Termina la era de los economistas y empieza la era de los ecologistas

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Ahora las voces autorizadas se suman y doblegan ante la evidencia de que hemos caído en un proceso recesivo profundo, pero, ¿hasta cuándo?
Primero: el panorama mundial. Una sola muestra: el producto doméstico bruto del Japón cae 15 por ciento en el primer trimestre del 2009 frente al comparable del 2008. Estamos hablando de la tercera  economía más grande del mundo. Su contracción de actividad económica se explica al pensar que Estados Unidos, su principal cliente, está en una abrupta contracción de consumo. Nada de esto tiene que ver con medidas proteccionistas. Simplemente la posibilidad del consumidor medio de sacar su tarjeta de crédito para costear juguetes se ha extinguido. El gran motor mundial de crecimiento que representaba la  sed de aparatos electrónicos, camionetas y casas del norteamericano se encuentra suspendida hasta nuevo aviso.
En el sector residencial, al principio de esta década, nuestros vecinos utilizaron todas las triquiñuelas del apalancamiento de crédito para dar acceso a sectores cada vez más vulnerables y de menores ingresos a dinero fácil.
Esta orgía crediticia estaba basada en la hipótesis de que una casa  jamás dejaría de incrementar su precio. Que por esa mágica apreciación, hasta el más humilde campesino o mesero, podría vivir en una mansión digna de un gran ejecutivo. Esa casa, adquirida sin enganche, se convertía a su vez en el “bien” que le permitía a su habitante usar como colateral para hacer aparecer en la cochera un par de lujosos vehículos, pagaderos a 7 años.
Esa mansión y sus dos autos eran justificación para que el banco subiera el techo crediticio del plástico de la feliz familia para que amueblaran, a todo lujo y opulencia, dicha casa… Toda esa deuda a su vez era empacada por los bancos y se vendía a acreedores extranjeros ávidos de participar en pagos asegurados por las más sólidas instituciones financieras norteamericanas…
Así  se vivieron 5 años de orgía financiera
Todas las reglas instituidas para evitar fraudes fueron abatidas por Washington. Cualquier esquema, por delirante que fuera su trasgresión a las más básicas reglas de la contabilidad, fue visto con buenos ojos por los congresistas en sus curules.
El dinero —el consumo de tal vez 20 años de ahorro— fue derrochado en estos legendarios años del “Efecto riqueza”. Estados Unidos adquirió compromisos de deuda frente al mundo y frente a sí mismo por más de 40 billones de dólares… y esos 40 billones de dólares se convirtieron en obligaciones derivadas de más de 600 billones.
Hay dos vertientes para esbozar una respuesta a la pregunta de cuánto durará la recesión. La más sencilla: cuando termine de limpiarse el sistema monetario y productivo global de esa “masa sideral de deuda”. ¿Y cuando sucederá eso? Hay un dato que agrava el diagnóstico: el tanque de combustible se encuentra medio vacío. Esto es, el mundo industrializado se ha terminado la primera mitad del petróleo del que disponía como regalo de la naturaleza.  Â
Pasamos de consumir  5 gigabarriles al año en 1955, a 35 gigabarriles al año actualmente. En el trayecto, quemamos poco más de 1,000 gigabarriles de los dos mil que teníamos originalmente. Esos primeros 1,000 gigabarriles fueron fáciles y baratos de producir; la segunda mitad será mucho más cara y difícil de extraer. Su retorno neto, medido en energía y en dinero será muy inferior. El regalo no se ha extinguido, pero su efecto multiplicador de riqueza se verá reducido dramáticamente.

¿Qué está pasando en México?
PEMEX se compromete a mantener la producción si —y sólo si—  sus dueños, o sea nosotros los mexicanos, nos comprometemos a invertir 15,000 millones de dólares anuales en exploración y desarrollo de nuevos campos. Lo que PEMEX nos está diciendo, en palabras sencillas de entender para cualquiera que sabe de cómo se financia el gasto público del gobierno, es que la totalidad del ingreso que derivábamos para pagar el gasto gubernamental proveniente de exportaciones se tendrá que reinvertir en PEMEX. El gobierno tendrá que encontrar otra fuente de financiamiento para su funcionamiento. Y nótese… nuestras exportaciones netas han caído un millón de barriles desde el 2004 y se extinguirán a mas tardar en el 2011.
Y  lo que estamos viviendo en México se puede tomar como ejemplo alrededor del mundo. La mayoría de los grandes campos petroleros  se encuentra en declinación. Ahora nos tenemos que aplicar a explotar fuentes que en un pasado reciente fueron desdeñadas por marginales, porque su retorno de inversión monetaria y energética era tan bajo que no podía pagar los intereses de la deuda contraída para explotarla. Ya nos acabamos la primera y mejor mitad. En México y en el mundo. Así que ahora podemos regresar a la pregunta original: ¿Cuándo saldremos de esta recesión?
Tan pronto aprendamos a vivir con mucha mayor austeridad de la que actualmente demostramos. Esta no es una crisis tradicional como las que se vivieron en el siglo XX. En ese pasado cercano,  a cada crisis se le pudo aplicar un incremento en el gasto energético que se traducía en mayor riqueza (mal distribuida, pero ese es otro tema). Esta no es una crisis en el sentido tradicional de la palabra, sino una transición a una reducción generalizada del consumo en todo el orbe. La reducción de nuestro salario energético nos está obligando desde ahora a emplear nuestros recursos de manera más racional y eficiente. Primero para comer y cubrir las necesidades más básicas; segundo, para confrontar la necesidad de redireccionar la totalidad del aparato productivo a un mundo donde ha desaparecido el “Gran consumidor”.
Estados Unidos abandona el escenario como destino final de las exportaciones chinas, japonesas, hindúes, mexicanas, coreanas, etcétera. Se suma al elenco global como una nación en busca de equilibrios entre lo que produce y lo que consume. Tendrá que aplicarse a si misma las recetas de austeridad que repartió en todo el mundo a través del Fondo Monetario Internacional. Esta no es una crisis, sino un cambio de época. Por lo tanto esta recesión será vivida como indefinida por todos nosotros.
Después de las violentas contracciones  estaremos llegando a nuestros nuevos puntos de equilibrio energético y monetario. Nuestra atención y preocupaciones globales y nacionales serán cada vez más el cómo dar de comer, alimentar, educar,  producir y transportar sin dañar nuestro entorno. Haciéndolo auténticamente sustentable. Si algo queda en evidencia actualmente es que lo que vimos en el siglo XX, no lo volveremos a ver en éste.  Termina la era de los economistas y comienza la era de los ecologistas: austeridad, ahorro, trabajo productivo y en armonía con la tierra que produce, son las palabras clave.

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