Periodismo todo terreno

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En la terraza de una oficina del barrio de San Cristobal, en Buenos Aires, todos los viernes Federico Bianchini y el grupo de redactores de Anfibia, hacen un puchero –guisado argentino– o un asado en un ambiente que, además de divertido y ameno, facilita que salgan temas y propuestas de una revista que se adapta a todo, pero principalmente a la inusual combinación de periodismo literario y academia.
En mayo de este año salió el primer número de la revista digital que, aunque tenía planes de ser papel, vio la luz en la web después de un año y medio de planificación y espera. Financiada por la Universidad de San Martín (USAM) de Argentina y con el apoyo de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), esta publicación encontró la mezcla indicada entre contar historias de no ficción en el género de la crónica, sin dejar de cumplir con los requisitos que demanda una revista académica.
En el poco tiempo de haberse abierto a las puertas de internet, Anfibia se ha posicionado como una revista de buena reputación, con calidad de investigación, cronistas de primer nivel y relatos con temáticas latinoamericanas en su mayoría. Federico Bianchini, subeditor de la misma, comenta: “Anfibia se fue generando un lugar de prestigio. Recibimos propuestas de todos lados. Llevamos casi dos meses en línea y se fue generando un lugar donde los periodistas quieren estar”.
Con textos de periodistas y académicos como Rosana Reguillo, Juan Villoro, Martín Caparrós y Grabriela Weiner, entre otros, Bianchini apunta: “Nosotros tratamos de apuntar a un periodismo pasional. En la revista no tenemos redactores: somos escritores, lectores, editores de fotografía y tratamos de que cada periodista y cada académico pueda trabajar el tema que le apasiona. Cuando una persona trabaja y se divierte haciéndolo, el resultado suele ser muchísimo mejor que si querés resolver algo porque te lo pidió tu jefe. Nosotros tratamos de que Anfibia sea un lugar donde se aloje el periodismo pasional, que se hace porque uno tiene ganas de hacerlo. Y creo que en la mayoría de los textos se nota”.
El mundo académico y el de los periodistas son dos ámbitos independientes, dedicados cada uno a lo suyo y con los tiempos propios de la liebre y la tortuga. “En la revista trabajan parejas anfibias. Las crónicas anfibias son crónicas hechas en tándem, en las que un académico y un cronista comparten coautoría. Generalmente el periodista está apurado, necesita sacar las cosas rápido y quizá, con suerte, hace un llamado y le pregunta a uno que más o menos sabe; y del otro lado los recursos académicos están acostumbrados a hacer monografías, con párrafos largos, con muchas comas y puntos. Lo que nosotros planteamos es la posibilidad de que trabajen juntos. Los tiempos de la academia son distintos a los del periodismo”, y aunque Bianchini asegura que “en el periodismo de crónica está un poco exacervado el tema del ego, pero en la academia también”, comparte que las notas hechas en conjunto van firmadas por los dos y que, desde el principio se definen los roles de cada uno.
Con el paquete dos en uno de profesionales, el ganador de la primera edición del premio Nuevas Plumas, organizado por la Universidad de Guadalajara y la Escuela de Periodismo Portátil, hace hincapié en la profundidad del tratamiento de los temas. “Creo que el periodismo bien entendido implica basarse en la academia. El periodista suele ser una persona que sabe escribir pero, al menos que sea un periodista especializado, es alguien que se acerca a un terreno del que no tiene la menor idea y que trata de descubrirlo. Para ir a descubrirlo contacta gente que lo conoce. En este caso tratamos de partir de la base que el buen periodismo implica conocimiento sobre lo que uno va a abordar y no un conocimiento desde el prejuicio, sino desde la teoría y desde el estudio”.
Con respecto a la competencia en el mercado de publicaciones de crónica, explica: “Somos la revista de una universidad pública y tenemos ganas de hacer ese nexo. No sé si el perfil de un científico iría tanto en un medio comercial. La nuestra es una búsqueda diferente a la que hacen esas revistas. Si bien es cierto que tenemos crónicas y autores que colaboran en ellas, que trabajan también con nosotros y que el nivel en cuanto a exigencia periodística quizás es similar, nosotros tenemos un plus que es el tema académico”.
En la revista se encuentran secciones como “Minuto académico”, en que durante ese tiempo, un académico cuenta los resultados de sus estudios; o la sección “Work in progress”, en la que un científico cuenta puntualmente acerca de qué está desarrollando en este momento.
El subeditor de Anfibia destaca: “En el periodismo se suelen hacer perfiles de escritores, de actores y pensamos que también está bueno hacer perfiles de científicos. El de Rosana Regillo es uno de ellos, y es un poco presentar al académico en sociedad, con la estructura de un perfil de una persona que está bueno que se conozca por el trabajo que hace. Es complicado también, porque no se le da mucho espacio a publicar perfiles de académicos, al menos que sea alguien renombrado o que haya ganado un premio. Alguien que esté atrapado en la noticia”.
Los límites en la escritura son una definición entre el espacio y las ganas. Para explicar la disyuntiva de los textos largos en internet, Bianchini explica con una metáfora: “¿Viste esas parejas de viejitos que uno muere y están viviendo en una casa que por ahí vivían con los hijos, una casa enorme de 600 metros cuadrados, y que si se mudan a un pisito es lo que necesitan? El espacio está bueno a veces. No porque haya lugar hay que ocuparlo todo”.
La crónica está asociada a que la mayoría de los textos son largos y existe el mito de que la gente no lee en internet. El texto que hizo Juan Villoro sobre Corea del Sur fue más o menos de 65 mil caracteres –un librito, comenta– y el promedio de la gente se quedó cinco minutos leyendo en línea. “Es sólo un mito que la gente no lee en internet”.
Este producto recién estrenado y en etapa de difusión, trata de contactarse con periodistas de otros lugares de Latinoamérica. “La crónica es un género que se conoce mucho en Argentina, pero en Latinoamérica no está tan difundido. Si bien en la revista tenemos muchos más temas de Argentina, de donde estamos más cerca, la idea es ser representativos de diferentes lugares y que todo pueda tener un anclaje profundo y bien reporteado en Anfibia”.
La ambiciosa idea inicial de sacar la publicación en impreso, devino a un “estamos pensando hacer una antología de las mejores crónicas que hayan sido publicadas, pero por el momento, al depender de una universidad pública, es difícil. A lo que nosotros le damos también mucha importancia, además de los textos, es a la cuestión fotográfica. Tratamos de que la galería de fotos sea un ensayo fotográfico”. Por eso hacer una versión impresa que le haga justicia a las imágenes, sería costoso.

