Rebeldía hecha camiseta

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Muchas han sido las subculturas y contraculturas que han aparecido desde la segunda mitad del siglo XX: darks, metaleros, rockers, skins, mods, góticos, punks, cholos, skatos y, más recientemente, los emos, pero pocos tuvieron un compromiso social, artístico, filosófico y político-ideológico como los hippies, o su antecesora: la generación beat.
Carles Feixa, antropólogo especialista en las culturas juveniles, afirma en De las bandas a las culturas juveniles que hay una diferencia sutil entre las subculturas y las contraculturas:
“Las primeras son estructuras colectivas compactas que toman la forma de ‘banda’, las segundas son medios difusos más individualizados; unas surgen de la dicotomía entre el mundo institucional (familia, escuela, trabajo) y el tiempo libre, otras plantean una tesis (‘el trabajo es un juego’) o bien proponen instituciones alternativas (la cooperativa, la comuna); unas tienden a ser territoriales (apropiación del gueto), otras tienden a ser universales (éxodo para crear un nuevo gueto: las utopías rurales); en las primeras la vivencia predomina sobre el discurso, en las segundas no hay vivencia sin discurso ideológico justificativo; unas fueron vistas como variaciones del tradicional gamberrismo obrero, otras se analizaron como formas más articuladas y peligrosas de disidencia político-moral”.
Los hippies y los beats formaron parte de esos jóvenes de contracultura que durante algunas décadas de la historia (por lo menos en Occidente) escandalizaron y cambiaron a las sociedades de su tiempo. Tenían en común dos particularidades: su oposición al sistema dominante y su interés por la manifestación pública y agresiva de esta inconformidad. Una característica más los une: fueron asimilados por el sistema contra el que se rebelaban y, ahora, su recuerdo permanece distante, deformado de lo que verdaderamente fue.
Carles Feixa considera que el primero de los movimientos de jóvenes de contracultura de la segunda mitad del siglo XX es la generación beat, originaria de Estados Unidos, apareció en los años cincuenta, en California. James Campbell, un periodista de la época, la retrató en Loca sabiduría: Así fue la generación beat, como un grupo de jóvenes que vivían y predicaban una estética literaria nueva basada en la expresividad y la experimentación literaria, una posición político-ideológica contra el orden establecido (sociedad tecnocrática y puritana) y, por supuesto, un estilo de vida desenfrenado: sexo, drogas, alcohol.
Las producciones literarias de los poetas de la generación beat no fueron del todo apreciadas inicialmente. Allen Ginsberg y William Burroughs fueron sometidos a juicio por obscenidad, pues se consideró que sus obras eran inmorales (“Aullido”, como poema y Desayuno al desnudo, como novela respectivamente); no obstante, al final fueron declaradas “no-inmorales”. Para sorpresa de muchos, los beats fueron aceptados paulatinamente. Al principio había unos pocos “buenos ciudadanos” estadounidenses que, aunque no consideraban correctos a los beats, los encontraban graciosos e interesantes, después esta opinión se masificó y convirtió a la generación beat en beatniks, ridiculizándolos, comercializando y sacando provecho de la moda que surgió a raíz de este movimiento.
A principios de 1960, la generación de los “pequeños hipsters”, mejor conocidos como hippies aparecieron en Estados Unidos y rápidamente se diseminaron por todo el continente. Movimientos similares, herederos de la generación beat y los hipsters aparecieron poco después en todo el mundo: de México a Inglaterra, y de Argentina a Checoslovaquia. Todos ellos se oponían a la guerra, a los sistemas de gobierno represores, estaban a favor de la libertad de pensamiento, de expresión, de la igualdad y de la conciencia política. En este periodo, el feminismo tomó auge, la sexualidad empezó a dejar de ser un tabú, el uso de drogas se convirtió en una experiencia mística, los problemas ecológicos adquirieron importancia, comenzaron a buscarse espacios “no contaminados” con los prejuicios occidentales, y lo más importante, los jóvenes comenzaron a manifestarse públicamente contra el gobierno de sus países de origen. Algunos movimientos de jóvenes “revoltosos” terminaron en tragedias.
Los movimientos estudiantiles de jóvenes, sus ideas, estética, ideas políticas y su espíritu contestatario corrieron la misma suerte que la generación beat. Fueron ridiculizados y transformados en un objeto de consumo y, sus ideas, etiquetadas. Los jóvenes de la siguiente generación no heredaron las convicciones político-ideológicas de quienes fueron jóvenes en los años 60 y 70, sólo conservaron los excesos.
En 1977, surgió el movimiento punk. Inspirados en el anarquismo, los jóvenes criticaron al sistema dominante y crearon sus propias instituciones alternativas llamadas colectivos, así como cooperativas y redes de distribución de sus propios productos. Hacia finales de los 80 y principios de los 90, la llamada Generación X aparecería para marcar en la historia la primera de las generaciones con pocos o nulos compromisos sociales, igual que las llamadas “Generación Y” y “Generación Z”, caracterizadas por su apatía y alienadas en el proceso de tecnologización de las sociedades actuales. Dejando atrás el despertar general de conciencias de los 60 y, para fortuna del establishment, la capacidad de rebelarse política e ideológicamente contra él.

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