Padura la escritura del arraigo

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Leonardo Padura dice ser un escritor al que le importa su trabajo, pero más aún, su pertenencia a Cuba, un país al que ama, del que no le “da la gana salir”, pero al que también puede criticar sin tapujos.

Sentado en un sillón al centro del Auditorio Silvano Barba del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, donde sostuvo una charla con estudiantes, el escritor afirmó que siente un profundo arraigo a la ciudad de La Habana y, más específicamente, al barrio de La Mantilla, al que su familia llegó muchas décadas antes de que él naciera.

“Mi sitio para escribir y para ser la persona que soy es Cuba, es La Habana, es mi casa del barrio de Mantilla, la casa que mi padre construyó en el año cincuenta y cuatro en la que todavía vivo, en la que todavía vive mi madre. Ahí es donde empieza y termina todo y donde soy la persona que soy”, dijo el autor de Vientos de cuaresma.

En este “barrio feo de la periferia” habanera es donde el narrador tiene “comunicación directa con la realidad cubana”, esa verdad compleja que le da el cimiente para hacer la crónica de un país cuyo gobierno lo ha relegado, de lo que testimonia un premio de novela policiaca que le negaron a su primer libro Pasado perfecto, la poca difusión de su obra y la censura oficial hacia la película Regreso a Ítaca, con un guión de su autoría.

Padura afirma que ha pagado el precio por escribir como escribe y ser como es. Y lo asume. Ello no le ha persuadido de crear una obra crítica y que hace reflexionar.

“Soy un escritor que en la vida cubana encuentra los motivos para poder hacer una literatura que de alguna manera sea una crónica, en la que tiene que haber elementos de discordia, elementos críticos con los cuales no estoy de acuerdo. Hay veces que hay lecturas ortodoxas o de conveniencia que prefieren que no se hable de determinados temas, pero yo no puedo limitar mi literatura, o mi periodismo, o mi ensayística por esa posible lectura que se haga por mis libros”, enfatizó.

Padura reveló que posee un pasaporte español que le concedió el Consejo de Ministros de España gracias a una carta de naturaleza otorgada “de manera honorífica”. El documento le “ayuda” y “facilita” los trámites en sus continuos viajes, pero nunca ha intentado obtener otra nacionalidad. Por su cabeza la palabra exilio no tiene cabida, asegura.

“El exilio, y sobre todo si es forzado, muchas veces perjudica la obra del escritor porque pierde contacto con su realidad. Si me fuera a vivir a España o me viniera a México, yo seguiría siendo un escritor cubano, no podría ser mexicano o español, me faltarían las referencias”, dijo.

El periodista y ensayista acepta que la relación con una ciudad conocida es importante para el novelista, pues se nutre de elementos que emanan de la memoria y que tienen que ver con la música, los sonidos, los olores, los recuerdos y la estructura urbana presentes desde la infancia.

Revela que en muchas ocasiones le han sugerido que saque a Mario Conde —personaje fetiche de sus novelas de corte policiaco—, de las calles de La Habana, para ponerlo “en alguna aventura en Miami”, posibilidad a la que se ha negado.

“Si Mario Conde llega a Miami lo primero que le va a pasar es lo que me ocurre a mí: que nunca llegaría a ningún lado porque todas las esquinas de Miami son iguales, tienen una gasolinera, una farmacia y un McDonald’s”, afirmó en tono de broma.

Conde, un policía que se convirtió en “leyenda de la novela negra latinoamericana”, fue sacado de los libros y llevado a la pantalla en la miniserie “Cuatro estaciones en La Habana”, trasmitida en la plataforma Netflix, desde diciembre de 2016.

La literatura que hace pensar

La premisa de la literatura “paduriana” es hablar de lo inherente la condición humana. El escritor aseguró que busca “llegar al alma de las cosas”, y reveló que una de las frases que animan su escritura es aquella de Miguel de Unamuno en la que habla de “hallar lo universal en las entrañas de lo local y, en lo circunscrito y limitado, lo eterno”.

