Tamayo poesía y tradición

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Es casi inevitable, al admirar alguna de las obras de Rufino Tamayo (Oaxaca, 1899-México, 1991) no pensar en la poesía, pues sus trabajos se hallan muy ligados a ésta y muestran que la hermandad entre las artes es constante. No es gratuito, entonces —sino una confirmación— que en los trabajos dedicados a desentrañar la obra del oaxaqueño, Octavio Paz no haya hecho sino cantar y, cantando, reflexionar y pensar, y siempre haber hecho de su escritura un poema.
Son dos textos los esenciales escritos de Paz (localizables en ¿Aguila o sol? y en El signo y el garabato), en los cuales logra un acercamiento y, también, variados discernimientos sobre el trabajo plástico de Tamayo; lo dicho y exclamado por el poeta y ensayista, nos recuerda la antigua tradición (quizás iniciada en China) del artísta en el cual conviven en una sola persona el poeta y el pintor. Hay, entonces, en Tamayo, a la vez un poeta y un pintor.

Tradición y continuidad
Podemos decir, de acuerdo a las palabras de Octavio Paz, expresadas en sus escritos, que éste en Tamayo encontró a su semejante; es decir, mucho de lo declaradado y a la vez cantando en torno de la obra tamayiana, se puedría decir también de la labor paciana.
Octavio Paz y Rufino Tamayo, lo mismo cantan que reflexionan en sus creaciones. Cantan y describen un mundo que en ciertos momentos se asemeja por una cercanía y a la vez por el propio alejamiento. Cierto, ambos —cada uno a su modo de expresión artística— pintan y hacen poesía. Verdadero, los dos desarrollan una poética y siguen una tradición no solamente mexicana, sino universal. Ellos bien podrían ser nombrados poetas y pintores. O pintores y poetas. Ya que en los escritos de uno y en los lienzos del otro, se localiza con toda claridad a un Poeta, en el amplio sentido de la palabra. Los dos nacen y siguen una tradición, la surgida en los mundos antiguos prehispánicos para luego seguir la costumbre hispana, hasta llegar a la modernidad, a su tiempo, con las corrientes artísticas del mundo, pero sin olvidar su pasado, su historia.

Cantar y pensar la historia
Han olvidado los creadores de hoy, la antigua forma de cantar y a la vez pensar. No recordamos ya que quien canta narra y piensa. El ejemplo de Homero en la Ilíada y la Odisea, no es asunto de nuestro tiempo. Ese antiguo cantar describía también la historia, y Tamayo y Paz en su lirismo nos recuerdan las palabras de Gabriel Zaid, cuando dice “…los poemas no se hacen con ideas sino con palabras…”. La historia, por cierto, debería estar implícita en cada poema y en cada obra plástica de nuestros artistas actuales, pues es, de alguna forma, “…la gran flor que crece del pecho de los muertos y del sueño de los vivos”, la gran flor que “cada mañana abre lentamente los ojos y contempla sin reproche al jardinero que la corta” y tal vez al hacerlo canta, cuenta y reflexiona ante ese “arco de fuego, puente entre los vivos y los muertos”, donde “todo es inacabable nacimiento”, como ha dicho Paz de la pintura de Rufino Tamayo.

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