¿Qué guardan las guarderías?

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Andrea, de tres años, asiste contenta a su guardería, pero antes debe pasar una puerta entreabiarta, subir tres escalones, toparse con la estrecha reja de color rosa abierta a medias, cruzar entre las piernas de los adultos el metro que separa en enrejado de otra puerta que funciona como la verdadera entrada a su mundo de colores.
Andrea tal vez sea la nueva versión en miniatura del Súper Agente 86, quien luego de filtrarse por varios pórticos, entra a su guarida o guardería secreta: infranqueable, siendo la misma sede del sol.
De cerca observé este episodio, a la vez que pedí anuencia con la directora de la guardería, quien según la señora que entregaba a los niños, estaba “bien ocupada”. Insistí y de nuevo la negativa: “No sé a qué hora se desocupe. Está llenando unos papeles”.
Tras el angosto vestíbulo, hay una fila de padres que buscan a sus hijos. En la calle pregunto a algunos si sabían dónde se encontraba la salida de emergencia. Con la mirada desorientada, contestaron: “Mmm, no veo ninguna”, “será esa azul”, “no creo, no dice nada de emergencia”.
Alejandro Chavarría, padre de un niño de cinco años, optó por una guardería de Sedesol, fue “la que mejor se le acomodaba”.
“Antes de la tragedia de Hermosillo, nadie lo había tomado en cuenta. Ahora sí, como padres estamos preocupados, no sabemos si nuestros niños están seguros”.
La doctora María Evangelina López, quien laboró en el IMSS durante 28 años, afirma que “hay que aprender de la tragedia, porque las madres seguirán llevando a sus hijos a la guardería y utilizando sus ocho horas en el trabajo, y los niños continuarán expuestos a todo tipo de situaciones. Muchos padres ni conocen quiénes atienden a sus hijos”.
La pedagoga Elsie Cárdenas, quien trabajó en 1995 como directora de guarderías en Ixtapa-Zihuatanejo, en Guerrero, dijo que “no se trata de guardar a los niños, cantarles, alimentarlos, dejarlos dormir y esperar que vengan por ellos. Debe haber un programa educativo”.
La investigadora María Guadalupe Díaz Cárabes, profesora del Departamento de Enfermería para la Atención y Desarrollo Comunitario, del CUCS señala que los padres deben saber que en las guarderías no se guardan niños: son para cuidarlos.
Para el área de enfermería, “la palabra cuidar es como la Biblia. Implica hacerse responsable de quien cuidamos. {El niño} no es un objeto, es un ser humano”.

Tiempo pasado fue mejor
Las normas para la operación de las guarderías de cualquier dependencia, indican no sólo una salida de emergencia, sino el tamaño de la altura de los escalones, la protección de los contactos eléctricos, el perfil del personal, hasta la cantidad de consumibles en el área médica.
Estas normas varían de acuerdo al servicio prestado. No existe homologación de las mismas.
La doctora Evagelina López vio crecer el programa de guarderías del IMSS. Recuerda que sus sobrinas le decían lo difícil que era entrar a laborar en estos espacios. Había un equipo multidisciplinario y personalizado de médicos, enfermeras, psicólogas, trabajadoras sociales.
La especialista relata que el sentido de las guarderías “no era nada más de guardar a los niños como si fueran cosas, sino proporcionarles un desarrollo de acuerdo a su edad. Quizá en el momento de la subrogación dejaron de lado algunos de estos puntos”.
En el aspecto de salud, narra que lo normal es que un niño en los dos primeros años de vida se enferme tres veces de gripa; pero en las consultas que realizaba en la clínica el año pasado, los niños de guarderías subrogadas asistían hasta dos veces por mes, presentando síntomas de gripa y diarrea. “Lo que evidenciaba que no había gente preparada para realizar el filtro de entrada a estas guarderías”.
Elsie Cárdenas lamenta que muchas personas vean a la guardería como un simple negocio. “Hay negocios más redituables. Si tomamos en cuenta todo lo que pide la Norma Oficial Mexicana (NOM), nos percatamos que adaptar un inmueble es muy costoso, pagas servicios, mantenimiento y personal, tardas tiempo en recuperar la inversión”.
En el sexenio pasado fue abierta la posibilidad de guarderías para madres sin trabajo. “Una idea noble, pero no todos los inmuebles contaban con las medidas de seguridad que años anteriores les habían exigido a las guarderías particulares. De pronto este programa de gobierno dejó de prestar importancia a medidas integrales de seguridad, educación y salud”, asegura la pedagoga.
De acuerdo con Evangelina López, “como las primeras damas no tienen nada qué hacer, toman como bandera las estancias infantiles, lo que ha deteriorado todo el aparato del IMSS en cuanto a recursos, pero quién las investiga a ellas. No hay control eficiente”.
Añade que la raíz del problema puede estar cuando se dio auge a las guarderías subrogadas, en el periodo presidencial de Ernesto Zedillo. “Habría que averiguar cuánto dinero queda para el cuidado del niño o la bolsa del dueño de la subrogación”.
Díaz Cárabes asevera que la filosofía del IMSS no existe en ninguna parte del mundo y es un ejemplo a seguir. “La Secretaria de Salud debe asumir la responsabilidad del no cumplimiento de las NOM, pues los padres apuestan a la institución por la seguridad de los niños, y confían en las personas que los cuidan, así como en el espacio donde desarrollan las actividades”.