“Yo he tratado de hacer eso: hablar de pasiones, de sentimientos, de esperanzas, de  individuos”.

“Creo que las novelas y la literatura, la poesía, el teatro —agregó—, su función más que transformar la realidad o la sociedad está en influir sobre la mente de los ciudadanos, hacerlos pensar, hacerlos ver otro ángulo de las cosas que tiene que ver con los personajes, con una mirada intima de la realidad”.

Y ante la pregunta sobre el objetivo que persigue la literatura, dijo que “hay grandes libros que han transformado al mundo, pero ninguno es una novela”.

En este intento por definir su trabajo literario, el cubano citó al escritor francés Gustave Flaubert quien, en un intento por defender a la protagonista de su novela Madame Bovary de la crítica —que la consideraba un personaje poco ejemplar para ser heroína—, respondió que su único interés era llegar “al alma de las cosas”.

La frase flaubertiana significa para Padura la revelación del papel que debe tener un escritor. “Cuando uno logra llegar al alma de las cosas está yéndose por encima de la política, de la época, de lo circunstancial y llegando a lo que tiene que llegar la literatura, que es lo permanente. El hombre siempre será capaz de amar, pero también de odiar; de salvar al prójimo, pero también de matar. La condición humana es la materia con la que trabajamos”, afirmó.

Trump “ha cagado todo”
Al tener a Padura enfrente es casi imposible que la política de Cuba y su relación con Estados Unidos no salga a flote, aunque él mismo se rehúse a hablar de un tema del que afirma no tener las respuestas.

Para el autor de Adiós, Hemingway el presidente de Estados Unidos Donald Trump es “un personaje que lo ha cagado todo”. Considera que el mandatario se empeña en adoptar una política de presión económica y política para intentar “doblegar a Cuba”, un esquema que la historia “demostró que es un fracaso”.

Padura criticó también la postura de Trump con México que ha agredido el patriotismo de este país. “Es un disparate”, expresó.

En contraparte, su antecesor Barak Obama “fue más inteligente”, y en el caso de la relación con la isla, propuso otro tipo de relación que distendió las relaciones que cubanos y estadounidenses mantuvieron por décadas.

“Lo que hizo el presidente Obama, trabajando por el establecimiento de las relaciones con Cuba, fue algo muy positivo que contribuyó a que esa tensión en la que hemos vivido durante sesenta años bajara”, dijo.

El escritor aludió a esas otras relaciones culturales “de ida y vuelta” que han unido a los norteamericanos con los cubanos y que no pasan por el “blanco y negro” que supone la visión desde la política.

Los vínculos que unen a ambos países han tenido una historia “compleja” y “traumática” que pasa desde lo político hasta posturas económicas, relaciones familiares y coyunturas históricas en los que Estados Unidos ha tomado el papel “imperial” hacia los caribeños.

Recordó la herencia que el país del norte impuso con el béisbol, que ahora es el deporte nacional cubano, además de la influencia de algunos cubanos en el jazz de Nueva Orleans, el turismo norteamericano a La Habana en la época del dictador Fulgencio Batista, la prevalencia del mambo y la salsa entre quienes viven en Miami o la literatura de Ernest Hemingway que se inspiró en las ciudades y playas cubanas.

“A pesar de todas las diferencias políticas, que en estos años han llegado a los extremos desde el triunfo de la Revolución hacia acá, el cubano siempre ha sido admirador de la cultura norteamericana, y el norteamericano que tiene dos dedos y medio de frente ha sido admirador de la cultura cubana”, expresó.

Para saber
Leonardo Padura publicó su primer libro Pasado perfecto en la editorial de la Universidad de Guadalajara

El escritor anunció que en enero próximo publicará una nueva novela: La transparencia del tiempo, donde retomará al personaje de Mario Conde.

La idea para escribir El hombre que amaba los perros, que retoma la vida del revolucionario León Trotsky, nació cuando Padura visitó la casa que el soviético tenía en Coyoacán.

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