Privacidad mentira y espionaje

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Existen dos amenazas esenciales que debemos agradecer a las nuevas tecnologías: la disolución del espacio privado y la sinrazón que implica juzgar lo dicho fuera de contexto. Por un lado, la posibilidad de escuchar, ver o leer lo que otros comunican en situaciones concretas en las que no se prevé la existencia de un tercero que intervenga y juzgue lo dicho, hecho o escrito, abre la discusión a diversos problemas en los que se pone en juego no sólo nuestra inteligencia y sentido ético, sino nuestra cordura social. Por otro lado, la efervescencia comunicativa que permiten las redes sociales y los medios de comunicación en general da la impresión de que todos sabemos comunicarnos y juzgar la comunicación. Sin embargo, es evidente que las herramientas de juicio fallan cuando se levantan olas de aprobación o desaprobación sobre fragmentos de conversaciones al margen de los contextos en que sucedieron y al margen de consideraciones pragmáticas que no deberían comprometer la moral de los participantes en la conversación hecha pública.

El contexto global y tecnológico contemporáneo exige un pensamiento crítico e informado en el momento de juzgar lo dicho en contextos específicos. No es suficiente una lista de virtudes y vicios asimilada acríticamente desde el púlpito, la familia, o los estereotipos. Las circunstancias y vida contemporánea son más que eso. La complejidad de los contextos públicos y privados que se empalman requiere de individuos que consuman más Carlos Fuentes y Foucault, y menos telenovelas o valium.

Entretanto, proponemos al lector considerar los siguientes aspectos antes de poner en tela de juicio la comunicación de terceros que, sin consenso ni derecho, se hace pública.

El hablante multifacético
Las situaciones comunicativas en las que nos desarrollamos son tan diversas como los roles que cumplimos. Ningún individuo exitoso porta un único estilo conversacional. La cálida sonrisa matutina en el gimnasio, se puede tornar en amarga ironía mientras conducimos. No hay lugar para hablantes planos porque la cultura urbana es demandante, rica y sofisticada. Día a día los rituales locales se deslavan frente al contacto intercultural que permite la migración y los medios. Un individuo es muchos individuos y su habla también.

Cortesía
La armonía y sobrevivencia social sólo es posible a través de la cortesía, y ésta implica que la verdad no sea siempre una moneda de cambio en las interacciones comunicativas cotidianas. Si alguien nos pregunta “¿cómo estás?” en el pasillo, no nos detendremos a contarle el problema que nos atormenta; contestaremos con una frase: “bien, ahí vamos”, etc. No gritamos nuestros afectos a quien nos parece desagradable simplemente porque no tenemos derecho a hacerlo y porque la vida se complicaría terriblemente. La evasión informativa (mentira, hipocresía o diplomacia) permite la armonía y cohesión social.

Contexto
Es posible que en privado se bromee o liberen giros tabú de temas específicos: las razas, el sexo, las nacionalidades, la edad, el género, la profesión. Sucede así porque cada individuo tiene procesos de identificación con grupos a través del rechazo que hace de otros grupos. Así no es extraño que nos definamos señalando lo que es diferente a nosotros. Construir una identidad implica el contraste con los otros. Si un dentista dice “todos los políticos son rateros” significa “yo no soy un ratero”. Lo no dicho significa tanto o más que lo que se dice.

Relevancia
Cuando hablamos no sólo codificamos, inferimos. De nada sirve decodificar “eres un perro” si la frase se dice a un hombre. Hay que inferir qué se quiere decir. Por ello la comunicación tiene siempre un riesgo. El contexto y los participantes hacen la diferencia. Para saber qué es relevante en una conversación se necesita algo más que saber la lengua o tener la mente diseñada por los estereotipos que se difunden aquí o allá.

El hombre del siglo XXI no puede ser hombre de palabra, sino de palabras e inferencias. La complejidad de la vida actual obliga a la reflexión. Descalificar es  insuficiente, pero efectivo. Los intereses creados de grupos lo saben, ya sea intuitiva o conscientemente. Por ello explotan los fragmentos de grabaciones infiltradas y las frases descontextualizadas intencionalmente. En las redes hay más reacción que pensamiento. La gran sociedad contemporánea es un androide gigantesco, impacta por su dimensión digital, pero desconcierta por su pensamiento primitivo, limitado y salvaje.

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