Sacaron a ese museo de la barranca

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Pareciera que aquí en Guadalajara, como dicen vulgarmente, no gana uno para vergí¼enzas, y es que da pena el reumatismo mental que caracteriza a quienes desde el gobierno administran la cultura como si de los puercos y las vacas de su rancho se tratara. Con ese cerril tacto, que es muy fácil de distinguir en las actuaciones panistas, se dejó ahogar el tan presumido proyecto del museo Guggenheim en esta ciudad.
En los últimos días de octubre, aparecieron en los diarios nacionales las declaraciones, muy ad hoc con la temporada, de Juan Ignacio Vidarte, director de estrategia global de la Fundación Solomon R. Guggenheim de Nueva York, anunciando la muerte de algo que hace tiempo se había enterrado: la construcción de la franquicia del museo en Guadalajara. Pero curiosamente son declaraciones convenientemente fuera de tiempo, pues, desde junio pasado, en una carta enviada al gobierno del estado de Jalisco por parte de la fundación y en firma de Richard Armstrong su presidente, se hacía saber de la cancelación del proyecto (La Jornada, 27 de octubre). Y para abonarle más contradicción, Aurelio López Rocha, secretario de Turismo de Jalisco, tuvo el descaro en agosto de este año de salir a los micrófonos a espetar con esa infinita arrogancia de quienes a toda costa tratan de ocultar su ignorancia o su incapacidad de hacer las cosas, que el proyecto seguía en pie (Excélsior, 26 de octubre).
Por supuesto que tan hipócritas palabras no se las iba a tragar nadie, y menos después de que a principios de este año Enrique Norten, el arquitecto ganador para la construcción del museo, hacía notar su descontento al decir que más allá de la recaudación de fondos por parte de la empresas privadas de Guadalajara “también requiere la decisión política del gobernador de Jalisco, creo que el gobernador no ha tenido la intención de promover ese proyecto como debería haberlo hecho” (Público, 23 de marzo).
Y claro que no era el caso de que Norten simplemente se estuviera poniendo quisquilloso, es que no se estaba haciendo mucho. Desde antes de 2005 se sabía de la intención de construir un museo así en Guadalajara, aunque el proyecto oficialmente comenzó a partir de mediados de ese año al anunciarse que el concurso en el que se competía contra los renombrados arquitectos, Jean Nouvel y Hani Rashid, había premiado al urbanista mexicano, y que dio como plazo para terminarse el año 2010.
El proyecto presentado por Norten, que se caracterizaba por proponer un museo vertical con una torre de 180 metros, y que se ubicaría en la barranca de Huentitán, tendría un costo total aproximado de 150 millones de dólares, dinero que según la propia fundación y el ayuntamiento de Guadalajara en voz de su alcalde sustituto Juan Pablo de la Torre, no pudo obtenerse a causa de la crisis mundial, ese chivo expiatorio que sirve para lavarse las manos en todo. Nada más hay que recordar que tal debacle económica global no estaba sucediendo en el 2005, cuando el gobierno municipal y estatal de Emilio González, y Francisco Ramírez respectivamente, y Guadalajara Capital Cultural, A.C., se pavonearon pretendiendo que ahora sí, con el PAN, la ciudad iba a dejar de ser un ranchote, pero en los años que pasaron desde entonces no se puso ni la famosa primera piedra.
Más aún, como bien apunta el maestro Carlos Correa Ceseña, director de la División de Artes y Humanidades del CUAAD, la crisis es económica pero simplemente representa un factor, y si la hay, se pregunta por qué entonces seguimos pensando en tener a toda costa unos Juegos Panamericanos, o es que “la crisis tiene adjetivos: económica, cultural, deportiva. Económica para no hacer espacios culturales y sí deportivos, o económica en que todos nos bañemos”. Sin duda que depende de los intereses que estén de por medio, y en ese sentido, Correa Ceseña  cuestiona por qué toda la parafernalia mediática en la que se ha dicho que la ciudad necesita los Panamericanos, no se hace para la cultura. Considera que obviamente lo deportivo es importante, pero le queda la duda de si ese esquema tan sobado potencializará a la ciudad, o sólo quedará como el anfitrión del negocio de algunos. En cambio, está convencido de que si Guadalajara aparece en el mapa mundial, es a través del ámbito cultural, y “en esto la UdeG lleva liderazgo, no sólo en la creación de espacios, sino en las acciones”, ya que esa es su vocación, pero no únicamente a ésta le corresponde abogar por ello, “todo plan de gobierno debe tener prioridades, cómo es posible que le estén quitando a la educación”.
Sin duda, habría que preguntar al gobernador por qué si no hay dinero, el gasto corriente de su administración se elevó en 37.5 por ciento para satisfacer a la abultada burocracia. Tampoco hay que dejar de lado que al Santuario de los Mártires se le ha dado todo el apoyo y difusión que el Guggenheim no tuvo, avalados por Emilio González y el secretario de Turismo de Jalisco; bien señala Correa Ceseña: “Ya no necesitamos espacios religiosos, el arte y la cultura son las únicas opciones que tenemos para crecer como sociedad”.

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