Nayef Yehya: La plomería de la escritura

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Luego de una estancia fugaz y furtiva en varios puntos del país, para cumplir con sus obligaciones como miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte, de un breve taller de ensayo en Casa Bolívar, de volver al autoexilio en Nueva York y resolver una crisis de plomería en su casa, Naief Yehya se sentó en un cuarto de techos altos forrado de estanterías, repletas de libros, un ducto de ventilación asomando por la esquina. Nos saludamos a través de la pantalla.
“Escritor, periodista, pornografógrafo mexicano autoexiliado en la República Popular de Brooklyn”, dice de sí mismo en su perfil de Twitter, donde mantiene en vuelo constante la conversación con sus pares, donde quiera que estén.
Suyo es el don de la ubicuidad. Su condición migrante, su formación como ingeniero y su obsesión con la tecnología lo pusieron en la condición adecuada para ser el primer columnista virtual de las rotativas mexicanas: “A principios de los 90, Internet se usaba muy poco en México. Me acuerdo que cuando les dije a los de La Jornada que les iba a mandar mi columna por correo electrónico, se espantaron, se aterrorizaron y me preguntaron que cómo se usaba eso, porque todos sabían que había una cuenta pero nadie tenía idea de cómo utilizarla, de cómo abrir un mensaje, ya no digamos bajar un attachment. Mi idea era que fondo y forma se juntaran en esa columna, ‘La Jornada Virtual’: Yo cubría lo que pasaba en el mundo virtual de una manera virtual, pues ya no estaba en México, pero tampoco importaba dónde estuviera porque mi fuente estaba en otro lugar, completamente diferente, que a muchos les parecía una moda que no iba a durar”, cuenta.
Con un pie en cada país, Naief Yehya se las ha arreglado a lo largo de las décadas para que su voz no deje de nadar en los ríos de tinta de este lado del río Bravo: actualmente sostiene un espacio en la última página de la revista Luvina, colabora eventualmente en Letras Libres, y es autor de la novela kafkiana Obras sanitarias (1992), de una trilogía incompleta sobre los usos y costumbres de los adolescentes defeños (Camino a casa y La verdad de la vida en Marte, 1994 y 1995 respectivamente) y de una colección de relatos, Historias de mujeres malas (2002).
Pero se le conoce sobre todo por sus ensayos sobre las relaciones de la tecnología con la cultura, la civilización y el cuerpo humano (Tecnocultura, 2008) . Por eso le pregunto si ha abandonado la narrativa, pero pronto responde con un libro a punto de aparecer en el Fondo Editorial Tierra Adentro: Rebanadas, un compendio de cuentos algunos inéditos y otros que han aparecido a cuentagotas en varios sitios.

Leí en una entrevista que había decidido dejar la narrativa y enfocarse al ensayo porque eran tiempos de guerra
Sí, eso dije poco después del 11 de septiembre, pero pasaron 11 años y seguimos igual, así que ya basta, ya es ridículo. Me acuerdo que entonces lo primero que escribí fue “esto va a durar muchos años”, pero aún así no me imaginaba que hasta ahora, y va para largo todavía…

Fue un testigo muy socorrido por los medios mexicanos. Además, el suyo era un caso especial por su ascendencia de Oriente Próximo. Entre eso y tantos años en Nueva York, me pregunto si de verdad se sientes parte del la literatura mexicana e hispanoamericana
Completamente. Soy parte de esa tradición como tanto otros que han estado en este lugar y han hecho lo mismo que yo, aunque mucho mejor. Siempre es grave la distancia y el perderme tantos eventos, porque vivo la cultura mexicana con delay, pero aprovecho como puedo y trato de aportar los beneficios de estar acá y no estar allá. Por eso siempre digo que soy un escritor mexicano en el exilio. El hecho de que escriba en español no es mi único vínculo. A mi lector yo lo imagino siempre en México, es al que yo le escribo. Mis referencias sigo cargándolas y además voy cuatro veces al año. Me siento muy conectado y presente.

¿Exiliado? ¿De qué huye?
En realidad es sólo una expresión para darle cierta elegancia a mi ausencia. Y al desconsuelo. Cuando vine, la situación en México ya era mala, pero nunca tan mala como lo es ahora, y ni me imaginaba que iba a deteriorarse a los niveles actuales. Me había tocado la ilusión del zapatismo, el primer movimiento popular contundente desde que estoy vivo. Y aún con su tamaño deshumanizado, la Ciudad de México era más segura que Nueva York. Estoy aquí ahora, pero nunca me consideraré estadounidense; me considero neoyorquino ya, pero eso es diferente. Me refiero a mi autoexilio porque conservo la esperanza de que cuando mejore la cosa, volveré, viviré en el DF y retomaré las cosas donde las dejé. No sé cuando, espero no regresar muerto.

