Ricardo Solís: La poesía un hecho anómalo

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No bien acaba de salir al público el más reciente libro del poeta sonorense Ricardo Solís y ya está en nuestras manos, en nuestros ojos, en nuestros sentidos. Bajo un título que recuerda a uno de los más bellos libros de Whitman, Cuerpo en mi cuerpo, es quizás el más íntimo poemario del también reportero de La Jornada Jalisco.
Solís, en tanto rapsoda trasterrado, ha fincado su obra lejos y a la vez cerca del desierto: su lenguaje suena a la arena pulida por el viento y se lee abrillantada por el ardiente sol. Dueño ya de un lenguaje personal, su mundo en este libro está ligado con su pasado familiar a manera de homenajes; y es de la memoria (“los hechos pequeños”) de donde provienen los textos reunidos en Cuerpo en mi cuerpo –la edición está fechada en septiembre de 2011, pero su aparición es reciente y forma parte de la colección Yo’o joara (Lugar de encanto quiere decir en lengua yaqui), editada por Escritores de Cajeme, AC y la editorial Mantis–; su autor acaba de declarar hace un instante que es su obra “más cursi”, quizá porque teme a la ternura; sin embargo, los apegos son su naturaleza esencial: de eso están hechos los versos y las historias de su libro…
“En mi familia no había muchos libros –dice Solís en respuesta a una pregunta–. Había solamente algunos con mi abuela, pero antes nadie en mi familia se había dedicado a escribir. Mi madre aún insiste en que hay algo mal en mi cabeza, insiste en que cree que hay algo anómalo. Esa palabra me gusta, porque Juan Goytisolo ha dicho que la literatura no es más que una consecuencia, un reflejo de una anomalía. Yo mismo creo que la literatura no es sin ser anómala desde su lenguaje mismo. La poesía, entonces, es la forma dada del escritor, del poeta; pero también es una forma anómala de ese mismo lenguaje; en nuestro caso el castellano, ya que nosotros lo hablamos. Esto ocurre sobre todo en el caso de la poesía, porque ella está encargada de decir las cosas directamente…”
¿Tu poesía proviene del reconocimiento de la necesidad de acudir a la memoria, de responder al pasado?
No se puede mantener un vínculo con el mundo sin contestar. De algún modo todo lo que he escrito resulta de mi necesidad de dar una respuesta a las cosas. Yo no escribo porque no podría dejar de hacerlo, como han dicho muchos; yo estoy seguro de que puedo dejarlo y seguir viviendo. He publicado ya algunos libros y todos son distintos. En el caso de este libro, Cuerpo en mi cuerpo, creo que es mi libro más cursi, y no creo esto sea deleznable, si no que puede ser una herramienta, porque todos somos cursis en algún momento.
En Tonos de lo claro y en Cuerpo en mi cuerpo, localizo una enorme distancia con tu escritura anterior, que estaba sostenida en el lenguaje y el propio lenguaje era tema de algunos textos; en esos libros que nombro encuentro una mayor cercanía a la persona y al poeta, son más íntimos. ¿Cómo defines esas diferencias y por qué se dan?
Por una consecuencia natural. Es verdad que en mis poemarios anteriores había una mayor experimentación del lenguaje, y ahora me encuentro en un punto al que deseaba llegar y al que he venido llegando: lo deseaba porque me resulta muy significativo. Necesitaba también narrar historias. La evolución de mi trabajado tiene que ver con mi edad. Me acerco ahora a mis placeres, a mis historias personales. Y están las canciones que me gustan en los poemas, y su ritmo. De hecho en este nuevo libro originalmente casi todos los textos estaban antecedidos de un epígrafe que procedía de alguna vieja canción, y no eran melodías con cierto estatus reconocido para la mayoría, sino de aquellas canciones que me emocionaban directamente…
Con frecuencia hablas de tu experiencia como lector… ¿cómo ha sido?
Yo no podía, ni siquiera imaginar, ser el escritor que soy ahora sin aquellos libros que llegaron a mi vida siendo un niño. Los primeros libros que leí los recogió mi abuela de unas cajas que tiraban de una maestra que había muerto. Y mi abuela rescató todo lo que pudo ante la presencia del camión de la basura que ya los recogía. Eran libros de autores antiguos. Yo comencé leyendo a Salgari y no a Rulfo, porque era un autor que no estaba entre los que se salvaron del tiradero…

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