Robots con sentimiento

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Marisol es el nombre del robot humanoide desarrollado por científicos del Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingenierías (CUCEI) de la Universidad de Guadalajara, que en su primera etapa ya es capaz de detectar la presencia de una persona y mantener un contacto visual con ella.

Este prototipo es el producto de la investigación que desde hace dos años realizan los académicos Daniel Zaldívar Navarro, Erik Valdemar Cuevas Jiménez y Marco Antonio Pérez Cisneros en el campo de la llamada robótica social, la cual busca que los robots tengan una mayor interacción con el ser humano a través de la lectura de estados de ánimo de las personas.

De acuerdo con los investigadores del Departamento de electrónica y computación, el objetivo del proyecto no es sólo que el robot pueda detectar si una persona está triste o contenta, sino que pueda ofrecer una reacción ante tal situación y de esta manera lograr una mejor interacción.

“La robótica ya ha pasado de ser simplemente máquinas que se mueven y repiten un trabajo, a ser máquinas que puedan interactuar en la vida cotidiana del ser humano”, afirmó Marco Antonio Pérez.

Además de Marisol, el equipo de científicos trabaja en otro prototipo al que llaman “El rostro”, una cabeza humanoide dotada también de “inteligencia social”.

Para que los robots logren movimientos similares a los del ser humano, el equipo analizó previamente su conducta, para luego desarrollar los algoritmos adecuados que imiten sus movimientos.

“Estudiamos cuando un humano observa qué es lo que ve, a quién le dirige la mirada, por qué saluda, bajo qué términos y cómo se dispone a las personas que le ven y que le devuelven el saludo”, refirió Cuevas Jiménez, quien estuvo a cargo del desarrollo del algoritmo de localización del rostro para perfilar la planta robótica hacia la persona con la que se va a interactuar.

También se están desarrollando ya los algoritmos de detección de estados de ánimo —que es el siguiente paso—, los cuales funcionarán apoyados por aparatos de video especializados.

“Hemos empezado a adquirir nueva tecnología que consta de cámaras que acaban de salir al mercado, son cámaras de profundidad que tienen capacidad de identificar emociones”, informó Pérez Cisneros.
Para el desarrollo de los prototipos ha sido de gran importancia la labor de los estudiantes que participan, reconocieron los titulares, ya que han contribuido en gran medida en el diseño de los algoritmos.

Participan alumnos de licenciatura, maestría y doctorado, especializados en electrónica y computación, ya que, a decir de Erik Valdemar, para este proyecto se requiere capital humano muy capacitado.

Los investigadores adscritos al cuerpo académico de Robótica visión computacional y control automático, pretenden que su proyecto alcance una madurez dentro de unos seis o siete años.

Aceptación o rechazo
Zaldívar Navarro, quien lidera la investigación, inició hace más de dos años con la implementación de un seminario en el que revisó la literatura disponible sobre la robótica social.

Ahí los investigadores confirmaron —de acuerdo al contenido de varios artículos de diferentes partes del mundo—, que el ser humano acepta en mayor medida a las máquinas que son similares a él y rechaza aquellas que no lo son.

“Sin embargo parece ser que existe un umbral en el que el humano rechaza al robot cuando se parece demasiado, porque le evoca sentimientos de una persona muerta, de algo sin vida. Es algo muy interesante”, comentó al respecto Erik Cuevas.

Al lograr la aceptación del ser humano, la robótica social pretende que las máquinas puedan interactuar en cuestiones cotidianas, como el cuidado de los niños, de los ancianos o de los enfermos.

El investigador informó que aunque la robótica social es un área que en todo el mundo no ha alcanzado la madurez suficiente, ya existen productos en Japón para cuidar a los ancianos: se trata de robots que están paseándose entre las casas y haciendo preguntas sobre su vida cotidiana.

“No deja de ser la meta final de todo esto, que el humano pueda verlo hasta cierto punto como su par. En Europa, por ejemplo, se ven horribles, son prototipos que todavía no pierden esa forma robótica”.

En el caso de Marisol, la planta robótica fue adaptada a un maniquí que los investigadores obtuvieron en un tianguis. “Es un maniquí que se usa para mostrar ropa, así inició nuestro proyecto, con la idea de que estos maniquíes pudieran tener algunos movimientos, interactuaran con las personas y fueran también una atracción del lugar”.

Obtención de recursos
Para el financiamiento de este proyecto, los investigadores han utilizado los recursos materiales con los que ya contaba el equipo de investigación, como algunas plantas robóticas y herramienta, sin embargo el resto se ha logrado gracias a un financiamiento del CONACyT que obtuvo Erik Cuevas para un proyecto particular sobre imitación del caminado humano.

“Es un proyecto de ciencia básica, de caminado humanoide, lateralmente este proyecto ha cubierto gastos de robótica social porque están ligados, finalmente las mejoras que se quieren hacer a los humanoides que ya tenemos son con el objetivo de lograr las propiedades de interacción social”, dijo el investigador.

Informó que a la fecha se le han invertido unos 120 mil pesos, pero que se requiere una mayor inversión, por lo que están trabajando en un planteamiento formal del proyecto y de esta manera tener sus recursos propios. Entre el material que planean adquirir está el de una impresora 3D, con un valor de 50 mil pesos.

Por su parte, Erik Cuevas destacó la relevancia que tiene el hecho de que los estudiantes de maestría y doctorado cuenten con becas del CONACyT, lo que les ha permitido ahorrar un recurso muy caro, ya que una nómina de este nivel costaría más de un millón de pesos al año.

Destacaron los esfuerzos que se hacen desde las universidades públicas y privadas para generar conocimiento propio, que lleve luego a la generación de tecnología.

“Estamos en la primera parte del eslabón, la que capacita y forma gente pensante, técnicamente calificada que podrá en una etapa siguiente hacer sus aportaciones”, afirmó el investigador Pérez Cisneros.

Los investigadores no descartan la posibilidad de que en un futuro puedan entrar al mercado con estos prototipos, aunque para eso deberán aprobar diferentes estándares de calidad y de seguridad.

Señalaron además que en la actualidad no han trabajado en conjunto con alguna empresa privada —aunque han tenido la oportunidad— debido a la diferencia de objetivos que puedan surgir en este tipo de proyectos.

“Preferimos caminar por nuestro camino, porque a veces surgen intereses que no son compatibles, una empresa quiere que esto se guarde, y en el caso de un científico es al contrario, quiere que todo esto se divulgue, y que otras personas puedan reproducirlo en otro lado”, explicó Cuevas Jiménez.

Registro de patente
Este cuerpo académico cuenta actualmente con una patente activa sobre la pata de un robot humanoide y una patente en trámite por un sistema electromagnético de equilibrio humanoide, de tal manera que en medida que el proyecto de robótica social avance, consideraran patentar alguno de los procesos que sean de interés en el quehacer científico.

“Con la experiencia que ya se tiene, si observamos que algunos de los materiales que generemos es patentable, se procederá a hacerlo de inmediato, ya conocemos los procedimientos, tenemos presencia en el Instituto Mexicano de Propiedad Industrial (IMPI)”.

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