Porristas en chino

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One World, one Dream. Un mundo, un sueño. Fue el lema de los Juegos Olímpicos de Beijing, y es que para muchos el haber estado en la capital olímpica fue un sueño hecho realidad.
El encuentro con esta justa deportiva es mágico. Basta situarse en el complejo olímpico para que la majestuosidad y espectacularidad del Nido de Pájaro y el Cubo de Agua dejen a todos sin palabras y con un sinfín de emociones en su interior.
En esta ciudad desde hace varios años se respira deporte, pero fue durante la edición número 29 de los juegos, cuando todos fueron uno mismo sin importar la raza o las limitantes del idioma.
Ahí, todos convivieron unos con otros, se tomaron fotos, cantaron y bailaron juntos en un ambiente de hermandad que sólo el deporte puede lograr.
Durante 15 días los deportistas disfrutaron la victoria y lloraron las derrotas al máximo, rompieron marcas olímpicas y mundiales, dieron su mejor esfuerzo, porque sabían que el 08/08/08 iniciaba su cita con la Historia, y el objetivo era grabar con letra doradas sus nombres.
Un ciclo olímpico más se ha cumplido y algunos regresan a casa con un mal sabor de boca, otros con el triunfo en sus manos y algunos más ya piensan en su preparación para Londres 2012.
La comunidad China hizo su mejor esfuerzo para lograr que estos juegos perduraran por mucho tiempo en la memoria colectiva de los visitantes, al parecer lo cumplirá y ahora los viajeros emprenden el viaje de regreso a casa con un maleta llena de recuerdos.

Oro para México
La tripleta mexicana integrada por Jonathan, Felipe y Guido se adjudicaron la medalla de oro a la mejor afición en los Juegos Olímpicos de Beijing. Estos mexicanos viajaron desde Salamanca, Guanajuato; Mérida, Yucatán y Guadalajara, Jalisco, respectivamente, para apoyar a los atletas mexicanos que participaron en la justa olímpica.
Pocos fueron los mexicanos que hicieron el viaje hasta Beijing, pero sin lugar a dudas ellos fueron los más espectaculares, ya que pusieron la fiesta en cuanto escenario olímpico pisaron, llegaron a Beijing perfectamente equipados con pelucas tricolores, sombreros de charro, silbatos, zarapes, banderas, matracas, hasta el tradicional chipote chillón, característico del Chapulín Colorado y un sinfín de artículos representativos de México.
Llaman la atención donde sea, en su primer día realizaron una exhibición de cómo se debe jugar al balero, los habitantes chinos los miran con asombro y atención, Felipe le pide a algunos de los anfitriones que lo intenten. Primero se niegan, pero al final aceptan y todos se divierten.
En otro de sus encuentros con los Juegos Olímpicos su vestimenta incluye peluca tricolor, playera y bandera de México, silbatos, y como pensaron en todo se pintan una bandera en la cara.
Llevan sólo dos minutos de haber arribado a la línea 10 del metro ubicado muy cerca de complejo olímpico, la gente los ha rodeado; todos quieren una foto con ellos, los minutos transcurren y no pueden dar un paso, son la sensación de Beijing, luego de varias pausas emprenden la marcha hacia el Nido de Pájaro, pero su caminar no pasa desapercibido, son los más entusiastas, la petición de fotos es interminable: niños, jóvenes y adultos quieren guardar el recuerdo, ellos lo disfrutan al máximo, bromean, platican con los chinos e incluso posan sin que se los pidan en algunas fotos para sorprender a la gente.
Uno de los días más memorables para estos mexicanos fue sin duda su encuentro con el Nido de Pájaro y para ese día no importaron las altas temperaturas, su indumentaria incluía sombrero y el tradicional zarape. Una vez más la lluvia de fotos y decenas de reportajes para los diferentes medios de comunicación.
No cabe duda que los mexicanos son el ingrediente principal para disfrutar de estas justas deportivas donde a pesar de estar al otro lado del mundo hacen sentir al resto de los mexicanos como en casa.

