Naturaleza en peligro

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Los que han tenido la dicha de disfrutar de sus riquezas, los describen como “un lugar paradisíaco”, aquellos que desconocen su importancia ecológica, los ven como un estorbo, como si fueran nocivos. Por eso varios han sido reemplazados por concreto y ladrillos, por conjuntos habitacionales, dejando la zona devastada, el ecosistema en desequilibrio, lo que pone en riesgo la vida de quienes los habitan, algunos abundantes en lujo, pero exentos de la riqueza natural.
Son esos bosques salados los que albergan casi 50 especies marinas y más del doble de aves y especies terrestres. México es considerado, según una investigación realizada por la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), uno de los países privilegiados mundialmente. Se ubica en el cuarto lugar de los países denominados megadiversos.
Según el jefe del Departamento de Estudios para el Desarrollo Sustentable de Zonas Costeras (DEDSZC), de la Universidad de Guadalajara (UdeG), Francisco de Asís Silva Bátiz, quien además participó en la investigación realizada por la Conabio, los manglares son formaciones vegetales en las que predominan distintas especies conocidas como mangle, un árbol o arbusto, resistentes al agua salada, con ramas descendentes que llegan al suelo y arraigan en el mismo.
Es en la desembocadura de los ríos o en las lagunas cercanas al mar, el lugar apto para que este ecosistema se desarrolle. Constituye una región generosa, pero también delicada, pues si uno de estos manglares llega a ser devastado, necesita de varias décadas para su recuperación.
Se considera el manglar un lugar privilegiado por la riqueza natural que encierra y los servicios ambientales que presta. Entre otros beneficios, estos humedales costeros filtran el agua y permiten el abastecimiento de mantos freáticos, capturan gases de efecto invernadero y actúan como sumideros de bióxido de carbono, contribuyen al mantenimiento de la línea de costa y al sostenimiento de las arenas sobre las playas, además de que por la capacidad que tienen de frenar las olas, evitan que fenómenos meteorológicos como los ciclones lleguen con fuerza a las playas.
La devastación que estos ecosistemas han sufrido, es para el investigador Francisco de Asís, “algo realmente catastrófico”, pues más del 70 por ciento del bosque salado que existía en el país, ya desapareció. De 655 mil hectáreas que había, se ha perdido el 70 por ciento de éstas, y la cifra continúa en aumento. El principal depredador es el ser humano.

