Tú yo y… ¡ya!

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Me gustan los niños, pero ajenos. Yo no quiero tener hijos. En este momento de mi vida sólo vendrían a estropear mis planes y los de Roberto. La idea de unirnos fue para hacer juntos las cosas que nos gustan, no para pagar colegiaturas, seguros y demás gastos que representan los hijos. Definitivamente no van con el estilo de vida que queremos”.
Así piensa Lucy, quien tiene una maestría en mercadotecnia. Cuenta con 29 años de edad, y los seis últimos los ha compartido con Roberto (arquitecto de 34 años).
Ellos no son un caso “raro”, cada vez más jóvenes en México y el mundo deciden unirse para concretar sus proyectos de vida sin hijos. En muchos países ahora se les conoce como DINK, DINKY o DINKI —Double Income No Kids Yet—, que quiere decir ingreso doble, pero sin hijos todavía. Para estas parejas (generalmente sin papeles que formalicen su relación), la paternidad no es el objetivo final de su relación.
Esta estructura familiar alberga diferentes motivaciones; es resultado de la inseguridad pública y laboral, de las crisis financieras y de movimientos ideológicos como autoextinción, cuestiones ambientales y la sobrepoblación mundial, entre otras.
Son mujeres y hombres de entre 25 y 35 años de edad, de un nivel económico medio-alto y con estudios por arriba de licenciatura que aspiran cada vez más, lo mismo en lo que atañe a sus carreras laborales como al aspecto económico.
Para las parejas DINKY, es fundamental estar a la vanguardia y gastar en sí mismos todo lo que les genere placer. Son blanco atractivo para las grandes marcas, pues saben que cuanto más exótico sea su producto, correrán a comprarlo. Son amantes de los viajes, la comida gourmet, el trato personalizado y la tecnología.
Este segmento de la población prioriza las compras inteligentes y responsables, optan por productos orgánicos, ecológicos y derivados del comercio justo.
Según analistas de mercado, esta nueva y poderosa clase social consume 65 por ciento más que las familias tradicionales, es 50 por ciento más ambiciosa en lo profesional que el resto de la población, compra el doble de libros y música y viaja 78 por ciento más que cualquier matrimonio proverbial.
Su problema es que la sociedad no acepta su estilo de vida, con frecuencia son presionados a tener hijos y acusados de ser personas egoístas, narcisistas e irresponsables.

Otros estilos de vida
Existen diversas tribus urbanas surgidas a propósito del interés por los analistas de mercado de etiquetar los estilos de vida y llegar a potenciales compradores. Se encuentran el metrosexual, un individuo que le gusta vestirse a la moda, se arregla las uñas, cuida su piel, se tiñe el pelo, etcétera. Puede ser homosexual, heterosexual o bisexual. A lo largo de la historia se han utilizado otros términos para referirse a hombres con estas características, por ejemplo: dandy.
Los single son personas solteras, divorciadas, separadas o viudas sin pareja estable; otra tribu urbana, son los Spurmo (Single Proud Unmarried Men Over thirty), hombres de más de treinta años orgullosos de su soltería. Se sienten maltratados por una sociedad al perder el lugar cómodo del que gozaban los solterones de oro de otras épocas. Pero lo que realmente define a esta nueva categoría es que la rutina unipersonal responde a una elección vital.
Sin embargo, aún cuando es diversa la clasificación de estilos de vida en la nueva aldea global, estas tienen correlación con estrategias de segmentación para conseguir nuevos clientes, de acuerdo a los momentos vitales que viven los consumidores.

