Parque público olvido colectivo

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Es domingo en Guadalajara. Lorena se levanta para hacer deporte a su manera: escaleras mecánicas para las piernas, varios giros del volante buscando estacionamiento (ideal para los antebrazos) y cortas caminatas en el cemento resplandeciente. Lorena va  a una plaza en la ciudad.
Su prima Wendy toma otra opción, se arriesga a caminar al aire libre buscando recuperar metros de esparcimiento que en algún tiempo disfrutó su familia bajo la sombra de los árboles en el parque Alcalde, Agua Azul o El Deán; parques que a medida que pasa el tiempo van desapareciendo de la necesidad de las autoridades y bajo la mirada despreocupada de los habitantes de Guadalajara.
La Organización Mundial de la Salud recomienda un mínimo de 10 metros cuadrados de área verde por habitante. Margarita Anaya Corona, profesora e investigadora del Departamento de Geografía y Ordenación Territorial, del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH), indica que si bien cada ciudad es diferente, con sus objetivos y orientaciones de crecimiento urbano, “la utilidad de los estándares para la planificación es útil, como apoyo para ver las carencias o los excesos de cada categoría para planificar y conocer lo que tenemos y hacia dónde queremos llegar”.
La investigadora Alma Rosa Castillo Torres, perteneciente al Centro de Estudios Urbanos, adscrito al Departamento de Estudios Sociourbanos, del CUCSH, retrocede en el tiempo, allá en 1959 cuando se ordena construir el parque Alcalde, con el objetivo de asegurar el esparcimiento de todas las clases sociales, especialmente las más bajas, ya que por sus escasos recursos se veían imposibilitados de frecuentar los espacios libres y arbolados que se encontraban en las orillas de la ciudad o en la poblaciones cercanas.
Pero surgió el primer inconveniente cuando el Ayuntamiento no pudo mantener económicamente el parque y debió concecionario; licencia que creo otro problema por los altos precios de los servicios que dificultó la asistencia del público.
“Las familias buscaron opciones más económicas: los centros comerciales. Se instauró una nueva manera de convivir y socializar en familia. El gobierno cumple con construir, sin embargo, se le olvida de administrar”, indica Castillo Torres.
Asegura Carmen Araceli Hermosillo de Anda, investigadora del CEU, que hoy muchos parques concesionados se encuentran en abandono, otros se han convertido en bodegas de vehículos en desuso del Instituto Jalisciense de asistencia social (IJAS)
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Más gente, menos parques
Un buen ejemplo de parque público es el de los Colomos, pulmón urbano, centro recreativo familiar, resguardo ecológico y espacio para deportistas. No así es el caso de El Deán que siendo un proyecto interesante aún como vaso regulador está abandonado.
Para las investigadoras Castillo y Hermosillo, esto puede derivarse de que algunas administraciones panistas se divierten en clubes privados, quizás  no le interesa  recuperar estos espacios. Si el gobierno necesita una bodega, toma un parque, como El Refugio que de una caseta de policía, ya hay una delegación, donde las patrullas están sobre el pasto.
Agrega Castillo Torres que “la pérdida de espacios abiertos resulta irrecuperable para la comunidad y su aportación futura sólo puede lograrse a costos muy elevados. Por ello, cada unidad territorial urbana debe prever los equipamientos y servicios que requiera el desarrollo de su comunidad, en el momento de emprender las obras de urbanización”.
A decir de Anaya Corona, el crecimiento poblacional implica desarrollo urbanístico, y desafortunadamente no se construyen estos espacios al mismo ritmo, ni en la misma proporción. Existen parques que han disminuido su superficie original en este proceso de urbanización como el parque Agua Azul, Colomos o ívila Camacho.
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Socializar proyectos
Si bien es cierto que los propios parques han perdido sus espacios, algunas colonias han presentando proyectos al ayuntamiento, comenta el maestro Óscar Ladrón de Guevara, investigador del CEU, “mientras los proyectos que impactan a una ciudad no se socialicen, van a surgir inconvenientes y adversarios, como es el caso de la Villa Panamericana”.
“Los ayuntamientos al no tener sus reservas urbanas planeadas para sus equipamientos, retoman malamente superficies de los parques para ubicar diversos edificios”, indica el profesor Juan Asunción Mercado Sánchez, integrante del CEU. Toma como ejemplo el caso del Metropolitano en el cual a pesar de que la norma indica que debe de existir 10 metros cuadrados por habitante en áreas verdes, “sin el apoyo de vecinos se quiere construir el Complejo Acuático de los Panamericanos”.
Añade Castillo, que al Parque Morelos, donde la norma establece que si va  a reformarse sea para una densidad alta, entonces se debe aumentar el metro cuadrado por habitante, “ellos mismos no respetan la norma con el Proyecto Alameda”.
Por tal motivo, Anaya señala que se tiene que tomar en cuenta a la población, principalmente aquella cercana al espacio público, preguntarle qué les gustaría que se agregara o quitara del parque, qué actividades prefieren, de qué manera estarían dispuestos o podrían participar en la rehabilitación del espacio. “Hay que considerar a la población desde el principio, durante y hasta el final del proceso, además de conformar un equipo interdisciplinario de actores involucrados en el tema”.
Las políticas ambientales son insuficientes. “La ciudad se ha convertido en metrópoli, pero los ayuntamientos trabajan aisladamente en estos espacios. Sumado al poco o nulo presupuesto, personal escaso y no capacitado, falta de equipo”, infiere Anaya.
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Poca cultura urbana
Por otra parte, la responsabilidad de la ciudadanía es vital para la continuidad y permanencia de parques. Para Ladrón de Guevara, la gente se queja de que no hay espacios públicos, pero no saben tratarlos.
“Hay que educar al ciudadano a comportarse en un espacio público de uso común y crear el sentido de pertenencia”. Factor substancial para conservar estos espacios, agrega el investigador Mercado Sánchez, “en la medida en que el habitante se apropia del espacio, lo hace suyo”.
La maestra Anaya Corona indica que falta mucha cultura ambiental, “se refleja en la basura que dejamos al visitar estos espacios, en la destrucción que hacemos del arbolado existente, del poco equipamiento e infraestructura que tienen. La responsabilidad debe de ser compartida entre gobierno y ciudadanía, en el mantenimiento y conservación de los parques públicos”.

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