La triste historia
El caso de la laguna de Barra de Navidad es una muestra de la cantidad enorme de manglar que se ha perdido en el país. “Aquello era un lugar paradisíaco. Nosotros jugábamos de chiquillos en la laguna, nos colgábamos de las ramas de los árboles, como si fuéramos Tarzán y nos tirábamos al agua… si queríamos pescado, lo pescábamos, o camarón o lo que fuera: de todo había; pero eso ya no existe”, comenta Javier Sánchez, originario de la zona de mangle de Barra de Navidad, al sur de Jalisco.
Se apreciaban aves de distintos colores, desde gaviotas hasta guacamayas; bajo el agua habitaban caimanes y camarones, pulpos, tortugas y diversas especies de peces, además de que en las raíces del mangle tenía su habitat el molusco llamado callo de hacha y se cultivaba el ostión. “Había de todo y en abundancia”, comenta don Javier, como lo llaman los lugareños.
Caminar por la orilla de la laguna era una experiencia privilegiada. Sentir esa mezcla de agua salada y dulce, en donde desemboca el río Cihuatlán, constituía un gozo, lo mismo escuchar a decenas de especies de aves que conformaban un espectáculo acústico, o disfrutar de un viento fresco que evitaba las altas temperaturas en aquella zona costera.
Sin embargo, quienes tenían tal privilegio, no lo valoraron en su momento, recuerda don Javier. Fueron los primeros habitantes de la laguna de Barra de Navidad quienes contribuyeron para deteriorar el ecosistema. A pesar de que solamente utilizaban los recursos para consumo propio y en un porcentaje menor para el comercio, dicha región natural fue decayendo década tras década.
En 1900 llegaron los primeros pobladores a la laguna, comenta Víctor Hugo Galván Piña, investigador del DEDSZC, de la UdeG. “Eran apenas 20 familias, y fue precisamente la biodiversidad y las excelentes condiciones climáticas del lugar lo que atrajo a gente de Guerrero y Michoacán, además de las regiones aledañas de Jalisco”.
Eran en aquel tiempo alrededor de mil hectáreas de zona de mangle, de las que actualmente existe un promedio de 450. La primera actividad económica fue la extracción de sal, lo cual no perjudicó mucho al ecosistema. Sin embargo, comenzó a deteriorarse la zona cuando iniciaron la tala del mangle para utilizar la madera en la construcción de palapas, y abusaron del comercio de mariscos.. Hoy el marisco que se consume en Barra de Navidad es comprado en otras regiones, pues la laguna ya no los abastece.
El lugar fue adquiriendo popularidad, primero en la región, y luego en todo el país, lo que atrajo a visitantes temporales, y con ello aumentó la actividad turística y la consecuente pesca desmedida.
Asegura el investigador Víctor Hugo Galván, que fue hasta 1950 cuando construyeron el primer hotel en la región, sacrificando gran parte de la zona de mangle, lo cual ocasionó consecuencias drásticas.
Recuerda el lugareño Javier Sánchez la catástrofe ocurrida en 1958, cuando a causa de un desequilibrio ecológico, por la excesiva tala de mangle, el ciclón Lili azotó el lugar con rigor. “Aquello fue horrible. Yo tenía 12 años, pero me acuerdo bien cómo el viento pegaba muy fuerte. Son vientos que pegan hasta a 180 millas por hora, que no lo dejan a uno ni caminar…
Al regresar, además de ver todas las palapas tiradas, vimos que destruyó los palmares, los sembradíos y otra parte del manglar”.
Hoy Barra de Navidad continúa siendo un lugar turístico, pero “no se compara con lo que era antes”.

Intereses económicos

Así como en la laguna de Barra de Navidad se ha deteriorado parte del manglar a causa de los intereses económicos, de igual manera en el territorio nacional se han perdido más de la mitad de estas zonas. Hay quienes todavía creen necesaria la construcción de complejos habitacionales y hoteles en estos humedales, que incluso han sido declarados como reserva ecológica, lo que significa que no podrá realizarse la construcción de algún desarrollo turístico.
Es el caso de la propuesta del senador Guillermo Tamborrel Suárez, del Partido Acción Nacional, quien con el apoyo de su bancada y de algunos senadores del Partido Revolucionario Institucional, pretende que sea aprobada la modificación al artículo 60 Ter. de la Ley general del equilibrio ecológico y la protección al ambiente, para permitir desarrollos turísticos en las zonas de manglares, aun cuando eso signifique la destrucción de dichos ecosistemas.
Se presume que dicha iniciativa fue extraoficialmente impulsada por la senadora Eva Contreras Sandoval, también panista y esposa del empresario y miembro del consejo de la Asociación Mexicana de Desarrolladores Turísticos, Fernando González Corona, quien desde hace meses pretende obtener el permiso para la construcción de un desarrollo turístico que consta de 19 edificios en Isla Mujeres, Quintana Roo.
El senador respalda su propuesta con el argumento de que cada manglar que sea destruido, lo repondrán con seis de éstos en alguna otra región. Al respecto opinan algunos grupos ambientalistas que se oponen a la iniciativa, que tal compensación no es suficiente, pues la reforestación de dichas zonas tarda alrededor de 50 años.
El investigador Víctor Hugo Galván dice que “es una zona realmente vulnerable y que necesita de mucho tiempo para su recuperación, pero los beneficios son muchos, por lo que es importante cuidarlos”.
La resolución de la iniciativa se ha prolongado por la controversia surgida al respecto, pero aún sigue en pie la propuesta, por lo que la vida silvestre de las costas y la existencia de los manglares y sus ecosistemas continúa amenazada.

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