Pierre Menard es un maestro en el olvido, es alguien que influyó con su forma de ver al mundo a discípulos que le siguieron y lo precedieron; pero que también ha sido olvidado porque sus esfuerzos han pasado casi desapercibidos. En ambos casos, se trata de un personaje de ficción que ha enriquecido para siempre el arte rudimentario de la lectura.

Así lo consideró el escritor argentino Alberto Manguel durante su conferencia “Pierre Menard, instrucciones para leer”, como parte de la Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar, donde destacó el legado que dejó este personaje ficticio que nació en la mente del fallecido escritor argentino Jorge Luis Borges y que ayudó a repensar las distintas arterías en las que se manifiesta el plagio en la literatura.

“La valiente empresa de Pierre Menard ha enriquecido para siempre el lento y rudimentario arte de la lectura recuperando para su práctica las nociones de anacronismo deliberado y falsas atribuciones”, sostuvo el escritor, editor y crítico literario.

Para Alberto Manguel, este personaje de Borges ayudó a los lectores a reinterpretar, reetiquetar y reasignar cada uno de los textos universales, convirtiendo escritos como el poema de “Beowulf” en otras obras que se mantienen vigentes en nuevas épocas.

“Intentaré trazar brevemente la historia de este gesto revolucionario y liberador a través de las estrategias de plagio, falsificación, reinterpretación y traducción de lectura y reescritura”, añadió el escritor.

Mangel recordó los orígenes de Menard, regresando a aquellos días cuando Borges tuvo un accidente que creyó que lo alejaría de la escritura. En ese entonces el célebre escritor imaginó que, si no recuperaba su estilo, no se debía a la falta de creatividad, sino a una nueva forma de escribir que aún no comprendía por completo.

“Entonces se propuso escribir la necrológica de un escritor francés apócrifo cuya ambición había sido escribir El Quijote; no quería componer otro Quijote, sino hacer El Quijote”, mencionó Mangel.

Diversos propósitos del plagio
Cuando a Borges se le consultaba por Menard, explicaba que el ficticio personaje no es un escritor que copia por completo los capítulos, sino que lo olvida y lo vuelve a retomar para crear algo igual, y quien sostenía que existían demasiados libros en las bibliotecas.

Menard se apropia de un texto ajeno y lo reconoce como propio, al hacerlo dota al texto de una masa de connotaciones históricas, culturales y personales que no podían estar en el texto original”, dijo Mangel.

Con esta perspectiva, abrió el panorama para que los lectores reinterpretaran las obras y así volver a crear un nuevo producto desde cero, proponiendo cambiar las percepciones éticas del imaginario colectivo alrededor del plagio.

“Cómo todo hombre de buen gusto, Menard abominaba esos carnavales inútiles, solo aptos para ocasionar el plebeyo placer del anacronismo, o lo que es peor, para embelesarnos con la idea primaria de que todas las épocas son iguales o todas las épocas son distintas», enfatizó.

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