Protección a la biodiversidad del continente

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Como los escuchamos en el III Coloquio Internacional de Cultura Científica, de la FIL 2010, algunos de los más destacados expertos del continente consideran a América Latina como la región más rica en biodiversidad, o desde otra perspectiva, como la reserva de biodiversidad más grande del planeta.
Ello se debe a la variada topografía y la ubicación geográfica, que abarca desde el norte del Ecuador hasta el Polo sur. América Latina tiene una extensión de más de 20 millones de kilómetros cuadrados, que se extienden desde el límite entre Estados Unidos y México, por encima de los 30° de latitud norte, hasta más allá del Cabo de Hornos, es decir, los 50° de latitud sur, lo que implica una gran variedad de climas, desde tropicales hasta antárticos.
A esta enorme variedad de climas se agrega un paisaje caracterizado por altas montañas, zonas húmedas, bosques, extensas planicies, desiertos, estepas, páramos de altura, manglares, etcétera. Es así como las diversidades combinadas de climas y accidentes geográficos producen una variedad de hábitats.
Es posible distinguir en América Latina desde zonas hiperhúmedas y húmedas, que tienen altas temperaturas y precipitaciones anuales promedio de más de dos metros, con máximos de hasta más de nueve metros. Por ejemplo, la pampa o pastizal templado o sabana extratropical, abarca 500 mil km2, y se ubica en su totalidad en territorio argentino. Tiene una media de 500 a mil mm de precipitaciones anuales, con temperaturas que oscilan entre 16 y 17°C. Zonas semiáridas hasta áridas y desérticas, en las cuales las lluvias pueden estar ausentes por más de un año, en casos extremos, como en los desiertos del sur de Perú y el norte de Chile, donde en regiones como Iquique se registraron leves lloviznas en sólo 17 de los últimos 50 años.
El desierto de Atacama es el área más seca del planeta, la catinga (nordeste) brasileña, algunas zonas del norte de Venezuela y Colombia, los valles de Mezquital y Tehuacán-Cuicatlán, en México y ciertas zonas áridas o semiáridas de las Antillas Holandesas.
La presencia de grandes masas montañosas es un fenómeno peculiar de América Latina y su ubicación resulta en una diversidad de ecosistemas costeros. Basta recordar las características del Caribe y las diferencias entre el Atlántico y el Pacífico, y factores tales como temperaturas, corrientes, salinidad, etcétera.
Los ecosistemas marinos representan un gran potencial de recursos, no sólo por los aportes a la producción de alimentos, sino por diversidad biológica. Estos sistemas son el centro de la pesca de camarones, ostras, etcétera. La vegetación típica de estos sistemas es el manglar, tolerante a la salinidad del agua, a las fluctuaciones de los niveles de agua, y que desempeña un papel fundamental en el ciclo de los nutrientes, como hábitat de numerosas especies, tanto permanentes como migratorias, y de regulación del balance químico de las aguas. Los mayores manglares se encuentran en Brasil, México, Panamá, Cuba y Venezuela.
La región es una de las que más ha contribuido en términos de especies a la alimentación mundial, ya que es centro de biodiversidad de especies, como maíz, papa, patata dulce, cacao, diversas variedades de fresa, tomate, pimiento, chirimoya, aguacate, etcétera.
Brasil es sin duda el país del mundo que concentra la mayor biodiversidad (especialmente en la selva amazónica) y de organismos: plantas, insectos, vertebrados terrestres, animales de agua dulce, primates y pájaros.
Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia comparten parte de la selva amazónica, y México y Guatemala constituyen el otro gran centro.
La magnitud de esta geografía debería comprometer a los gobiernos, ciudadanos y medios de información a la defensa de este patrimonio biológico y la difusión de sus valores.

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