Todos somos uno

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Le llaman “genografía”, y se trata de una nueva ciencia que entremezcla antropología, geografía y genética. Sus albores se describen en el libro El viaje del hombre. Una odisea genética, de Spencer Wells, un genetista devenido antropólogo y explorador residente de la National Geographic, que impartió una conferencia magistral el pasado 30 de noviembre como parte del Simposio Internacional de Medicina Genómica y Enfermedades Crónico Degenerativas, en el marco de la Feria Internacional del Libro. En ella, Wells expuso el segundo y más extenso capítulo de la cruzada genográfica.
El primer capítulo fue Eva. Una Eva africana que vivió hace tan sólo 150 mil años, concluyó la genetista Rebeca Cann en su canónica primera búsqueda del origen del hombre moderno (Homo sapiens) a partir de nuestros genes. Para ello, Cann utilizó el material genético de las mitocondrias (ADNmt) ya que al heredarse únicamente por parte de la madre a toda su progenie, no sufre recombinaciones ni cambios drásticos con el paso de las generaciones.
Así, al buscar en la secuencia del ADNmt sitios donde se presentaran cambios de una sola molécula o base —llamados polimorfismos o marcadores genéticos—, se pueden distinguir las relaciones de linaje entre distintas poblaciones humanas alrededor del mundo. Si un par de poblaciones compartían la misma letra molecular en el mismo sitio, debían tener un ancestro común reciente. Y así es: todas las poblaciones comparten un ancestro común en ífrica, una madre mitocondrial común a toda la humanidad.

E pluribus unum
El ADNmt es una secuencia molecular muy corta con pocos marcadores genéticos para aportar datos geográficos de mayor resolución. Por ello, Wells decidió utilizar un pedazo de genoma mucho mayor y con mayor cantidad de marcadores: el cromosoma “Y”. Éste se transmite únicamente de padre a hijo, y de manera similar al ADNmt, no sufre de recombinación.Â
Wells realizó –y de hecho, sigue realizando– una nueva recolección genética por todo el mundo. Sorpresivamente, el análisis del cromosoma “Y” en las muestras reveló también un abuelo ancestral único: un “Adán” que vivió hace tan sólo 60 mil años (unas 2 mil 500 generaciones), ubicado también en ífrica.
Los resultados obtenidos por Wells descartan las teorías multirregionalistas sobre el origen del hombre moderno, donde las distintas razas humanas se habrían desarrollado independientemente hace millones de años a partir de varias especies de homínidos, tales como el Homo erectus y el Homo neanderthalensis. Según Wells, no existe rastro genético de estas otras especies, ya extintas, que muy probablemente coexistieron pero no participaron del Homo sapiens.
La información de los polimorfismos del cromosoma “Y” permitió además determinar las rutas geográficas que siguieron los descendientes de este “Adán” durante miles de años. Los datos son claros por partida doble: el hombre moderno salió de ífrica hace 50 mil años, probablemente durante el cenit de la última era glacial y pobló el planeta entero en unas cuantas oleadas poblacionales.

Desde ífrica para el mundo
La primera oleada salió de ífrica hacia Medio Oriente estableciéndose en la península arábiga y continuó a través de la costa por el sur y sureste de Asia hasta poblar Australia e incluso, 30 mil años después, circular por el noreste de Asia hasta Norteamérica.Â
La segunda oleada partió del Medio Oriente hace 40 mil años, cuando las poblaciones de Homo sapiens incursionaron en Asia central y continuaron hacia el este de Asia, donde los Himalayas y las montañas del norte de China obligaron a la divergencia y derivación de estas poblaciones de lo que ahora reconocemos como hindúes y asiáticos.Â
Una tercera oleada partió hace 30 mil años desde Asia central rumbo a Europa, y otra rama de este mismo grupo habría transitado hace 20 mil o 10 mil años a la gélida Siberia para pasar, por un sólido y congelado estrecho de Bering, a Norteamérica. Como prueba adicional, Wells también arguye la precisa correspondencia de la distribución de las familias lingí¼ísticas con estos patrones de migración, así como con los cambios climáticos que proporcionaron las condiciones adecuadas para cada oleada.
Por otra parte, la aparición de la cultura también dejó su huella en nuestro genoma. Una oleada muy reciente originada en el Medio Oriente, hace unos 10 mil años, tiene una presencia consistente en Europa y Asia, cuya penetración atribuye Wells a que estos grupos llevaban consigo la agricultura. Caso aparte, también se pueden inferir patrones de selección sexual a partir de los datos genéticos, donde la diversidad de cromosomas “Y” es mayor en sociedades patriarcales, mientras que la diversidad de ADNmt es mayor en las matriarcales. La preponderancia milenaria del patriarcado como sistema social explicaría esa falsa brecha de 90 mil años que parece existir entre el “Adán” y la “Eva” genéticos.

Una historia que se diluye
El trabajo de Wells no sólo revela la odisea del hombre y resuelve el origen de las razas, también muestra la obsolescencia de las posturas racistas, a la vez que señala la vertiginosa pérdida de nuestra historia geno-geográfica gracias al acelerado intercambio genético que ocurre en la vida moderna y cosmopolita.Â
Recientemente Wells arrancó junto con la National Geographic e IBM un programa global de recolección de genomas (The Genographic Project) que sigue en busca del rastro del hombre moderno, antes de que se pierda definitivamente. Cualquier persona puede participar donando unas cuantas células de su boca. Así, el genoma de cada individuo configura la ruta, se vuelve una página de la historia del hombre. Historia que, curiosamente, está escrita dentro de nosotros mismos. [

* Químico Farmacobiólogo por la UdeG y maestro en Ciencias Bioquímicas por la UNAM.

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