Remedios Varo: una artista de pincel y pluma

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La obra de Remedios Varo deambula entre el arcaísmo y la vanguardia, una síntesis de inquietudes antiquísimas como la alquimia y la modernidad del psicoanálisis y el surrealismo. Su desarrollo en la pintura y la escritura, así como su asidua afición a la lectura, la han hecho merecedora de un reconocimiento creciente en las últimas décadas, del que da cuenta la exposición “Remedios Varo, la dimensión del pensamiento”, compuesta de treinta y nueve piezas, y apuntes de cinco de sus cuadernos personales. Con la curaduría de Marisol Argüelles, subdirectora del Museo de Arte Moderno, y en colaboración con CONACULTA e INBA, esta muestra será expuesta en nuestra ciudad del 21 de mayo al 30 de agosto en el Museo de las Artes (MUSA).

En su faceta como artista plástica, la precede su fama de espíritu imaginativo y mente creativa, rescoldos de su paso por París en 1937 donde estuvo en contacto con André Breton y el círculo vanguardista de artistas que lo rodeaban. El intimismo y simbolismo de su obra, la circunscribieron al movimiento surrealista tardío en el México de los cincuenta, pese a que Remedios no fue en sentido estricto partícipe de ningún movimiento. Sus influencias eran múltiples y provenían de temas y técnicas variadas, con lo que más que concebir a la pintura como su única plataforma de expresión, ésta le servía de escaparate de una mente a la que parecían salírsele a borbotones las ideas.

La exposición viaja a través de un mapa creado a partir de los escritos encontrados en su biblioteca personal con los que, como asegura Argüelles, construyó buena parte de los motivos de su obra, desde sus lecturas de Aldous Huxley y Carl Jung hasta su predilección por lecturas sobre esoterismo, alquimia, ciencia ficción y novelas medievales de caballerías.

Y es que Remedios Varo se valió de cuantos medios tuvo a su alcance para modelar sus construcciones intelectuales, incluso para generar un diálogo entre disciplinas, una conversación entre artes, de modo que construía significados que sólo parecían ser elocuentes en conjunto. Las notas de sus cuadernos, sus cartas, sus extrañas narraciones que rondan entre la poesía y la ficción, sus falsos ensayos académicos cargados de un humor sofisticado e incisivo, permanecieron como apuntes que disfrutaron sólo algunos allegados suyos.

En 1952 realizó un dibujo en tinta sobre papel, al que tituló El retrato del Barón Ángelo Milfastos de niño, en él, al reverso, narraba la “verdadera” historia del hombre que por cortar las cabezas de sus tías, moriría en la horca. El destinatario de tan peculiar ejercicio era el pintor y escultor Juan Soriano, quien años más tarde comentaría que Remedios solía hacer dibujos de historias que éste le contaba sobre su familia, a las que, por supuesto, inyectaba una elevada dosis de imaginación. A la correspondencia que sostuvo con su hermano Rodrigo entre 1955 y 1961, en la que ella le enviaba fotografías de sus obras con un texto no mayor a las doscientas palabras, se le atribuye una nueva forma de narración. Los escritos acerca de su obra no se limitaban a la descripción, sino que conformaban una interpretación que en ocasiones agregaba elementos simbólicos o acciones no presentes en la imagen plástica. Pero, sin lugar a dudas, este intento empírico y simbólico por tender puentes entre expresiones de diversa naturaleza, alcanzó su máxima expresión con la obra De Homo Rodans de 1959.

Solamente Varo sabía que el espécimen, aparentemente fósil, del Homo Rodans (un esqueleto antropomorfo, con en la parte inferior del cuerpo una rueda en lugar de piernas) era en realidad una ingeniosa pieza de escultura hecha a partir de huesos de pollo y pavo. En cambio, para el resto del mundo, la obra fue presentada mediante un “tratado antropológico imitando un viejo manuscrito” —como confesaba su autora— con el que se intentaba demostrar que éste era el antecedente del Homo Sapiens. Una broma tan creativa “hecha imitando las cosas y palabras científicas que casi nadie entiende y muchas de las partes escritas en un latín inventado que ni yo misma entiendo”, dijo alguna vez, que llamó la atención de uno de los funcionarios del entonces presidente Adolfo López Mateos, a quien obsequió la estatuilla como regalo de Navidad; por lo que la pieza se conserva en una colección privada, como buena parte de su obra.

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