Telescopios en órbita llevarán nanotecnología

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La Universidad Nacional lanza su iniciativa “Nano UNAM” para impulsar las nanociencias y la nanotecnología. La Universidad de Guadalajara (UdeG) comienza a mostrar señales de interés por la física, que, en especial la cuántica, nacida en el siglo XX, será el fundamento de la próxima revolución industrial, a no más de diez años, en computación cuántica, teleportación y superconductividad. Algo comienza a moverse. Con la pereza habitual del país, pero algo. Y, por suerte, no tiene que pasar por el Congreso.
Un metro dividido entre mil es un milímetro; la milésima del milímetro es el micrómetro; la milésima del micrómetro es el nanómetro (del griego nano= enano). Al dividir una célula común en mil partes tenemos nanómetros. Es la escala a que hoy se está desarrollando la tecnología: instrumentos que cabrían cómodamente en una célula, mientras nuestro Congreso discute si permitimos la exploración de petróleo a compañías de donde sean, como hacen Cuba y China, y como permitían las leyes reglamentarias de la expropiación petrolera hecha por el presidente Cárdenas.
Una cátedra Max Planck, que pusiera al día en cuántica a profesores de física de nuestras preparatorias, impartida por especialistas, y con una conferencia abierta a todos los estudiantes, está al alcance de cualquier universidad pública porque no le costaría sino pasajes y viáticos. Es así porque, a diferencia de las figuras de la literatura mundial o los cantantes y pianistas, los grandes físicos que hacen la investigación de punta en Estados Unidos y la Unión Europea no cobran las conferencias y cursos a que son invitados: lo prohíben los países donde hacen trabajos secretos.
Pero Monterrey hace pininos con el ballet y la ópera; Tamaulipas se proclama capital del teatro, el bel canto y otras monerías; quizá Tangancícuaro organiza oootro recital de Plácido Domingo (que iría si le pagan). Hasta Sinaloa tiene ya una buena orquesta sinfónica, muy superior a la tapatía. Bien.
Ahora que ya instalamos los hermosos candiles de prismas en casa, ¿podríamos ir pensando en echar cemento a nuestros pisos de tierra?
Mientras lo pensamos, un equipo de la Universidad Rutgers ha desarrollado un instrumento, cien veces más pequeño que el grosor de un cabello, para que los astrónomos analicen luz procedente del Big Bang con que dio inicio el universo, hace unos 14 mil millones de años.
Físicos de Rutgers, como Michael Gershenson, asociados con la NASA y la State University de Nueva York, han alcanzado con este nanoinstrumento sensibilidad a luz con la longitud de onda más larga del espectro infrarrojo. En el universo en expansión, las primeras estrellas se alejaban del lugar que ahora ocupa nuestro planeta “a velocidad cercana a la de la luz”, dice Gershenson. Como resultado de ese alejamiento, su luz nos alcanza fuertemente corrida hacia el rojo, y parece infrarroja.
Se refiere Gershenson al “efecto Doppler”, que se conoció primero en el sonido: este efecto da la impresión de que el silbato de un tren que pasa se vuelve más grave conforme se aleja. Los pasajeros (cuando había) lo oyen igual, pero las ondas de sonido se amplían para quien está inmóvil porque la fuente de sonido se aleja. A más amplia la onda, más grave el tono. En la luz ocurre otro tanto, y su equivalente es un rojo cada vez más oscuro. En honor a Edwin Hubble, descubridor de ese desplazamiento al rojo (que a su vez probó la expansión del universo), lleva su nombre el primer telescopio espacial.
La radiación más allá del infrarrojo es absorbida por la atmósfera terrestre, así que los científicos proponen una nueva generación de telescopios espaciales en órbita. El instrumento construido por el equipo científico es cien veces más sensible que los actuales. Su descripción aparecerá en el próximo número de Nature Nanotechnology. Obtenga una copia en: http://dx.doi.org/10.1038/nnano.2008.173.
El instrumento, menor que una célula, está hecho de titanio y opera a muy bajas temperaturas, a una décima de grado por encima del cero absoluto. Los fotones (unidades, paquetes o cuantos de luz) que golpean el nanodetector “calientan electrones en la sección de titanio, que está térmicamente aislada del medio por niobio superconductor”. Al detectar la infinitesimal cantidad de calor generada en la sección de titanio, es posible medir la energía luminosa absorbida por el detector, “tan poca como un único fotón de luz ultra infrarroja” (far infrared, por si tiene usted mejor traducción).
Gershenson espera que esta tecnología pueda emplearse para explorar el universo primitivo cuando telescopios para luz ultra infrarroja sean puestos en órbita dentro de unos 10 o 20 años. Como México se mide por sexenios: en el próximo sexenio o en otro más, uno encabezado por alguien que hoy ya tiene más de 30 años. No es nada. Como de Zedillo para acá. Contacto: Carl Blesch: cblesch@ur.rutgers.edu

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