Sergio Arau

1878

Si lo mexicano es naco y lo mexicano es chido, entonces verdad de Dios, todo lo naco es chido”, cantaba Botellita de Jerez en el “Guacarock de la Malinche” hace ya más de treinta años, al tiempo que inauguraba un estilo de hacer rock en español y una forma de ver la cultura mexicana: el arte de lo popular, el Art Nacó. Pero con el fin de la agrupación mexicana no terminó esta expresión estética hecha en México, sino que uno de sus integrantes, Sergio Arau, continuó trabajando en ella, aunque desde el ámbito de la plástica, y que dio vida a una exposición del mismo nombre, Art Nacó. De hecho, sus pinturas se convirtieron en el otro lado del puente que había empezado con sus años de caricaturista político y que antecedieron a su faceta como músico; y se extendió a su expresión cinematográfica que ensayaría varios años después del otro lado de la frontera, en esa tierra que pensó que nunca pisaría: los Estados Unidos.

“No sé si soy talentoso o simplemente necio”, se cuestiona con sarcasmo el autor de la exposición que recoge, a manera de retrospectiva, una obra cargada de ángeles sacrílegos, diablos tatuados y luchadores enmascarados; que sintetiza una carrera dedicada a la crítica y al humor (si acaso no fuesen sinónimos) y que ahora llega al MUSA después de mucho tiempo de haber permanecido en el exilio del circuito artístico, porque no siempre “lo naco fue chido”. Una invitación —y quizás una provocación— a reconocer que “todos los mexicanos somos nacos aunque lo neguemos”, asegura, “porque no es un problema de dinero o clase; pues puedes tener un Ferrari, pero si le pones placas de Nueva York es naquísimo, es como el Volkswagen que quiere ser Rolls-Royce; siempre esta negación de lo que somos y esta pretensión de ser lo que no somos”.

La exposición Art Nacó es la coronación de un trabajo de colaboración entre la Universidad de Guadalajara y UdeG sede Los Ángeles desde hace cuatro años, cuando se gestó la idea de recapitular la obra de Arau, que permanecerá abierta del 3 de septiembre al 10 de enero próximo.

“Sergio ¿eres naco?” —planteé la pregunta obligada—.
“Por supuesto”, responde con seguridad, con cierto rastro de orgullo: “Ya pasé a otro estado de conciencia. Ya soy un naco asumido”.

¿Qué te ha llevado hasta donde estás ahora, a esta exposición?
Lo que más he hecho en mi vida es dibujar y pintar, algo que no es tan visible como cuando empecé a tocar con Botellita de Jerez. Entonces ya llevaba doce o trece años de ser caricaturista de tiempo completo. Teníamos una revista que se llamaba La Garrapata que nos cerró el gobierno por rollos políticos, porque en cierto número hicimos una portada donde Rosa Luz Alegría [secretaría de Turismo de 1981 a 1982] estaba cantando “Qué bonitos ojos tienes” —y todo mundo sabía que andaba con López Portillo— así que nos pararon la distribución y nos cerraron. No fue oficial porque la revista, al ser independiente, la producíamos con las ganancias del número anterior. Un día vimos que no la distribuyeron y ya no tuvimos dinero para hacer nada. Es lo malo de decir la verdad. Eso ha sido una constante en mi vida, y va a sonar muy acá, muy sangrón, pero la verdad es que lo que me motiva a hacer todo, tiene que ver con justicia, en muchos sentidos; se trata de cambiar el mundo cada quien con su granito de arena pero con la idea de algún día hacer un arenero.

¿Por eso te dedicabas a la caricatura política?
Sí, y también a lo que me dediqué después. La censura es muy constante, pero creo que es un papel importantísimo. Precisamente en México hay una gran tradición, hay muchos que son geniales; los mexicanos se la rifan muy fuerte, por el ingenio, creo que es una cosa cultural.

¿Crees que tenga que ver con que la política nos da muchos motivos para hacerlo?
Yo creo que sí —confiesa entre risas—, los mexicanos somos muy buenos para los golpes y pa’ resistir, ése es nuestro fuerte. Y a nivel intelectual, meter el dedo en la llaga es un ejercicio constante, es algo con lo que creces, tenemos esa carga cultural y esa historia. En mi caso la verdad es que el arte y tener cosas que decir es una necesidad, así como cuando escuchas un buen chiste y se te hace un hoyo en el estómago hasta que encuentras a alguien a quien contárselo; así, hay mucha gente que amanece con ese hoyo en el estómago y tiene que decir lo que trae.

