Santiago Auserón: El aullido de la calle

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Santiago Auserón sonríe. Está a punto de tomar un avión que lo llevará hacia un nuevo destino: vuelo directo hacia Los íngeles, California. Días de conciertos y charlas en la Feria Internacional de la Música, de encuentros con fieles seguidores y con un público que conoce poco o casi nada de su trabajo como Juan Perro. El ajetreo no impide que Auserón permanezca cordial y escuche con atención mis preguntas.
La conversación con el músico y cantautor español provoca vuelcos, rotaciones en el tiempo que conducen hacia momentos irrepetibles y que, por esa extraña condición permanecen exentos del olvido. Imposible no pensar en canciones como “A cara o cruz”, “Escuela de calor” o “Veneno en la piel”, composiciones seminales para el rock en español, que más allá del éxito, significaron una revelación de posibilidades en la construcción de un “género” que, paso a paso, y especialmente a finales de los ochenta y los albores de los noventa del siglo XX, alcanzó distintivo y personalidad.
“Radio Futura era un grupo que buscaba la estética del modernismo, o del posmodernismo, dicen algunos. Yo prefiero no añadir tantos prefijos”, menciona tajantemente Santiago Auserón. El letrista dejó respirar por sí sola a esta agrupación –así fue como el periodo con Radio Futura terminó– y tomó un camino arriesgado, una marcha que está a punto de cumplir 20 años. Desde el álter ego de Juan Perro, el trabajo de Santiago Auserón constituye una búsqueda, una investigación musical con ruta hacia el pasado, misma que deviene en un presente creativo para el cantautor.
“Con Juan Perro me comprometí en un sentido distinto, al revés, como mirar hacia atrás, mirar hacia la tradición. La razón fue que empezó a interesarme mucho la posibilidad de investigar en mi propia lengua el trasfondo de las palabras, de los sonidos y la manera en que podría… digamos [lo medita un poco] adaptarlos a la rítmica internacional”.
En el libro Canciones de Juan Perro (Editorial Salto de Página, 2012), el poeta y ensayista Jenaro Talens escribe:
“La complejidad que subyace incluso en sus letras más sencillas ha hecho que su nombre se asocie, por lo general, entre la crítica especializada y entre sus colegas de profesión, con la imagen de un “intelectual” metido a cantante pop. Ello parecería situar sus propuestas en un terreno resbaladizo que no le corresponde, porque su originalidad se basa en el hecho de reflexionar sobre las relaciones entre el rock internacional de origen anglosajón y la tradición hispana, dando como resultado lo que, a partir de sus propuestas, ha acabado siendo conocido como ‘rock latino’ ”.
Santiago Auserón ha efectuado diversas colaboraciones, entre estas, producciones discográficas con la Original Jazz Trío Orquesta, y al lado de su hermano, el también músico Luis Auserón. Raíces al viento, La huella sonora, Mr. Hambre, Cantares de vela y Río Negro forman el total de su obra como Juan Perro. El ganador del Premio Nacional de Músicas Actuales, reconocimiento que otorga el Ministerio de Cultura de España, sostiene una pelea constante con sí mismo, lucha que puede traducirse en un vicio por la perfección, en una inevitable colisión con el acto de componer, de escribir.
“Juan Perro ha tenido dos fases”, dice el compositor de “Reina Zulú”. Explica: “Ahora lo veo con cierta perspectiva. En la primera etapa sentí la necesidad de escuchar a la negritud de habla hispana. Después de haber sido educado por los afroamericanos, que hablan en otra lengua, y que de niño no entendía, pero que me fascinó, surgió mi interés y me dediqué durante años a viajar a Cuba”.
Auserón continúa: “Fue así como combiné soneros cubanos con rockeros españoles o británicos. Luego, en la segunda etapa de Juan Perro, volví a replantearme las raíces de la música afroamericana tal como la conocí: la herencia del blues, podría resumir. En este instante continúo ahondando ahí, en la búsqueda de la depuración entre la herencia afroamericana y la lengua española”.
Para Santiago Auserón existe un olvido del ritmo hasta el siglo XX, un abandono del viaje intercontinental. Allí es donde radica parte del valor en el trabajo de este músico español, porque toma conciencia del papel que juega el ritmo, todo en relación con el continente Africano.
“El apellido artístico de Perro, es evidentemente un posicionamiento de todos aquellos que un día se vieron tratados precisamente como perros, como si fuera una expresión de la máxima bajeza o degradación del ser humano”, dice Santiago Auserón. Ahonda: “En España existió durante mucho tiempo la mala costumbre de llamar al enemigo, al vecino, con el nombre de perro. Se decía: perro moro, perro infiel… con esa arrogancia de la fe que se cree que es la única y debe dominar al mundo. También perro fue el insulto favorito de los hidalgos castellanos para sus esclavos negros, que hubo muchos, sobre todo en Andalucía, en el periodo del Siglo de Oro”.
