Paz es una concepción de la escritura como doble del cosmos. Por un lado el cuerpo y su sexualidad sagrada; por el otro, la palabra, que nombra al otro y que al llamar al universo le pone nombre a lo propio. “Como los cuerpos, el lenguaje produce y se reproduce; en cada sílaba late una semilla”, escribió Paz en su ensayo “El pensamiento en blanco”.
En este gran poema, las palabras tienen cuerpo, (“La tierra es un lenguaje calcinado”), a través de la cópula ritual, el lenguaje se desdobla y el lector es guiado hacia la contemplación y el éxtasis. Finalmente el poema es circular, sin el que nombra, la realidad no tiene sentido. Blanco, el color del Absoluto para Oriente, no es la “inflamación” ni el Nirvana como fin budista, sino una ruta, un mapa de lo eterno, pero interpretado siempre por el poeta y su lector.

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