Federico Bianchini
Luego de dos años de estudiar, con evidente equivocación, la carrera de ingeniería, el periodista afirma con actitud certera: “Sentía que lo que podía hacer como ingeniero, lo podía hacer cualquier otro. Había poco de mí en eso”.
Su timidez no lo ha alejado de los objetivos que se ha propuesto y de los que le han llegado. Trabajar en Clarín y la revista Brando, ambas publicaciones de Argentina o Donjuan, de Colombia, son algunos de ellos. Otros, los azarosos, fueron, por ejemplo, que no le hayan publicado una crónica en Gatopardo, la que luego resultó ganadora del premio Nuevas Plumas; o que por tener más de una hora de espera en el aeropuerto de México, el aburrimiento le haya permitido conocer a Cristian Alarcón, director periodístico de Anfibia y quien lo condujo hasta donde está ahora.
“En Guadalajara me encontré con Guillermo Osorno, director de la revista Gatopardo y le dije ‘menos mal que me rechazaste la crónica’ y le agradecí por lo que habían hecho”. Para Bianchini los méritos se resumen en un simple: “A mí siempre me gustó jugar con la literatura”.
Bianchini comparte que está haciendo cuentos. “Tengo una fascinación por el lado de la ficción. Cuentos que no publiqué y que en algún momento pienso terminar”. Comento que la ficción parece algo opuesto a la crónica periodística, a lo que responde: “No sé si es tan opuesto. Son juegos diferentes, que en algún momento se conectan en cuanto al uso de las palabras. Si vos narrás una escena mal en ficción, decís ‘esto es mentira’, te das cuenta y no tiene sentido; en la crónica, en el pacto de lectura, se incluye la verosimilitud de los hechos. Si vos narrás una escena mal en crónica, de cualquier forma se sabe que es verdad”.
“A partir de Nuevas Plumas confié más en hacer una nota, terminarla y después salir a ofrecerla en otro lado. No tenés una persona que te está preguntando cuánto te falta o que te está quemando la cabeza para salir. Los tiempos los manejás vos”.
Eso es lo que ofrece en esencia Anfibia: periodismo sin presiones y sin la presión del cierre para los reporteros. El único requisito es la pasión por contar.

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