El músico reflexiona y ubica el significado de su álter ego en su trabajo musical: “A mí me gustó heredar ese apellido, y bueno, pues ahora pertenezco a toda esa familia. Resulta que a finales del siglo XX son los afroamericanos, es la herencia de la esclavitud la que devuelve al mundo la música maravillosa que se puede compartir en todo el planeta. Es como una dulce venganza por parte de los antiguos esclavos africanos [el cantautor sonríe]”.
La música de Santiago Auserón, de Juan Perro, une culturas y visiones a través de la palabra y el sonido. Esta relación sólo es posible de entender por medio de la experiencia, de las vivencias que están enmarcadas en sus composiciones. El cantautor convivió con Compay Segundo en un viejo y popular hostal de España. En ese lugar tomó sesiones de aprendizaje sobre el son cubano.
La noche de su concierto en esta ciudad, con guitarra acústica en mano, Juan Perro dijo: “Conocí a un amigo en España, un hombre que quería pasar inadvertido. Siempre paseaba con un traje rojo y cargaba un costal sobre su espalda que decía: The Clash”. Auserón finalizó esta anécdota revelando: “El nombre de este amigo era Joe Strummer”. Así fue como le dedicó “José Rasca”, canción perteneciente a la etapa de Río Negro.
Juan Perro advierte: “Mi relación con las canciones es pasional”. Le pregunto sobre esa lucha interna, por ese vicio de lograr una canción: “Es un juego, pero es un juego que comporta cierta responsabilidad. Debe seleccionarse cuidadosamente lo que uno está dispuesto a decir, porque es algo que darás a la gente. Es como preparar el alimento, hacer el pan. A la gente hay que darle el pan bien hecho, bien cocinado, bien horneado”.
Jenaro Talens escribe sobre Juan Perro: “En efecto, que un estudiante de filosofía eligiese, sin dejar de ser quien era ni renunciar a sus intereses filosóficos, abandonar las clases de Gilles Deleuze en la Universidad de París, en los años setenta del siglo XX, para zambullirse en las aguas revueltas de la España de la Transición, como cantante y compositor de música popular dice mucho de la capacidad de riesgo del futuro Juan Perro, pero también de su negativa a aceptar la separación tan interiorizada en nuestros pagos entre cultura ‘culta’ y cultura ‘popular’.
El ensayista agrega: “Si algo ha caracterizado la trayectoria profesional de Santiago Auserón ha sido su capacidad para aunar ambas perspectivas a lo largo de un periplo que ha sabido mantener una línea coherente de profundización, en busca de raíces que, como resumía bien el título de su primera aparición como Juan Perro, eran ‘raíces al viento’, de estructura movediza y rizomática”.
Pregunto a Santiago Auserón sobre la crisis social y política que atraviesa España, y cómo este escenario afecta su percepción, su trabajo como compositor, a lo que responde: “Para mí la canción tiene un significado político, pero no directamente, no expreso. Creo que cuando a una canción se le fuerza a reflejar algo social o político, se convierte de alguna manera en una redundancia, en un exceso de intención, porque la canción de por sí es un fenómeno político, es decir, propio de la ciudad, propio de la ciudadanía y su cometido es capturar imágenes de las cosas que pasan o de las cosas que pasaron y revivirlas para que puedan volver a ser compartidas”.
Auserón redondea su respuesta: “No me dejo ir tanto por la actualidad y no me preocupa. Veo a los indignados en la Puerta del Sol y converso con ellos, pero no me siento obligado a hacer una canción que hable de esto. Me tengo que sentir poseído por una imagen, sentir la necesidad de algo, y hasta que no tengo esa necesidad, pues no practico. Apunto cosas en los cuadernos, anoto ideas, hago pequeños demos como apuntes, pero hasta que una canción no viene ella misma como una necesidad, se impone como una necesidad, pues no, no la termino”.
Mirar hacia atrás pareciera contraproducente, digo a Santiago Auserón, pero él rápidamente señala: “¡No, no! En el terreno de las canciones, del arte popular, del arte en general, sólo avanzamos hacia el porvenir recobrando las cosas del pasado, volviendo a darle vida a lo que hicieron nuestros ancestros. La voz de nuestros antepasados no está en las palabras que usamos: está en los instrumentos musicales que tañemos. Allí está el tacto, el pulso, la dedicación, el cuidado, la inteligencia de muchos seres humanos que nos han precedido”.

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