Clase social en expansión
Las familias DINKY son resultado de la globalización, de transformaciones socio-culturales, económicas y políticas. Se observan en las grandes ciudades y es de esperar su expansión, explicó la doctora Columba Sánchez, Coordinadora de la maestría de terapia familiar en el Centro Universitario de Ciencias de la Salud, de la Universidad de Guadalajara.
Se trata de personas que tienen claras sus prioridades: vivir en forma cómoda y concretar proyectos importantes a futuro. A ellos les tiene sin cuidado lo que opinen sus propias familias, la sociedad o la Iglesia, “no necesitan el visto bueno de nadie en cuanto a su estilo de vida, quieren viajar y vestir bien, antes que cubrir los gastos que provocan los hijos”.
Para ellos el mundo no está mal, sólo que está hecho para vivirlo de otra manera. Consideran la maternidad o la paternidad como una cuestión determinada por presiones sociales. Piensan que es mejor abstenerse de procrear, porque no están dispuestos a traer hijos a un lugar que les será incómodo y menos a lidiar con algo que les implicaría atorar sus planes.
A los DINKY se les puede criticar y encasillar como egoístas dado que evitan compartir con otro ser, sin embargo, la decisión de su forma de vida alcanzaría su origen en la infancia; tal vez experimentaron algún sufrimiento de niños, padecieron maltrato, o simplemente carencias económicas.
La doctora Columba Sánchez subrayó que este fenómeno va a la alza en nuestro país, aunque descartó en definitiva pueda llegar a representar un problema en la tasa de natalidad como ya se observa en otras naciones, principalmente europeas, donde el gobierno paga a las mujeres para que tengan hijos. “En nuestro país todavía pesa más el aspecto religioso y cultural”.
Hogares mexicanos en movimiento
En las últimas décadas los hogares mexicanos delinearon un nuevo perfil, de manera que en la actualidad es posible distinguir cinco grandes tendencias a las que se dirigen: la reducción de su tamaño, la coexistencia de diversos tipos de arreglos residenciales, el aumento de la proporción de unidades domésticas encabezadas por mujeres, el “envejecimiento” de los hogares y una responsabilidad económica más equilibrada entre hombres y mujeres.
El número de hogares incrementó en forma notable durante las últimas décadas, al pasar de 6.8 millones en 1960, a 16.22 en 1990 y a 22.7 en 2000 (CONAPO, 2001).
Los hogares mexicanos, además, experimentaron la reducción de su tamaño promedio. En 1976, cuatro de cada diez hogares del país era pequeño o mediano (es decir, formado por cuatro miembros o menos), condición que, en el año 2000, abarcaba a casi seis de cada diez unidades domésticas. En concordancia, la proporción que representan los hogares grandes (cinco o más miembros) dentro del total de hogares del país ha perdido peso al pasar de 60.2 a 40.5 por ciento en ese período, conforme a la información recopilada por CONAPO hasta 2003.

Responsable, postergar la maternidad
Las familias y la sociedad mexicana en general no están preparadas para aplaudir la decisión de nuevas parejas de unirse para concretar proyectos y relegar la paternidad. La misma estirpe presiona a los hijos a tener descendencia ya que la realización de hombres y mujeres en México es ser madre o padre.
La doctora María Teresa de la Mora Mello, investigadora en el Departamento de Trabajo Social de la Universidad de Guadalajara, comentó que la mujer mexicana está formada para ser madre no profesionista y pocas son las que toman en serio sus estudios y tienen definidos sus proyectos de vida, “las jovencitas van a la universidad porque no tienen nada qué hacer y estudian ‘por mientras se casan’”.
Dijo que de entre sus alumnos, los más responsables rechazan el matrimonio por ahora, pues desean terminar su carrera y seguir una maestría. “Estoy de acuerdo en que se postergue la maternidad y la paternidad para desarrollar mejor el perfil intelectual. Hay que ser responsables y no tener hijos hasta que los puedan atender”.
De la Mora Mello recordó que en países desarrollados las parejas se casan grandes y tienen sus hijos en edad madura, mientras que en México, estadísticas recientes revelan embarazos en tres de cada 10 adolescentes. En ese sentido, lamentó que en nuestro país la gente no se prepare para tener hijos, y comentó que es difícil que se logre un cambio en el corto plazo.
Por cierto, la investigadora censuró que se use el término DINKY en México, toda vez que no es reconocido por Asociaciones Internacionales de Psicología ni Sociología, “es una palabra que no debemos usar en castellano y menos los universitarios”, aunque reconoció que por ahora no existe en nuestro país una definición para esta reciente tribu urbana.

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