Padura y el tiempo

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La primera vez que el personaje Mario Conde vio la luz fue en el año noventa y uno en una novela publicada en Guadalajara por la editorial de esta Casa de Estudios. Han pasado más de veinte años y en su más reciente aparición, Conde, como Padura, celebra su cumpleaños sesenta.

A casi treinta años de distancia, en La transparencia del tiempo (Tusquets, 2018) Conde reflexiona sobre varios temas que han estado de alguna manera alrededor de él durante este tiempo: la desigualdad, la vejez y los procesos de escritura que implican que el autor se sacrifique por el bien de la historia.

Leonardo Padura, la semana pasada en su visita a la ciudad, reflexionó al respecto, y, además de compartir impresiones con sus lectores, habló sobre la novela publicada este año.

Después de mucho tiempo trabajando mano a mano con su más entrañable personaje, para el escritor cubano de novela negra, Mario Conde representa un nuevo reto en cada libro.

“El gran problema que me ofrece ahora Conde es no repetirme, y buscar las estrategias para que si un lector comienza a leer estas novelas, con La transparencia del tiempo toda una serie de referencias que se han dado a lo largo de las anteriores no les resulten ajenas. Se trata de buscar un equilibrio entre lo que ya está dicho, lo que voy a decir y lo que ha sido Conde y lo que es ahora. Si hay un lector ideal, es necesario tenga la información necesaria y dosificada, para entender al personaje. No repetir miradas y actitudes de Conde, pero que siga siendo consecuente con sus miradas y actitudes convencionales”.

Por suerte nada es igual cada vez que el expolicía se involucra en un nuevo misterio.
“El hecho de que envejezca, el hecho de que alrededor de Conde esto cambie, me ayuda. En Cuba aparentemente las cosas no han cambiado en los últimos años, la estructura política y económica del país sigue siendo la misma, pero la sociedad cubana ha cambiado mucho, más de lo que se esperaba que cambiara, han habido pequeños cambios de carácter económico, de carácter comercial, y el propio proceso de la sociedad, con una nueva generación que se enmarca en un contexto global diferente, no es lo mismo para nada del mundo de 1989 que del 2000, el 2010 y el 2017, en estos años han pasado tantas cosas que algunas de ellas, a pesar de ser Cuba muy insular, han influido en la vida cubana”.

Las nuevas generaciones también se enfrentan a una Cuba comparada con la que fue para la generación de Padura.

“Hoy en día, para un joven cubano es más importante el tipo de teléfono celular que tiene que otras muchas cosas. Eso no es un defecto, es un proceso natural, que es global, ocurre en otras latitudes, lo que pasa es que se esperaba que ese joven en Cuba tuviera otras preocupaciones más altruistas de acuerdo a toda la educación que fuimos recibiendo, pero ha derivado en ese sentido”.

Como a Padura, a Conde no le gusta el reggaetón al igual que muchos otros procesos sociales que se dan en las generaciones más jóvenes.

“El otro día, un profesor (que fue mi profesor de gramática en la universidad, quien en la primera clase que tuvimos de sintaxis española, en 1975, nos entregó un cuento de Arreola, ‘El miligramo prodigioso’, para que hiciéramos el análisis sintáctico, y en los últimos años ha estado estudiando las letras del reggaetón), me envió por mail una letra de un reggaetón que ya excedió lo pornográfico para caer en lo más escatológico que uno se pueda imaginar; comentábamos él y yo que ese reggaetón no es la causa, es la consecuencia, y tiene que ver con esos cambios que se han producido en la sociedad cubana, eso me permite que Conde pueda entrar en una dinámica dialéctica de movimiento con respecto a la realidad que le hace ver cosas nuevas y que no se encasille en sí mismo”.

Todos los cambios de Cuba tienen cabida en la escritura de Padura; el también periodista ha comentado que es en la ficción el único lugar en donde le gusta, de alguna manera, hacer una crítica social.

“Trato de ser un observador de la realidad cubana, por eso, aunque viajo con mucha frecuencia, mantengo una relación muy estrecha y dinámica, porque cuando uno vive en Cuba inevitablemente establece esa conexión desde las cosas materiales más insignificantes. Eso me permite estar lo suficientemente cerca, pero a la vez el hecho de viajar me permite tener una distancia que creo que es importante para mirar una realidad: los puntos de comparación te permiten entender mejor”.

En La transparencia del tiempo, por ejemplo, hacen su entrada una serie de personajes que pertenecen a la parte más enriquecida de La Habana y Conde se encuentra con ellos extasiado por los placeres del dinero, sobre todo los del comer y el beber, pero reflexiona también sobre las más desfavorecidas y las migrantes que viven en situaciones de precariedad absoluta.

“Trato de ser muy cuidadoso en ese sentido, porque se tiende a hacer generalizaciones, hay personas que han obtenido una cierta bonanza económica estos años en Cuba gracias a su esfuerzo y a su talento, otros que lo han hecho gracias a enchufes o comportamientos que están al borde o más allá del borde de lo legal. Hay de todo. De todas maneras ese posible enriquecimiento de determinadas personas en Cuba, cuando uno lo compara con el enriquecimiento de las personas en otras partes del mundo, es risible. Lo que ocurre es que se destaca mucho en una sociedad que fue muy homogénea y que empieza a dilatar su tejido social para que haya gente muy pobre y otras en mejores situaciones económicas”.

Ese otro mundo nuevo que está viendo Conde, y que no existía en las novelas anteriores, aparece en partiucla dentro de un grupo social, nuevo en La Habana y nuevo en sus novelas, comentó.

Esta novela termina el 17 de diciembre de 2014, el día que formalmente comenzaron los diálogos para restablecer relaciones entre Cuba y Estados Unidos, y según Padura el próximo libro de Conde tendrá que relatar esos sucesos, aunque para las relaciones con Trump será otra historia.

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