Otra mirada del filosofar latinoamericano

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Durante la segunda semana del mes de octubre se celebró el IV Coloquio de Filosofía Latinoamericana, organizado por la Academia del mismo nombre, perteneciente al Departamento de Filosofía del CUCSH. En dicho encuentro fue posible reflexionar sobre diversas temáticas del pensamiento latinoamericano con la peculiaridad de no ceñirse a algunas de las discusiones típicas, pero sí indagando sobre temáticas alternativas, tales como la literatura, la erótica, la ética, el lenguaje, la tecnología o la estética.

La filosofía latinoamericana no se reduce, como algunos intelectuales pretenden hacerla ver, a denunciar el imperialismo yanqui, rechazar al “eurocentrismo” o a destacar la “autenticidad y grandeza” forjada en esta región del mundo. Si bien las inquietudes destacadas pueden llegar a ser genuinas, con frecuencia adquieren el sesgo de una arenga con una fuerte carga emotiva que, de centrarnos primordialmente en estos discursos, restaríamos importancia a otras producciones filosóficas, tal vez más sólidas, aportadas desde América Latina.

Las orientaciones en torno a las relaciones de poder, características de los parámetros más extendidos para entender actualmente la filosofía latinoamericana, llegan a ser parciales y limitadas. Resultaría difícil negar que el pensamiento latinoamericano, en todas sus vertientes, se ha visto favorecido por los saberes producidos en otras regiones y un pensamiento que resulta racional y razonable puede llegar a ser valioso independientemente del territorio en que haya sido concebido; es decir, un conocimiento no es mejor por haberse generado en México, Bolivia, Inglaterra o Indochina, sino por la capacidad explicativa que nos ofrece de algún segmento de la realidad. Por lo anterior, delimitar los esfuerzos del filosofar latinoamericano en justificar la primacía, la autenticidad o la superioridad de un pensamiento sobre otro, puede ser un distractor de las aportaciones que sobre otros problemas generales de la filosofía también se gestan en esta región del mundo.

No podemos negar que las regiones se distinguen por la generación de formas peculiares de pensamiento; tal es por ejemplo la distinción que se hace entre filosofías que establecen una predilección por los conceptos, otras por las formas, unas más por aspectos sociales y algunas otras por las peculiaridades culturales. Pero lo común a todas ellas es la pretensión de indagar o buscar certezas sobre los fundamentos de las creencias relativas a algún aspecto de la realidad.

Por lo anterior tiene sentido preguntarnos: ¿qué aportaciones peculiares podría hacer un pensamiento latinoamericano a la filosofía? Ante esta interrogante supongo tres posibles respuestas: a) nada novedoso o extraordinariamente particular, b) formas alternativas de pensar la realidad, y c) aportaciones sobre objetos no considerados en otras tradiciones.

Afirmar que nada novedoso o extraordinariamente particular puede aportarse desde la filosofía latinoamericana, no implica restar valor al pensamiento que se realiza en esta parte del planeta. Antes bien, frente a las preguntas y métodos generalizados de la filosofía, la reflexión de nuestra región se ha sumado a ellos, realizando nuevas inferencias o formas alternativas de pensar la realidad. En este sentido tienen amplio reconocimiento las contribuciones que, al existencialismo, el marxismo, la filosofía analítica o la fenomenología, entre otras tradiciones, han aportado los filósofos latinoamericanos.

Suponer que hay formas alternativas de pensar la realidad admite que, dado que el pensamiento implica una conjunción de juicios y conceptos con los cuales organizamos la realidad —y las culturas latinoamericanas han conjuntado las cosmovisiones y conceptualizaciones de diferentes regiones—, entonces resulta pertinente afirmar que las formas de pensar desde las diferentes regiones latinoamericanas garantiza la incorporación de  categorías o estructuras de pensamiento no consideradas en las formas más difundidas de hacer filosofía.

Por otra parte, las aportaciones sobre objetos no considerados en otras tradiciones, es otra vía que permite distinguir las peculiaridades en la filosofía latinoamericana. Con esto pretendo afirmar que los referentes materiales y conceptuales de los pueblos en el ámbito de la moral, el arte, la naturaleza o la política, tienen cualidades distintivas al pensamiento que se produce en otras latitudes; por lo anterior, los contenidos del filosofar latinoamericano posibilitan la inclusión de realidades no percibidas por otras tradiciones destacadas.

Finalmente, cabría tomar en cuenta que no existe una filosofía latinoamericana, sino múltiples alternativas de filosofar desde Latinoamérica si consideramos la riqueza conceptual y material que constituye a dicha región. Voltear la mirada a estas diferentes formas, detona alternativas de filosofar no menores a la filosofía que se produce en otras latitudes.

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