Por una modernidad incluyente

Una de las conferencias con más contenido filósofico fue la que ofreció Enrique Dussel, en la pasada feria del libro. Su propuesta estriba en definir una transmodernidad, que incluya un diálogo abierto entre las culturas

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Sin simetría entre culturas no puede haber diálogo. Y el diálogo intercultural se hace posible a medida de que tomemos conciencia que es asimétrico. Por lo que es necesario rehacer el marco teórico en que se inscribe nuestra visión del mundo, de la historia y de las relaciones humanas.

Estos supuestos son las bases teóricas que Enrique Dussel, fundador de la filosofía de la liberación en América Latina y docente de la UAM y la UNAM, quien expuso en la conferencia inaugural del evento Diálogos sobre Intercultura ”que el Centro Universitario del Norte organizó en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara” para sustentar la posibilidad y la necesidad de un diálogo entre diferentes culturas.

“Para hacer un diálogo intercultural hay que caerse del caballo del eurocentrismo, y si hay alguna carrera completamente eurocéntrica, es filosofía, que es un poco el núcleo de todas las otras carreras”. El método para destruir el eurocentrismo, según planteó el académico, es repensar y reinterpretar la historia.

“Es eurocéntrica hasta nuestra interpretación de nuestra propia historia. Tenemos que despojarnos de elementos eurocéntricos, para poder empezar un diálogo con otras culturas, pero no como europeos, sino como latinoamericanos, como mexicanos, herederos de la historia de nuestro país”, agregó Dussel. Eurocentrismo, que al mismo tiempo oculta su historia a los propios europeos, por lo que “nuestra reinterpretación puede ayudarle a redescubrirse y comenzar un diálogo de iguales a iguales”.

En este sentido contó una anécdota. “Me acuerdo de un inglés, que una vez me dijo: ¡Ah, usted viene de México, ¡el Nuevo Mundo!, al que yo le contesté: ¿Del Nuevo Mundo? ¿Qué había en Inglaterra en el siglo III, como gran ciudad? Había monumentos megalíticos, es decir una piedra sobre otra piedra, y aldeas, en mi patria había una gran ciudad de 300 mil habitantes, que se llamaba Teotihuacán”. Por lo que, al final, le dijo “Mire, soy pobre, pero no nuevo”.

Asimismo, explicó que para que haya diálogo intercultural, “uno tiene que dejar de pensar que su cultura es la más desarrollada, y entonces empezar a descubrir lo valores de las otras, porque nos pueden enseñar muchas cosas todavía, porque ninguna cultura es mejor que las otras en todos los aspectos”.

Para sustentar su planteamiento, Dussel propone una nueva visión de la historia, que cuestiona la organización instituida por los románticos alemanes de finales del siglo XVIII, que la divide en antigí¼edad, edad media y modernidad: “fenómenos particulares y adaptados al contexto europeo”. En cambio el académico plantea una historia mundial que se divide en cuatro etapas, que se desarrollan a partir de Mesopotamia, Medio Oriente, India, con centro irradiador de culturas el Asia, y en particular la China.

“Los pueblos mesoamericanos y del Incario derivan en todo y por todo de Asia”, por lo que las culturas de América se forman del lado del Pacífico, y no del Atlántico, con Colón y el colonialismo, añadió el docente. Con estas proposiciones, Dussel pretende desmentir la visión oficial de la historia, propuesta por Hegel, que argumentaba que ésta se desarrollaría de Oriente a Occidente, partiendo de China para culminar en Europa. En cambio, el profesor de la UNAM sostiene exactamente lo contrario, es decir, que la evolución de las culturas va de Occidente a Oriente, iniciando en Medio Oriente para culminar en China, para después pasar a América Latina, poniendo Europa en un plan secundario, por lo menos, hasta el colonialismo y la caída del imperio chino.

Entrevista con Dussel
A raíz de la postura que expuso, ¿cómo podríamos entender el dialogo intercultural en el contexto mundial actual? El problema está en que se habla del diálogo, pero primero se olvida la asimetría. La cultura occidental tiene los instrumentos técnicos, militares y económicos, y cree que este poder es ya de por sí la prueba de la superioridad de su civilización. Pero al mismo tiempo podría muy bien ser una prueba del desarrollo desmesurado de sus efectos negativos, el cual, la propia civilización occidental no tiene la capacidad de frenar. Entonces hay que hacer cuenta que el diálogo tendría que ser simétrico, pero para esto son los pueblos más pobres y dominados los que tienen que poner condiciones, sabiendo que uno mismo debe adquirir la simetría.

¿Y cómo pueden los pueblos más pobres cobrar conciencia de eso?
Empezando a descubrir los valores de la propia cultura, que en algunos aspectos puede ser superior a la occidental, aunque en otros no, entonces hay una vuelta sobre la propia cultura, como en China, India, en el mundo musulmán, en América Latina, que propone otros valores, despreciados por la modernidad, y declarados bárbaros y primitivos, y desarrollarlos dialogando con la modernidad, sin negarla.

En este escenario, ¿cuál podrían ser las acciones concretas a desarrollar, para favorecer un diálogo entre culturas?
El proyecto no es de otra modernidad, ni de una cultura universal univoca donde todos seremos lo mismo y hablaremos la misma lengua, que será el inglés, sino se trata de idear un “pluriverso”, donde cada cultura, más allá de la modernidad y el capitalismo, va a entrar en un desarrollo de sus propias aportaciones culturales a un mundo más rico, y a eso yo no le llamo ni posmoderno ni otra modernidad, sino lo transmoderno, una cultura más allá de la modernidad, que se está gestando, pero que hay que discutir.

¿Cómo se puede definir el concepto de transmodernidad?
El equipo nuestro, descolonizador, desde el punto de vista de la episteme, empieza a hablar de la transmodernidad como otro proyecto cultural fruto del diálogo, porque el diálogo va hacia la comprensión del otro, al desarrollo de lo propio, entonces será un “pluriverso” de culturas más autoconsciente, donde cada una podrá aprender de la otras, durante mucho tiempo todavía.

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