Periodismo transformista

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¿Cuál es para un blanco la mejor forma de entender cómo vive un negro en un país de blancos? La respuesta más absurda es también la correcta: convertirse en negro. La paradoxal idea se le ocurrió al periodista alemán Gí¼nter Wallraff, que “disfrazado” durante un año de exiliado somalí, recorrió toda Alemania para literalmente probar en su propia carne la discriminación que sufren los africanos y los afro-alemanes en ese país.
Además de ser documentada en la película Scwarz auf weiss, esta experiencia dio vida al reportaje Negro sobre blanco. Un extraño entre alemanes, que forma parte del nuevo libro de Wallraff Con los perdedores del mejor de los mundos, que acaba de editar en español Anagrama y se puede encontrar en librería mexicanas entre las novedades.
El libro se compone además de otras obras de transformismo del periodista, que relata su vida como indigente en el frío invierno europeo, el mobbing y los trastornos psicológicos que sufren los trabajadores en los call center, o la explotación de los empleados de una panificadora que trabaja para Lidt, uno de los principales discount de Europa. Todo esto en primera persona.

Ver para creer… y relatar
Wallraff no es nuevo para este tipo de investigaciones. Pues con el alias de Hans Esser ya se había infiltrado en la redacción de BILD-Zeitung, el tabloid con más tiraje en Alemania, para denunciar su falta de escrúpulos en el libro El periodista indeseable; asimismo con la identidad de Alí, obrero turco, trabajó hombro a hombro con la mano de obra extranjera para relatar en el reportaje Cabeza de turco sus miserables condiciones laborales.
En esta ocasión disfrazado de migrante africano quiso descender de nueva cuenta “debajo de todo”. A través de una prueba al tornasol, pretendió averiguar si sigue siendo un tópico la idea del carácter xenófobo de los alemanes, o si de verdad la imagen del inmigrante que se dedica a vender droga y del delincuente, es la principal en el imaginario de sus compatriotas.
Sin embargo, si un alemán blanco, canoso, de ojos claros puede en su país pasar sin problema por indigente o desempleado, alguien se preguntará cómo puede disfrazarse de turco o de negro sin ser descubierto. En parte esto se explica por las nuevas técnicas de maquillaje que utilizó Wallraff, pero no es solamente eso. Es el mismo periodista a precisarlo, asombrado, en el reportaje Negro sobre blanco: “Llevo una peluca crespa y negra, pero, y esto es algo que ya me había desconcertado durante mis investigaciones para el papel del turco Alí, casi nadie mira de cerca y le quita a uno el disfraz”.
De esta forma Wallraff relata las humillaciones que tuvo que sufrir por su color de piel, y delata una nueva forma de racismo que impera entre los alemanes, que ya no consiste en la aniquilación del otro, sino en una aceptación forzada de lo diferente, mientras esto no afecte directamente el propio círculo vital, hasta que se mantenga alejado.
Asimismo describe con sus indagaciones cómo las ciudades y las leyes alemanas orillan a los sin techo al margen de la sociedad, abandonándolos a la intemperie en noches de invierno en las que la temperatura baja hasta menos veinte. O cómo el mundo del mobbing, la competitividad y el neoliberalismo, hacen regresar las condiciones de los trabajadores al capitalismo feroz de hace un siglo, como si no hubieran existido los sindicatos y las luchas por los derechos humanos. El ejemplo más revelador es su experiencia en los call center, donde la dinámica de trabajo empuja a los empleados a convertirse en estafadores sin escrúpulos por pocos euros.

Periodismo comprometido
Wallraff es, ante todo, un periodista comprometido con las causas sociales. Con su escritura llana, su estilo escueto e incisivo, quiere evidenciar lo que está atrás del escenario, el revés de este “mundo feliz” en el que vivimos, o en que creemos vivir.
Los reportajes que dan forma a este libro salieron anteriormente en la revista por la que trabaja el periodista, ZEITmagazin, causando escándalos en Alemania. Por lo que en la obra se describen las reacciones que estos provocaron tanto en la opinión pública como entre los involucrados en los artículos, que en la mayoría de los casos conllevaron mejoras a las condiciones de vida de los afectados que protagonizan sus crónicas.
Wallraff no pretende solamente describir el mundo, quiere cambiarlo: “Hace cuarenta años, cuando empecé a hacer este trabajo, esperaba avanzar hacia un mundo más humano y más justo”, escribe en el postfacio del libro.
No obstante, el optimismo de sus primeros tiempos como periodista, ha ido deshaciéndose, dejando lugar a un escepticismo que trasluce de sus amargas observaciones: “La injusticia ha aumentado y las condiciones de vida no se han vuelto más humanas, sino todo lo contrario”.
Y, haciendo referencia a la visión apocalíptica de Aldous Huxley en su libro Un mundo feliz, concluye: “En mis viajes por el interior de Alemania siempre me dio ánimos la posibilidad de conocer a personas que no han perdido la esperanza de un mundo mejor ni el valor de luchar por hacerlo realidad. No obstante, a la vista de que hoy son cada vez más los que han de temer la posibilidad de terminar ‘abajo del todo’, esas personas aún siguen siendo demasiado pocas”.

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