Un acuerdo cuesta arriba

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El niño Aylan, quien fue hallado sin vida en la costa de Turquía, logró mover los corazones de Europa como no lo habían hecho los 2 mil 500 sirios que murieron hasta ahora en el mar Mediterráneo, escapando del hambre y el terror que privan en su país lacerado por dos guerras encarnizadas. Esta crisis humanitaria, que algunos ya califican como la peor desde la Segunda Guerra mundial, ha arrojado a casi 8 millones de sirios fuera de sus fronteras y ha vuelto a abrir el debate en la Unión Europea sobre una flexibilización de la política migratoria.

“Lo que está ocurriendo ahora no creo que sea un parteaguas, sino sólo un fenómeno coyuntural. Pero sí obliga a diseñar una política más clara en aspectos migratorios. Los países europeos están obligados más que nunca a hacerlo. Podemos esperar que haya perfiles más claros acerca de la política migratoria europea en general”, considera la coordinadora del Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Guadalajara, Laura Ibarra García.

Los países de la Unión Europea han reaccionado de forma distinta. En Hungría han endurecido sus leyes contra la inmigración por órdenes del régimen nacionalista conservador del Primer Ministro Viktor Orbán.

Mientras tanto, en Alemania el gobierno de Ángela Merkel abrió las puertas para recibir a 31 mil sirios, y los dos partidos que forman la gran coalición lograron un rápido acuerdo de integración de estas personas.

Además, la canciller Merkel ya cabildea con las demás naciones de la Unión Europea un acuerdo para que todos los países reciban una cierta cantidad de sirios, pero algunos, como Italia y España, se muestran reacios a esa medida.

En Latinoamérica, Venezuela anunció que recibiría a 20 mil y Brasil a más de 2 mil. En México, ciudadanos reunieron 28 mil firmas en la plataforma change.org para solicitar que el gobierno de Peña Nieto reciba a 10 mil.

Huyendo del terror
El niño Aylan Kurdi pereció ahogado junto a su familia cuando intentaban llegar a Grecia, como una escala en una larga travesía que los llevaría a Canadá. Sólo sobrevivió su padre Abdulá. La fotografía del pequeño sirio de tres años de edad, muerto en la playa, conmovió al mundo entero. Esto detonó la solidaridad de algunos países.

Pero Aylan y sus familiares no son los únicos sirios que han muerto. Son comunes las imágenes de cadáveres en las balsas o en el mar; en abril un barco se hundió con 700 personas en su intención de llegar a Lampedusa, una isla del sur de Italia. En cinco años de conflicto han muerto más de 310 mil sirios y se habla de tres millones parados en las fronteras de Turquía y Jordania.

A ellos, se suman otros desplazados, quienes escapan de Nigeria, por el terror que siembra el grupo terrorista fundamentalista Boko Haram; o de Somalia, donde la guerra se ha extendido por 24 años, y de Eritrea, donde el régimen elimina los cristianos o a los críticos.

“La migración hacia Europa tiene una larga historia, pero ahora se ha acentuado por el conflicto en Siria, donde por un lado hay una guerra entre los inconformes con la monarquía que encabeza Bashar al Asad  y por otro lado el inflexible Estado Islámico que combate contra el régimen para tratar de imponer un Estado independiente regido por las bases del Corán”, explica Ibarra García.

Abriendo los brazos
“Los perseguidos políticos deben encontrar amparo en todos los países europeos y no sólo en Alemania”,  dijo la canciller Alemana Angela Merkel al anunciar un acuerdo entre los partidos que forman la Gran Coalición —la Unión Cristianodemócrata (CDU) la Unión Cristianosocial (CSU) y el Partido Socialdemócrata (SPD)— para asilar a 31 mil sirios e incrementar en 2016 la partida presupuestaria a 3 mil millones de euros  para atenderlos.

Señaló que la normativa europea exige que todo refugiado puede solicitar asilo político en el primer país seguro de la Unión Europea al que llega, pero esa regla no la cumplen ni Grecia ni Italia.

“Merkel tuvo un gesto como si estuviera dispuesta a cambiar la historia y el estigma que los arrastra desde la Segunda Guerra mundial; de forma muy generosa abrió sus fronteras e incluso los trenes empezaron a salir de Budapest a Munich. Se revivió la cultura de la bienvenida y hubo mucha gente, una columna de 50 coches alemanes que fueron a Hungría a traer a ciudadanos sirios. Es un gesto inaudito”, comenta Ibarra García.

Con la llegada de los inmigrantes a Alemania, la prensa dio a conocer imágenes que conmovieron a miles de personas, donde aparecen niños alemanes que recibían con flores a los niños sirios y les regalaban ositos de peluche y dulces.

Pero el otro lado de la moneda se dio en Hungría, donde el régimen nacionalista conservador prefiere enviar los sirios a campos de concentración, y en redes sociales se viralizó un video de una periodista (de nombre Petra László) que le puso una zancadilla a un inmigrante y pateó a otros.

Para Laura Ibarra, la situación indica que el acuerdo migratorio no podrá prosperar en todos los países, aunque en Alemania sí será viable. Uno de los factores es que en ese país hay un proceso de envejecimiento de la población, donde es difícil mantener el sistema de pensiones si no hay una renovación constante de jóvenes que se incorporan al mercado de trabajo.

“El  problema es que ahora Alemania no decide sola, pues está dentro de los márgenes de la Unión Europea y por eso busca respuestas europeas. Las capacidades o las aptitudes y los intereses de cada país son muy diferentes. Son 28 países en la Unión Europea. Las diferencias en las religiones siguen siendo fundamentales y hay resistencia de cómo los musulmanes pueden integrarse a las sociedades. A largo plazo se busca que haya una respuesta de alcance europeo, pero los más renuentes que dicen que es puro show son España, Italia y Hungría”, apunta.

La especialista señala que España apenas sale de una crisis económica de seis o siete años y por eso está renuente a abrir fronteras y en Italia, también hay una histórica resistencia a los migrantes, sobre todo a los africanos. Por eso, el anhelado acuerdo migratorio de gran alcance sigue yendo cuesta arriba.

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