A pesar de que el taller que dio en Casa Bolívar fue sobre ensayo y de que ha escrito muchos ensayos, veo que no has escrito nada sobre el ensayo mismo, como algunos escritores que dio de ejemplo, como Luigi Amara y Vivian Abenshushan, ¿por qué?
Es que yo nunca fui escritor; ellos son escritores. Yo no soy escritor, soy ingeniero. Elegí las letras como una opción porque tenía muchas ganas de decir cosas. No tengo este gran respeto por las letras que ellos tienen. Si hubiera tenido talento musical, hubiera escogido una guitarra. Te lo pongo de esta manera: yo me di cuenta de que escribía ensayo cuando ya tenía muchos años escribiendo ensayo. No sabía que fuera eso. Yo me eduqué con matemáticas y física, las letras llegaron como una herramienta simplemente para comunicar mis pasiones y obsesiones como los cyborgs, propaganda, la guerra o la imagen, que tienen todo que ver con la ciencia ficción y, sobre todo, con la Guerra del Golfo: cuando vi la cobertura de CNN, toda mi realidad se colapsó. La bomba que filmaba su propia destrucción, los paisajes trágicos son imágenes que cambiaron mi relación con la tecnología. Ahora el ensayo me parece algo muy importante y serio que debo abordar y conocer, y le tengo un enorme respeto a los escritores de verdad, pero me siento un animal completamente diferente, de otra especie.

Sin embargo parece muy lejana esa época en que estudió en la UNAM, y de hecho no ejerce la ingeniería
Dejé de hacerlo en los 80 de manera profesional, pero todos los días hago un poquito de ingeniería, como resolver el problema de plomería que aplazó esta conversación, o instalar redes de computación para el negocio de mi esposa. Creo que soy el único escritor que en sus ratos de placer se dedica a la ingeniería.

Me parece que hay tres ejes temáticos en sus libros, que son casi de texto: la tecnología, la comunicación y el cuerpo humano. ¿Por qué hablar de estas cosas en específico, y relacionarlas?
Porque casi nadie habla sobre eso y nadie como yo quería. Me parece una postura infantil e ignorante de los intelectuales mexicanos el rechazar a la tecnología como algo banal, pasajero, mundano, que no merece la pena. Asimismo la guerra es tabú, es mancharte las manos, y la pornografía también. Los temas que yo escogí eran usualmente despreciados por un ambiente cultural elitista y esnob. Pero a mí no me importa mancharme, ser un escritor sucio. Resulta muy grave el que en México no exista una cultura tecnológica, que no permeé la cultura popular más allá de las curiosidades de qué se está haciendo en tal o cual laboratorio. Me interesa una discusión seria sobre la tecnología y su impacto en nuestras vidas.

¿Y las relaciones? ¿De dónde surgen?
La línea comienza con el libro de los cyborgs, donde originalmente observé cuatro canales: la relación de la tecnología y el cuerpo mediatizado, transformado, con extensiones tecnológicas; por otro lado el discurso enajenante de la propaganda, que solo tiene sentido si existe la tecnología, de otro modo solamente sería una persona tirándole un rollo a otra; y además está el conflicto mediado por la tecnología, que es la guerra pues si no simplemente serían dos tipos dándose puñetazos; por último, el cuerpo relacionándose con su propia sexualidad a través de algún dispositivo tecnológico (pantalla, página, teléfono, fotografía), que permite un tipo de discurso. Todos tienen una coherencia, y para unificarlos escribí Tecnocultura, como un punto y seguido.

¿Si es punto y seguido, entonces sigue algo más sobre los mismos temas?
Sí, está por salir la segunda edición de Pornografía, son 120 páginas completamente nuevas y una revisión a las conclusiones, pues lo había concebido y pensado antes de la masificación de Internet, pertenece a otra época. El nuevo libro ya viene a explicar que gracias a la tecnología la pornografía se ha convertido en un fenómeno como nunca se había visto, ya sin el riesgo social y el costo que antes eran características del género. Fuera de este volver sobre los pasos, también me salieron nuevas aristas sobre lo mismo. Lo que sigue es otro libro sobre la pornografía, pero la pornografía del horror pues cuando se desmitifica la idea del cuerpo, se pierde el tabú y los excesos más aberrantes son algo común al alcance de todo mundo, hay una sustitución: entonces aparecen lo videos de yihadistas, de narcos que decapitan, torturan, mutilan y asesinan, con una carga de provocación casi obscena, erótica. La pregunta es: ¿En qué momento la atrocidad del desmembramiento puede venderse en la misma página de Internet que objetos pornográficos? ¿Cómo llegamos a que esto fuera aceptable, lo mismo que el trueque de fotos de atrocidades de soldados norteamericanos en el campo de batalla a cambio de acceso a imágenes pornográficas? Es algo terrible pero fascinante. Otro próximo camino es la búsqueda y la identidad de la belleza femenina para ver qué tanto es una manufactura cultural y tecnológica o un legado biológico evolutivo. Y también con lo mismo, reflexionar sobre qué significa el hecho de que ahora las guerras se pelean a control remoto, cómo esto ya es una cierta cotidianidad y amenaza con convertirse en algo dominante.

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