Todo cabe en una garganta

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Una misma civilización produce —y sufre— en el año 1972, diversos acontecimientos casi incuantificables. Una sola nación, Estados Unidos, en ese mismo año abre un abanico de sucesos que determinan nuestra forma de pensar, de sentir y de ver nuestra propia existencia.
Richard Nixon ordena el desarrollo del programa espacial; en Irlanda del norte un sangriento domingo derrama la sangre de trece personas; se inauguran los Juegos Olímpicos de Invierno de Sapporo, en Japón; Mariner 9, la sonda estadounidense, transmite fotos de Marte; en España tres mil quinientos trabajadores se van a la huelga y cierran la fábrica de neumáticos Michelin; México establece relaciones con China; en Ecuador el ejército derroca al presidente José María Ibarra, en un golpe de Estado; el basquetbolista Wilt Chamberlain rompe el récord con treinta mil puntos; en California se invalida la pena de muerte; llega a la Luna una nave soviética; viaja a China el primer presidente norteamericano, encarnado por Nixon, y le entregan el Libro Rojo de Mao; en Uruguay asume la presidencia Juan María Bordaberry y al poco tiempo se convierte en dictador; Anastasio Somoza dimite como mandatario presidencial; desde Cabo Cañaveral sale el Apolo 16 hacia la Luna; en Roma Laszlo Toth ataca La Piedad de Miguel Ángel con un martillo, al tiempo que grita a los cuatro vientos “Yo soy Jesucristo”; secuestran un avión en Checoslovaquia; se realiza un registro ilegal a la sede del Partido Demócrata de Estados Unidos; en Munich, Alemania, durante los Juegos Olímpicos, un grupo terrorista asesina miembros del equipo de Israel; en Saltillo, Coahuila, se registra uno de los peores accidentes ferroviarios que cobra la vida de doscientas treinta personas; se reelige Nixon; es secuestrado el vuelo 705 de Mexicana de Aviación; cae un avión en Los Andes y solamente son rescatados dieciséis sobrevivientes; en Nicaragua mueren seis mil personas por un terremoto; fallece el poeta Ezra Pound y se exhibe la película Garganta profunda, del director Gerard Damiano, en las salas de todo el mundo…
Para la sociedad de consumo, la diferencia entre un acontecimiento y otro del resumen de hechos enlistado, es probable que no haya diferencia alguna; sin embargo, en otros tiempos fueron objeto de enormes disturbios y de opiniones encontradas que dieron como fruto una elección y un destino social para convertirnos en lo que ahora somos: seres de consumo; hoy disfrutamos de obras y objetos y, del mismo modo, de noticias transmitidas por la televisión sin que nos conmuevan o nos descubran una visión.
Pongamos, entre los anotados acontecimientos, dos: la muerte del poeta Ezra Pound y la exhibición de Garganta profunda. Coloquemos en la mesa un libro de poemas eróticos y un filme pornográfico, ¿por cuál decidiría cada uno? Productos de distinta índole, para muchos son únicamente productos que, en determinado momento, ofrecerían una satisfacción a nuestras urgencias.
La aparición, en Florencia, de El amante de lady Chatterley, de D. H. Lawrence, en 1928 —nos recuerda Octavio Paz en Al paso— “provocó inmediatamente un gran revuelo que no tardó en convertirse, en los países anglosajones, en escándalo”, por considerarla una obra obscena. Hecho que sirvió para que el propio autor nos ofreciera un distingo entre erotismo y pornografía: “La pornografía, casi siempre, clandestina, se conceptúa como tal cuando ello resulta una ofensa a la sensualidad, un ultraje por su fealdad y vulgaridad”.
Cuarenta y cuatro años después, en 1972, en todas las salas de cine de la Unión Americana y en funciones normales la gente acude a ver el filme de Gerard Damiano, Garganta profunda, obra pornográfica explícita que marca, a mi manera de ver, el fin de una industria que en sus orígenes fue clandestina y, a partir de ese año se convirtió de cierta manera en un producto más accesible.
La obra de Gerard Damiano “fue objeto de por lo menos sesenta demandas —recuerda Naief Yehya en su libro Pornografía (Tusquets, 2012). Y Agrega: “Parecía que la censura había triunfado cuando en 1973 un juez impuso una multa de tres millones de dólares y la condena a ser clausurado el famoso cine New Mature Word”, que la exhibió. “El veredicto fue corregido más tarde —escribe Yehya—. Esta película, con la inverosímil aventura de Linda Lovelace y su clítoris en la garganta, se convirtió en la cinta madre de la pornografía moderna y en el filme probablemente más rentable de la historia”.

