Nuestras dramaturgias nuestro teatro

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El teatro que se escribe en México ha cambiado notablemente desde la última década del siglo XX a la actualidad. La técnica dramatúrgica de la vieja escuela de los años cuarenta hasta los ochenta, perdió su peso específico frente a una nueva generación de autores que renunció abiertamente a recibir el bautismo de los “viejos maestros”. En el siglo XXI el realismo y el costumbrismo del teatro nacionalista se despellejó bajo el sol mientras en distintos espacios aparecían, sin orden ni explicación aparente, plumas como las de Luis Mario Moncada, Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio, Édgar Chías, entre muchos otros que, sin haber recibido la estafeta de algún maestro, contaban sus propias historias lejos, muy lejos de los cimientos de “lo mexicano”. De forma paralela creadores como Jorge Vargas y Juliana Faesler ganaban espacio y reconocimiento al poner en crisis la idea de representación que soportaba el andamiaje de la tradición interpretativa del teatro mexicano.

La variedad de autores que posee el teatro que se produce en Guadalajara, corresponde a la tendencia nacional. Por un lado hay un teatro que podríamos llamar “insular” pues flota sin puentes que alimenten la creación, reduce la velocidad con la que se aceptan las nuevas ideas, formas literarias y estéticas para reproducir historias sin poder comunicativo. Este teatro elige asuntos temporales gastados por el paso de los años; amén de que su tratamiento y abordaje tampoco es propositivo. En el otro extremo de la isla existe un cada vez más pequeño grupo que insiste, con poco éxito y limitado talento, en los clásicos. Y luego está la mayoría de los creadores que se ganan espacio en los foros locales. En este grupo podemos encontrar a directores como Sara Isabel Quintero, Miguel Lugo, Luis Aguilar “el Mosco”, Susana Romo, Fausto Ramírez, Mauricio Cedeño y la joven Daniela Casillas junto al Colectivo Transeúnte, que eligen obras de dramaturgos mexicanos contemporáneos, lo que les permite establecer contacto directo con ellos y así enriquecer su apuesta escénica.

Montajes como Riñón de cerdo para el desconsuelo y Más pequeños que el Guggenheim, de Alejandro Ricaño, Viaje de tres de Jorge Fábregas, Hazme un hijo, de Enrique Olmos de Ita o Papá está en la Atlántida, de Javier Malpica, traen a Guadalajara dramaturgias que son tendencia en México, o consiguen incluso posicionar a los autores a partir de arriesgarse con estrenar sus obras, es decir, generan proyectos integrales haciendo equipo con los autores.

La presencia de la Semana Internacional de la Dramaturgia Contemporánea que desde hace cuatro años se lleva a cabo en LARVA, es un factor fundamental en la actualización de nuestra cartelera, pues ha traído autores nacionales y extranjeros que de otra forma sería muy difícil poner en contacto con la comunidad teatral local.

Hay también en nuestra cartelera directores como Circee Rangel y Beto Ruiz quienes han buscado mancuernas directas con dramaturgos para gestar sus montajes desde cero. El viaje de Ulises y R vs. J, ambas dramaturgias de Verónica Maldonado, nacieron de la petición directa de los creadores locales para hablar de temas concretos.

Finalmente hay un grupo interesante de artistas escénicos como Teófilo Guerrero, Alejandro León, Manuel Parra, Claudia Recinos y Aristeo Mora, que a pesar de tener ideas contrastantes sobre la escena, se arriesgan desde la escritura para la creación de sus obras. Puede ser escena expandida o convencional, pero en estos casos se privilegia el yo y la investigación para desarrollar montajes que, en algunos casos, aportan tratamientos escénicos que renuevan la confrontación estética y  la discusión sobre cómo conectarnos con el otro desde la escena.

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