Réquiem para los bolsillos

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El secreto de un buen negocio es tener clientes seguros. Por eso el negocio de las funerarias es infinito: todos somos su público cautivo, sin excepción. Pero a pesar de que lo sabemos, son pocos los que preparan sus exequias en vida.
“Yo no voy a pensar en eso. Para eso tengo a mis hijos, y si entre todos no juntan lo suficiente para enterrarme, es su problema. Yo ya voy a estar muerto y ni me voy a enterar”. Respuestas de este tipo, cuando no portazos y el rechazo inmediato, son parte de la rutina diaria de los vendedores de paquetes funerarios a previsión.
“La gente todavía piensa que somos aves de mal agí¼ero”, afirma Icela Santoscoy, agente de la empresa Programa de Apoyo de Beneficio Social. “A pesar de que en apariencia nos reímos de la muerte, en realidad le tenemos bastante miedo, cuando es en serio. Por eso la gente no prevé sus gastos funerarios”.
Según un sondeo realizado en 2007 por la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), el 63 por ciento de los entrevistados no ha pensado en los preparativos de su propio funeral. “Al contratar los servicios de emergencia, el costo se eleva entre ocho y 10 mil pesos, en comparación del mismo servicio comprado con previsión”, explica Icela.
Ella y otros agentes de diversas funerarias entraban y salían de la Dirección Municipal de Panteones de Guadalajara. Esta es la temporada alta para ellos. Las semanas previas y posteriores al 2 de noviembre son fechas de mucho ajetreo para ellos y para los burócratas, que expiden permisos para instalar puestos promocionales en los cementerios, llenos de gente por esos días.
“Recibimos entre 375 mil y 500mil personas”, dice Vanessa Pérez-Rubi, directora de panteones de Guadalajara. El sueño de cualquier vendedor.
En una fonda junto a las oficinas gubernamentales, una de ellas presume a sus compañeros: “El año pasado vendí más de 70 paquetes en un solo día. Mi récord son 25 en menos de una hora”.
“La gente está en el canal adecuado”, asegura Raúl Chávez. “Es el único momento del año en el que la gente se pone a pensar en eso. Y si estás ahí, a la vista, pues se acercan y te preguntan”.

Los costos del “último adiós”
Desde 3 mil 800 pesos en una funeraria junto al Hospital Civil, en un ataúd de madera forrada de tela, hasta 110 mil en uno de caoba importado, en un negocio de la avenida Américas, los precios por un paquete de servicios funerarios varían, dependiendo de los detalles, pero todos incluyen más o menos lo mismo: recoger, preparar y trasladar el cuerpo a la capilla de velación, servicio de cafetería para los dolientes, ayuda con los trámites legales, ataúd y urna en caso de cremación.
La diferencia está en el lujo con que se quiera revestir el dolor: desde termos con agua caliente, bolsitas de té y café soluble, hasta meseros con corbata y bandejas; desde habitaciones con sillas plegables, hasta capillas con sillones de piel y detalles barrocos en hoja de oro; desde una procesión en hombros, hasta una camioneta de lujo modificada o una carroza tirada por caballos.
Eso no es todo. A lo anterior hay que agregar el costo del terreno para inhumar (de 6 a 14 mil pesos en el panteón Guadalajara) o de la gaveta para guardar las cenizas (entre 10 mil y 25 mil pesos en cementerios y de 5 a 50 mil pesos en iglesias, según Profeco).
Además hay otros factores de gasto, como la placa o lápida (desde 300 hasta 50 mil pesos), y los últimos deseos del difunto, que pueden ser tan tradicionales como un mariachi, un grupo norteño, banda o trío para despedirlo (de mil hasta 4 mil pesos por hora), o tan inusual como lanzar las cenizas al espacio (12 mil 900 dólares), convertirlas en diamante (desde 2 mil 699 dólares) o en arrecife marino (mil dólares). Hay incluso empresas que “reducen el cuerpo” sin provocar un daño al ambiente (ver botón web).
Otro gasto importante son las ofrendas florales: una corona cuesta entre 240 y 300 pesos enfrente del panteón Mezquitán, pero puede alcanzar los mil 200 pesos en una florería con entrega a domicilio. Los restos marchitos de este rubro son la mayor parte de las 63 toneladas mensuales de basura que generan los cementerios municipales de Guadalajara, los cuales separan para que la Dirección de Parques y Jardines los convierta en composta para abonar las plantas que más tarde se destinan a las áreas verdes públicas de nuestra ciudad. Sólo entre el 1 y 2 de noviembre se generan 13 toneladas de basura por panteón; esas cantidades son tan abrumadoras, que en estas fechas no realizan la separación y todo termina revuelto en el mismo tiradero.

