Política energética de largo alcance

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informe del rector del CULAGOS, Roberto castelan rueda, en la foto el rector general de la udeg Carlos brise–o torres.

En el mundo existen tendencias de época que no se pueden ignorar. En ocasiones algunas de éstas nos afectan, pero al mismo tiempo nos muestran una ventana de oportunidades. Un ejemplo claro de ello es la que indica que la “jubilación del petróleo” está en puerta; y que, en consecuencia, arranca una nueva era: la de automotores que se movilizan con base en biodiesel y bioetanol. Esta nueva realidad, que está en ciernes, si bien puede afectar a los países petroleros, al mismo tiempo se presenta como una alternativa para salir de la dependencia de los hidrocarburos fósiles, mejorar el medio ambiente y reducir el calentamiento global.
Así, algunos países han tomado decisiones de Estado tendientes a desarrollar importantes programas de producción, investigación, desarrollo e innovación científica en materia de biocombustibles; otros más han emitido leyes destinadas a reducir el consumo interno de gasolina o a exigir un determinado porcentaje de bioetanol en los combustibles de los automotores para los próximos 10 años.
En nuestro continente, desde hace algunos años, países como Estados Unidos, Brasil y Colombia “aprietan el acelerador” para enfrentar este reto. Por ejemplo, nuestros vecinos del norte, ya están produciendo grandes cantidades de etanol derivadas del maíz, para cumplir con la meta que se han fijado de reducir en los próximos diez años en un 20% el consumo de gasolina. En Colombia, se pretende producir en este año 645 mil toneladas de biodiesel extraído de la palma aceitera. Esta producción se sumaría a los 25 millones de litros de etanol que ya produce mensualmente para surtir su demanda interna.
Lamentablemente en esto, como en otros temas torales, México llega un poco tarde a su cita con la historia: apenas el pasado 2 de febrero se publicó la Ley de Promoción y Desarrollo de Bioenergéticos, sin embargo será hasta fines de este año cuando se expida su Reglamento. Mientras en Brasil desde hace 30 años ya utilizan los biocombustibles, en nuestro País será hasta el año 2010 cuando se introduzcan por primera vez en forma experimental en los automotores, siendo la zona metropolitana de Guadalajara el espacio seleccionado para realizar el programa piloto.
De igual forma, el presidente de la República recientemente anunció el reto de producir un millón 250 mil litros diarios de etanol (456 millones anuales), lo que significaría elevar la producción actual en ocho tantos, lo que en las condiciones de este momento parece difícil de alcanzar. Seguramente, concientes de ello, en el Congreso Internacional de Biocombustibles, celebrado el pasado 7 y 8 del presente en Guadalajara, el Secretario de la SAGARPA, Alberto Cárdenas, fue más austero: habló de producir a partir de 2010 tan sólo “200 millones de litros anuales de etanol”.
Un reto importante si se quisiera producir etanol de la caña o el maíz, pues los problemas serían, por un lado, que los ingenios tienen una producción deficiente, además de que el bagazo de la caña es utilizado para alimentar el ganado. Por el otro, al obtenerlo del maíz habría desabasto y se afectarían las necesidades alimenticias de la población. Por ello, los expertos y los científicos han planteado la necesidad de extraer biocombustible de especies no alimenticias o que se cultivan en terrenos no agrícolas: llamados biocombustibles de segunda generación (como la higuerilla, el aceite de ricino y de palma, y las algas, especies que en algunos casos ya las experimentan científicos de la Universidad de Guadalajara).
Sin embargo, estas medidas nos obligan a insistir en que aún está ausente una política de Estado en la que converjan los sectores energético y económico, junto al científico y tecnológico para la mejor utilización de las tierras, el agua, los créditos, y para una mejor articulación de las cadenas productivas. La experiencia en otros campos, evidencia que si desvinculan los eslabones estratégicos, los resultados son exiguos o incompatibles con las metas propuestas.
Lo hasta ahora expuesto, nos conduce a puntualizar que una política energética que sólo se centre en la reforma petrolera, o busque la producción de etanol a partir de especies alimenticias sin incentivar o apoyar seriamente el campo, condena al país a que en el mediano plazo surjan otros conflictos sociales o crisis económicas. Por tal razón, política de Estado en materia de energéticos debe vincularse con otros sectores o problemáticas, tanto económicas como sociales, a fin de que sea más integral y de más largo alcance.
En este escenario, las universidades insistimos en que la investigación tecnológica y la innovación científica son actividades sustanciales en las políticas de Estado. Empero, en la Ley recientemente creada no se contempla explícitamente la participación de las universidades o la creación de un Sistema Nacional de Investigación para la Promoción y el Desarrollo de los Bioenergéticos. Las universidades podrían contribuir a incrementar la posibilidad técnica de producir biocombustibles de segunda generación, en el ánimo de garantizar tanto la seguridad energética como la alimentaria y así enfrentar mejor los retos que los tiempos y la propia naturaleza nos imponen.

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