“El bufón de la suerte”
Con ese título se autodenominó José Luis, un turista español, luego de su aventura en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, ataviado con una playera española, bandera y gorro de bufón en mano, salió de su hotel decidido a ir a apoyar a los ciclistas españoles en la prueba de ruta, donde eran amplios favoritos a obtener la medalla de oro.
El recorrido a la zona de competencia le ha llevado un tiempo de cuatro horas, tomó el autobús, el metro, un taxi y hasta aventón, además de realizar una larga caminata. Al fin llega al lugar indicado le impiden el acceso y empieza su estrategia para ingresar al evento.
“Tuve que explicarles cómo se debe vivir y apoyar a los ciclistas para que sientan el apoyo de su gente, después de un tiempo de discusión y luego de que se unieron otros turistas logramos ingresar al recorrido”.
Ahora está más cerca de la meta y es testigo de una parte de la ruta ciclista, España e Italia dominan la prueba consistente en un recorrido de 270 kilómetros, finalmente Samuel Sánchez de España se adjudica la medalla de oro, él canta y baila ante la mirada del resto de los turistas que lo felicitan, le toman fotos y hasta cantan con él, ahora el siguiente objetivo es estar presente en la ceremonia de premiación, la historia se repite.
“Luego de que ganamos la medalla de oro era indispensable estar presentes en la ceremonia. Los italianos, que ganaron la plata, se unieron a nosotros y logramos por segunda vez que nos dejaran pasar”.
José Luis está justo frente al campeón olímpico, las cuatro horas para llegar hasta ahí han valido la pena, emprende el camino de regreso iniciando con la dura caminata pero esta vez corre con mejor suerte; un taxista decide darle el servicio, esta vez el trayecto dura una hora.
Contrario a lo que podría pensarse en cuanto a los controles de seguridad en los Juegos Olímpicos ahora la afición fue la ganadora y una vez más queda demostrado que la unión hace la fuerza.

“Amiga, balato”
Si tuviéramos que elegir la capital mundial del regateo, sin duda alguna sería China.
En pleno centro de la ciudad existe un pequeño mercado con un gran número de artículos representativos de la cultura china entre otras novedades. Las primeras frases de los comerciantes al ver al turista son: “Hello”, “Mila”, “Balato”, todos quieren mostrarte su mercancía.
Pero sólo es cuestión de pedir el precio de alguna mercancía para que el vendedor y el turista emprendan una lucha de ofertas por el mejor precio, actividad que lleva en ocasiones cerca de 10 minutos y donde al final el vendedor cumple su cometido, aunque la labor también tiene su gratificación para el cliente quien al final obtiene un producto que inicialmente se ofrecía en 120 pesos mexicanos, hasta en 15.

Agosto en agosto
Conseguir un boleto para cualquier actividad de los Juegos Olímpicos de Beijing fue una verdadera hazaña para los turistas, bastaba dar un recorrido por los alrededores del Nido de Pájaro y el Cubo de Agua para que decenas de personas presumieran sus tickets y los ofrecieran al mejor postor, ante la vista de todos y sin que ninguna autoridad tomara cartas en el asunto.
Los revendedores de boletos no sólo eran asiáticos, también había europeos y de otros continentes, de todas las edades y todos abusaron de los turistas que viajaron desde diversas partes del mundo, y de su desesperación por obtener las entradas. Incluso se colgaban letreros en inglés y en chino con la leyenda “Compro boletos”.
En Beijing la entrada para un evento no tan cotizado cuyo precio es de 100 yuanes –unos 150 pesos–, se llegó a vender hasta en 2000 y 4000 yuanes, lo que equivale a 3 mil y 6 mil pesos mexicanos.
Pero las entradas para eventos como los juegos de básquetbol del denominado Dream Team de los Estados Unidos se cotizaron en el mercado negro hasta en 13 mil dólares.
Y mientras la postura oficial fue siempre que no había boletos, las tribunas para algunas actividades lucieron semivacías o repletas de voluntarios, mientras la reventa hizo, literalmente, su agosto.

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