Funeral independiente
Es posible hacer los preparativos fúnebres sin necesidad de contratar una funeraria u otro tipo de intermediarios. Todo se puede tramitar directamente con dependencias públicas.
Una gaveta en un cementerio público cuesta 2 mil 453 pesos por 10 años. Un nicho, 820 pesos. A esto hay que añadir la lapidación del terreno, que va de los 15 mil pesos por un forro sencillo, hasta 180 mil pesos por un pequeño mausoleo, y aún puede elevarse a cantidades inconmensurables, como la tumba López López, con cúpulas doradas en el parque funerario Colonias.
Sin embargo, al comprar la propiedad a un cementerio privado o a una empresa que las vende ya listas para su uso, el precio de un espacio de seis gavetas con forro sencillo, oscila entre los 70 mil pesos, es decir, unos 54 mil pesos más de lo que costaría hacerla uno mismo.
El cuerpo puede ser velado en la casa de los deudos. La única restricción consiste en que cualquier traslado debe hacerse en una caja sellada si pasan más de 24 horas desde la muerte. “Pero con las casas de Infonavit de ahora, hay que sacar la sala y el comedor para poder meter la caja, además de que en esos momentos la gente no quiere ponerse a barrer y trapear y hacer el café para recibir a la gente”, opina el encargado de la funeraria Del Toro.
Se puede contratar el servicio de inhumación directamente en el panteón público, con un costo de alrededor de mil pesos. La cremación puede solicitarse directamente en un crematorio municipal por mil 890 pesos, más 263 pesos por la introducción de las cenizas en un nicho. También es posible conservar las cenizas en casa o esparcirlas en algún lugar deseado por el difunto.

Trámites
Al fallecer una persona, el primer documento necesario es el certificado médico de defunción, con el cual se acudirá al Registro Civil para obtener un acta de defunción original. Con ésta y una identificación oficial del difunto se tramita el permiso de inhumación o cremación, que debe pagarse en la Tesorería.
En caso de que la persona haya muerto en casa, no se debe mover el cuerpo. De hacerlo habrá que acudir ante el Ministerio Público para declarar los motivos. Si las causas del deceso no son claras, el doctor ordenará realizar la autopsia.
Es necesario tomar en cuenta los tiempos: la preparación o embalsamamiento toma alrededor de dos horas y media; la cremación, de dos horas y media hasta cuatro, dependiendo del volumen del cuerpo. No pueden pasar menos de ocho ni más de 72 horas a partir del fallecimiento para la inhumación o cremación del cadáver.

La cremación es la opción
Desde que en 1983 una bula papal autorizó la cremación de cadáveres católicos, la práctica se ha vuelto cada vez más común. Antes era parte del dogma que los restos inertes de una persona serían necesarios para alzarse en el Juicio final. Hoy constituye una práctica que se extiende cada vez más.
Los empleados de capillas San José dicen que ocho de cada 10 funerales que atienden, terminan en cremación. Icela Santoscoy opina que es sólo la mitad. Las cifras oficiales señalan que de enero a junio de este año hubo un total de 548 cremaciones en el municipio de Guadalajara, mientras que se registraron 3 mil 880 inhumaciones.
Fernando Dessavre, director de servicios de dicho municipio, asegura, en el folleto “Tu gobierno”, de septiembre-octubre de este año, que los cementerios municipales tienen una ocupación de entre el 85 y el 95 por ciento, y estima que dentro de cinco años ya no habrá espacio para construir nuevas criptas.
El panteón de Mezquitán es el único que cuenta con un censo que detalla con veracidad esta situación. Actualmente cuenta con 16 mil 93 espacios libres, de un total de 35 mil 671.
La conveniencia es evidente: mientras las dimensiones exteriores de un ataúd son de aproximadamente dos metros de largo por 65 centímetros de ancho y 55 de alto, en un nicho de medio metro en todas sus dimensiones se pueden acomodar con facilidad nueve urnas.
Además, el costo anual de mantenimiento de un nicho es de sólo 90 pesos, mientras que el de una tumba convencional, de 220. En crisis nunca está de más este tipo de ahorros.

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