Narrar el mal. Una labor impostergable para revertirlo

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Narrar el mal es la acción de comunicar las atrocidades de que es capaz la humanidad. Su efecto no debiera ser inocuo, sino un motivo que nos permita voltear a ver a la humanidad y reconocer la increíble potencialidad para dañar que nos caracteriza como especie. Pero, “el hecho de que no podamos borrar el pasado no significa que no podamos cambiar el futuro”, afirma María Pía Lara en su última obra Narrar el mal, una teoría posmetafísica del juicio reflexionante, la cual será presentada durante la Feria Internacional del Libro.
Al situarnos como espectadores frente a las atrocidades, reconocemos el mal sin necesidad de que medien palabras. Teorizar acerca del mal nos ayuda a tener claridad en las formas de explicar los acontecimientos morales, pero para teorizar se requiere la oportunidad de haber sido impresionados por hechos acontecidos o narrados dentro del espectro de las posibilidades de realizarlos o sufrirlos. Cuando los humanos percibimos la tortura, el genocidio, la imposición o la represión, podemos decirnos “está mal”, y entonces resulta posible reconocernos como sujetos capaces de emitir un juicio moral. La crueldad y el sufrimiento, decía Ana Arendt, son constituyentes de la condición humana, pero también forman parte de la condición humana el horrorizarnos y buscar caminos que nos alejen de las crueldades que hemos visto o vivido y que seríamos capaces de repetir.
El mal lo reconocemos en lo que provoca un daño moral, esto es, en los acontecimientos que anulan a las personas como vivientes o como humanos. No solamente es la muerte física la causa del daño moral: también la tortura, el silencio o la anulación del plano político. Por eso un estado totalitario que tiene su historia oficial, que reprime las diferentes maneras de decir los acontecimientos o que a través de la amenaza y el cumplimiento de éstas actúa en contra de sus ciudadanos, es una manifestación contundente de una forma de organización social promotora de las conductas más despreciadas por la humanidad.
La historia se convierte en corresponsable de la transformación de la conciencia moral y política. Al presentarse como narración de los acontecimientos impulsa el surgimiento de juicios morales. Pero creer que los juicios de la historia oficial constituyen la única alternativa para evaluar el devenir de la humanidad, es un contrasentido ante las múltiples miradas con que podemos reconocernos. La historia se reconstruye continuamente a partir de las formas diversas con que es posible narrar los acontecimientos que nos impactan; por eso dice Lara que las historias que impactan en la esfera pública ayudan a las sociedades a comenzar el proceso de autoexamen. La Segunda Guerra Mundial se ha convertido en el ejemplo paradigmático de la manifestación del mal, pero las miradas unilaterales con que ha sido narrada en poco han contribuido a revertir la posibilidad de que otros acontecimientos con dimensiones similares a las evidenciadas puedan evitarse. Pía Lara describe las guerras de la memoria como las formas unilaterales que impiden la presentación de visiones alternativas de la historia y las acciones que impiden el reconocimiento del mal por parte de quienes han sido desacreditados de una vez y para siempre.
La literatura, el cine y hasta algunas series televisivas han servido como el recurso que ha permitido que la humanidad tenga acceso a diferentes narraciones del mal. En la medida en que los humanos son capaces de reconocer y despreciar esas formas que han atentado de forma contundente contra la humanidad, trayendo como consecuencia un inevitable daño moral, se abre el camino para su erradicación; en la medida que se traspasan las fronteras de la exposición estética y se inserta en la conciencia y demandas de los sujetos, los cuales, a través de una nueva lucha en contra de las formas establecidas, son capaces de impactar sobre las legislaciones y la configuración de las organizaciones sociales. Pía Lara reconoce en los movimientos feministas del siglo XX, cuya consecuencia ha devenido en organizaciones más incluyentes y equitativas, el resultado de una conciencia social que fue transformada paulatinamente a través de las narraciones estampadas en los objetos estéticos, las nuevas formas de narrar la historia y el diálogo que entre los humanos también imprimen descripciones acerca del mal.
Para pensar, narrar y actuar en contra del mal se puede prescindir y hasta eliminar las formas teológicas con que generalmente es ligada esta reflexión. Para describir las atrocidades del holocausto, las infamias en contra de la libertad de expresión, las sanguinarias matanzas entre los narcotraficantes de nuestro país, o las violaciones masivas en contra de los derechos humanos, no hacen falta los dioses. El mal está ahí, en los hombres de carne y hueso que deciden deliberadamente causar un daño moral. Por eso Lara entiende el juicio reflexionante como esta posibilidad de hablar y teorizar acerca del mal recurriendo a la memoria de los acontecimientos o a las obras literarias que nos muestran las crueldades que, como humanos, somos capaces de cometer.
La presentación de la obra de Pía Lara será, sin lugar a dudas, uno de los acontecimientos filosóficos más importantes que ocurran en la FIL. Narrar el mal no solamente es una obra filosófica que ofrece una mirada renovada para la exploración de las categorías éticas; además es una obra que contribuye a interpretar nuestra realidad, en que los crímenes y la represión invaden la esfera pública y la capacidad de admiración ante el mal parece haberse agotado.
La presentación tendrá lugar el lunes 30 de noviembre, a las 17:00 horas, en el salón B del área internacional. Ésta correrá a cargo de la propia autora, quien será acompañada por el doctor Jorge Manzano y la doctora Ana Cecilia Valencia.

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