Reinventar la metrópoli

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Partiendo de la premisa de que la metrópoli es una realidad inobjetable, reinventarla conlleva dirigir su futuro, asegurando la calidad de vida.
En las últimas décadas del siglo XX y especialmente en el inicio del siglo XXI, nuestro país y en particular el estado de Jalisco, está experimentando profundas transformaciones urbanas que nos conducen a reinventar la metrópoli, de tal manera que la economía, la política, la sociedad y, por supuesto, el desarrollo urbano en el que vivimos están siendo afectados de manera determinante.
El proceso de urbanización que se dio en la zona metropolitana de Guadalajara a partir de 1950, no tiene precedentes, tanto que se puede afirmar que es una metrópoli sin límite, constituida por cuatro municipios y una mancha urbana de más de 50 mil hectáreas (Guadalajara, Tlaquepaque, Tonalá y Zapopan, pero con la inminente incorporación de los municipios de Tlajomulco de Zúñiga, El Salto, Juanacatlán, Tala y Zapotlanejo).
Este crecimiento está caracterizado por un incremento demográfico, con transformaciones en el consumo del suelo rural a urbano. Un proceso que constituye un desafío social, de infraestructuras, de equipamiento urbano y alteraciones ambientales extraordinarias.
El gobierno estatal está perdiendo su capacidad para innovar y para dirigir la sociedad en un entorno cada vez más abierto, reflexivo y competitivo. En tal virtud, la metrópoli debe asumir un nuevo protagonismo, con la ventaja de que tiene un enorme potencial en sus recursos naturales y humanos para poderlo hacer.
En la actualidad se puede afirmar que los éxitos y fracasos de diversas metrópolis van a representar los éxitos y fracasos de sus respectivos países. Reinventar temas como tener un desarrollo institucional para un buen gobierno, un desarrollo económico sustentable; social incluyente y ambiental equilibrado, dependerán de nuestra capacidad colectiva para reinventar y gobernar nuestras metrópolis, sin soslayar nuestra capacidad para innovar y compartir estas innovaciones con otras metrópolis del país.
Actualmente la fisonomía urbana en Zapopan no sólo es de los rascacielos relucientes. Es también la fisonomía de la pobreza urbana. En el interior de nuestra metrópoli se concentran los lugares de privilegio al lado de la pobreza. Se observa una fisonomía de segregación social, en la que emerge una violencia e inseguridad creciente y por tal razón surgen nuevas barreras en el espacio urbano, sistemas privados de seguridad, como “Puerta de hierro”, que aíslan urbanizaciones, que generan una presión intensa.
Es evidente que ha surgido una fractura entre la metrópoli y sus habitantes, en función de su relación con ese nuevo orden socioeconómico. Ante este panorama, el mercado inmobiliario orienta las nuevas oportunidades de negocio y es incapaz de mitigar esa fractura.
El proceso urbano más relevante es la transformación territorial, asociado al surgimiento de una metrópoli contemporánea dispersa y de una complejidad desconocida. Con desequilibrios entre las áreas centrales y en los nuevos suburbios ricos, de baja densidad y en este contexto, surge una masiva urbanización difusa y sin personalidad, como resultado de la incapacidad de controlar el crecimiento urbano dentro del límite físico razonable.
Esto genera problemas de tráfico, imposibilidad de aplicar un sistema de transporte público decoroso y funcional, un aislamiento físico y falta de cohesión social, destrucción del patrimonio natural, como el lago de Chapala, el bosque de la Primavera, el bosque Nixticuitl, el bosque El Centinela, la ceja de la barranca de Oblatos, así como áreas agrícolas valiosas. Tal es el caso de Tesistán, consumo excesivo de energía y agua potable, generación de cinco millones de kilogramos de basura por día, contaminación atmosférica, disminución de la flora y fauna silvestre, contaminación auditiva y visual, entre otros.
La reflexión de la experiencia de la ciudad de Curitiba, ejecutada por su alcalde Jaime Lerner, arquitecto, urbanista y político brasileño, llama la atención, sobre todo por el impacto social de su sistema de parques y la relación entre su población, el sistema de transporte público, su infraestructura y equipamiento mínimo urbano requerido, aspectos que asumen un compromiso real de legar a las generaciones venideras una metrópoli con un gran respeto de su entorno ambiental.
Hoy se comprueba que invertir en el paisaje natural de las metrópolis es una de las actividades más rentables económicamente y con un importante impacto social, siendo este definitivo, por lo que el urbanismo y la planificación integral pueden aportar en los sistemas asociados al espacio público.
La cuestión clave para el gobierno de la metrópoli es saber si los presidentes municipales, sus regidores y los equipos de gobierno municipal, pueden hacer algo para mejorar la capacidad de tener una metrópoli digna, o si en realidad, la metrópoli requiere de un determinado perfil político y un determinado estilo de vida.
Una de las principales misiones de los gobiernos locales, es orientar el “modelo de metrópoli” en una dirección inteligente, inspirada en la vocación del territorio y con una importante participación de los diferentes actores, sin descuidar el principal componente: la ciudadanía.
La clave para los gobiernos locales que están poco tiempo en el poder (tres años), es elegir bien, identificar los proyectos críticos que requiere implementar la metrópoli y aportar el liderazgo necesario para avanzar en esa dirección.
Desde nuestro punto de vista, para crear una metrópoli humana y atractiva en la sociedad, se requiere reinventar la metrópoli.

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