Tropezar con la misma piedra
En 2002, un niño falleció por broncoaspiración de tipo alimentario en una guardería del ISSSTE, en Aguascalientes. Fue el inicio de la conciencia al respecto. Comenta Cárdenas que en ese momento el IMSS, la SSA, y el DIF, ofrecieron cursos de manejo de guarderías, cerraron locales que no cumplían con las especificaciones y a otras les pusieron plazo para adecuar los inmuebles y sustituir a su personal por otro más capacitado.
Pasaron siete años y de nuevo la historia se repite. Una tragedia pone el ojo en las guarderías del IMSS y qué sucede con las otras: las privadas o las nuevas. Elsie Cárdenas dice no entender el programa de Sedesol. Sus sobrinas asisten a esas guarderías, y asegura que no son atendidas por educadoras, no cuidan los alimentos, como en las del IMSS o del DIF. “Independientemente del sector de la sociedad a la que pertenezcan los niños, todos tienen el derecho a la misma protección”.

Autoridades, ¡shhh!
Volvemos al presente. Decidimos entrar al ojo del huracán y preguntar a las autoridades competentes, esas que deben saber qué guardan las guarderías.
Caminamos de la Calzada para arriba. No encontramos respuesta. Seguimos hacia abajo y llegamos a Belisario Domínguez. Los “cubrebocas” en pleno “uso”: no hubo declaraciones.
Por sugerencia de la dependencia estatal del IMSS, llamamos a la Ciudad de México, en busca de una voz que nos “vinculara” con Jalisco. Del otro lado del auricular me indican que necesitaban por escrito la solicitud de mi entrevista desde la dependencia en Jalisco, y quizá desde el propio estado nos podrían ofrecer datos precisos. Digo a la interlocutora en el DF que la misma dependencia estatal horas antes afirmaron que sólo podían ofrecer entrevistas si en México las autorizaban. Minuto de silencio. Pide que espere al teléfono y de regreso, afirma: “Ahorita no está la persona con la que yo tendría que hablar para ver cómo se va a resolver en tu caso”, “¿Caso? –le digo–, yo sólo quiero una entrevista sobre trámites y licitaciones”. Continúa la señora: “Voy a hablar a Jalisco para ver si la persona idónea está allá. Tú me dices que sí, ¿verdad?, ¿quién es la persona? Deja anotar los nombres y con esto vamos adelantando algo. Cuando me comunique con Jalisco y me hagan llegar los datos que les diste, yo me comunico contigo. ¿De qué medio hablas?”.
Me volví a presentar: “Soy Yllelyna Aponte, reportera de La gaceta de la Universidad de Guadalajara. Insisto que yo misma puedo indicarle las preguntas que necesito para no dar tantas vueltas”. Ella contesta: “Perfecto, Fabiola…” Silencio del otro lado del teléfono. Fin de la comunicación.
Busco la respuesta a la pregunta con la que comienza este reportaje: ¿Qué guardan las guarderías? Una imagen me responde: Mafalda dice a su tortuguita: “Burocracia, tu lechuguita”.

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