Pornografía: moda y consumo
Censurada en su aparición, El amante de lady Chatterley no logró lo que Garganta profunda en su momento: la industria editorial no creció ni mucho menos el número de lectores de literatura. Lo cierto es que la industria de la pornografía no sólo fue en aumento, sino que se convirtió en un placer aceptado y con jugosas ganancias (se estima que la cinta de Damiano recaudó en taquilla 600 millones de dólares).
La industrialización de la pornografía se da a partir de los años sesenta. Sin embargo, fue en la siguiente década cuando se da el empuje necesario, hasta convertirse en parte de la economía de algunos países del mundo, pero sobre todo de Estados Unidos. Fundamentalmente, durante la crisis financiera global de 2009, solicitó ayuda al gobierno para sobrevivir: “Joe Francis y Larry Flynt, dos de los principales empresarios de la pornografía de EE UU, pidieron al Gobierno que ayude a su sector, dado que a su juicio la recesión ha actuado como ‘una ducha de agua fría a nivel nacional’” —anunció EFE desde Washington. “La gente está demasiado deprimida para ser activa sexualmente”, se quejó Flynt aquel año.
Antigua como la propia humanidad, la pornografía es un afecto de consumo y placebo. En Japón se han abierto clubes y cicloramas y formas de consumo de sexo en diversas modalidades: los Salones Rosas son espacios dedicados al sexo oral; los Densha Go Go son vagones de tren —con capacidad hasta para catorce clientes en un mismo viaje—, donde sus pasajeros dan soltura a sus costumbres y se ofrendan a sus perversiones con grupos de mujeres, y se han creado cicloramas vaginales, en que el cliente, cansado de la rutina del trabajo, puede mirar a las mujeres a través de una vitrina y por una ventanita hundir su mano hacia lo profundo de su vagina.
“Los instintos no se cancelan ignorándolos ni reprimiéndolos; es justamente su represión, su desconocimiento, lo que los convierte en algo alarmante, puesto que, ajenos al control de la razón, precipítanse por vías imprevisibles y tortuosas, sin que haya medio de impedir sus más caóticas explosiones” —nos recuerda la reflexión de Sigmund Freud, Jaime García Terrés, en Los infiernos del pensamiento.
Pornografía vs erotismo
La queja de Larry Flynt (“La gente está demasiado deprimida para ser activa sexualmente”), quizá ya no sea la misma en la actualidad, pues la industria del porno no atraviesa un buen momento: un brote de sífilis está paralizando las producciones y el Departamento de Salud Pública de Los Ángeles somete a los actores a pruebas médicas para determinar la salud de los actores de San Fernando, condado donde se halla el Hollywood del sexo, lugar donde por cierto no se filmó Garganta profunda en los setenta, sino en un motel de Florida, para ser luego editada en Nueva York, con presupuesto entre “25 y 40 mil dólares”, pero con ganancias espectaculares, inéditas hasta entonces y nunca más vueltas a ver.
A partir de la aparición de Garganta profunda (en México se exhibió hasta finales de los setentas) en todo el mundo proliferaron las salas tres equis, con un arrastre que permitió se borraran los límites entre pornografía y erotismo. Esa delgada línea divisoria ya es poco probable que se distinga y resulta fundamental volverla a aclarar, pues de eso dependen nuestras formas de relacionarnos con el consumo y las personas.
La distinción la podemos recoger del libro Lo erótico como sagrado, del poeta argentino Aldo Pellegrini, quien afirma: “Un falso erotismo sin amor constituye la base de la pornografía, como tampoco el erotismo debe confundirse con lubricidad, la que, por deformación y exageración de lo erótico, constituye una caricatura de la sexualidad”.
Garganta profunda y El amante de lady Chatterley fueron obras que causaron escozor a la sociedad, cada una en su momento; luego devinieron en productos de consumo y hoy ambas obras son asequibles en la web. En internet se pueden localizar obras maestras de la literatura y el arte y, del mismo modo, acudir a los millones de páginas gratuitas de pornografía, sin salir de casa. Al parecer la cultura se ha democratizado, no obstante, quienes no saben elegir, aún dubitan cuando se les pregunta: ¿Entre un libro de textos eróticos y un filme pornográfico, por cuál se decidiría usted?
El amante de lady Chatterley y Garganta profunda no nos enseñaron a elegir: ver al filme y leer la novela podría ser un buen ejercicio en este momento…

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