¿Qué dice el Art Nacó de la cultura mexicana?
El Art Nacó surgió al mismo tiempo que el Guacarock, el primero como la versión visual y el segundo como la musical. Es como un Pop Art mexicano, como lo que hacía Warhol, pero en lugar de la lata de Campbell, es el logo de Alarma!, escenas de futbol y de luchadores. La lucha libre es algo que me gusta de toda la vida y, además, fui descubriendo que visualmente era toda una veta para explorar. Luego la empecé a relacionar con la parte religiosa, pues como soy totalmente antirreligioso, tengo un gusto especial por lo sacrílego. Me encanta poner ángeles que son diablos y querubines enmascarados con su chela y su cigarro. Me gusta poner la devoción popular en lo terreno.

¿Qué te llevó a los Estados Unidos?
Yo jamás pensé en salir de México y menos vivir en Estados Unidos. Si me hubieran preguntado, yo habría dicho que por ningún motivo. En 1984 dejé de hacer caricatura porque las cosas empezaron a ir muy bien con Botellita de Jerez. Me aficioné mucho a la música y dejé la caricatura, pero seguí pintando. Ya en 1988 me salí del grupo y los siguientes tres años me fue muy mal en México, no tenía trabajo, ninguna galería quería mis cosas. Antes había expuesto en galerías (caricatura e ilustraciones) pero tenía más influencia europea. Con el Art Nacó sí me volví muy naco, con lo que me corrieron de todas las galerías, me fue como en feria mucho tiempo. Ahora ya es nice y cool exponer sobre luchadores, pero en ese momento era muy agresivo para el circuito de arte. Me mandaron al diablo. Lo naco no era cool. Así que en ese tiempo trabajé muchísimo, hice muchas cosas pero no gané un cinco. Estaba listo para irme a Madrid y agarrar un trabajo de lo que fuera, pero entonces conocí a Yareli Arizmendi, una de las actrices de Como agua para chocolate (1992) y acabé con ella en San Diego. Llevamos juntos 25 años. Escribimos Un día sin mexicanos y, en general, trabajamos muy juntos.

¿Y ahora trabajas en nuevos proyectos?
Sí, estoy trabajando en Otro día sin mexicanos, secuela de Un día sin mexicanos, que ha resultado muy complicado porque el cine es así. Es un proyecto que va más allá de decir “valórennos”. Es un proyecto sobre toda esta estructura de terror y las deportaciones que están sucediendo acá como nunca. Obama se volvió loco. Así que creo que la cosa es más complicada, pues la migración es un problema en todo el mundo. La gente está mudándose de un país a otro porque no hay trabajo, porque este capitalismo va a tronar y sólo hay unos cuantos a los que les va poca madre, pero el famoso noventa y nueve por ciento cada vez es más grande y no está contento. La clase media está aterrada. Ellos contaban con (no se lo digas a los gringos) la parte más socialista del capitalismo: el seguro social y el seguro de desempleo, pero cada día eso se va perdiendo. Algo que en México ya no nos sorprende pues, desgraciadamente, estamos acostumbrados. También estoy haciendo un disco con el nuevo grupo que se llama Sergio Arau y Los Heavy Mex que para fin de año vamos a sacar un disco completo. Y claro, sigo pintando.

¿Qué representa para ti esta exposición en el MUSA?
Precisamente porque me la he pasado fuera de los circuitos de arte, ahora comparan mi trabajo con el de otros artistas que abordan el tema pero, pues, yo lo hice mucho antes. Así que para mí es muy importante, porque yo desde los ochentas he estado pintando, pero he hecho muy poca exposición desde entonces. Será muy interesante hacer esta retrospectiva, no para la gloria y la fama —si fuera por eso ya no me dedicaría a esto— sino para dejar constancia de un trabajo de mucho tiempo. Se trata de dos colecciones, una de Art Nacó compuesta por luchadores, ángeles y diablos; y otra es una sección más chiquita de una cuestión que yo llamo la Netafísica; que era mi sección en La Garrapata, o sea, era la neta, una cosa más poética. La selección fue realizada especialmente para el MUSA por Ricardo Guzmán, que es fotógrafo y curador. Se trata de mi primera exposición en un museo.

¿Por qué piensas que no te habían aceptado antes en el mundo de los museos?
Por naco. Porque, por un lado, la cultura popular no merece estar en museo, aunque ahora eso ha cambiado mucho (y yo siento que he contribuido en parte a que eso cambiara) y por otro, porque ahora que aparezco me ven como si fuera yo la copia de los que ahora están haciendo estas cosas; aunque lo vengo trabajando hace mucho tiempo. Y tengo la suerte de ver como ahora, después de todo, lo naco es chido.

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