Mujeres insurrectas

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El mundo, en su compleja revelación telúrica, está ampliamente representado en dos vertientes que conforman intrínsecamente al ser humano: la mental y espiritual. Ambas formas del ser nos han dejado en la memoria nombres de mujeres que signaron a una sociedad —agitada y a la vez con ataduras—, con la fuerza de la inteligencia y el grito de la rebeldía, que darían a las décadas de los sesenta y setenta un esplendor que todavía nos ilumina.
El nombre de Susan Sontag, la novelista y ensayista norteamericana es, para muchos, el ejemplo del intelectual liberal que sin cortapisas logró, desde sus primeros libros, ofrecer una mirada hacia los intelectuales que conformaron el movimiento Enciclopedista; nieta directa de aquellos y de Montaigne, logró con su actitud crítica hacer que la izquierda norteamericana tuviera un nuevo parangón y una actitud lúcida y a la vez un punto de energía libertaria, dentro del conservadurismo vigente en las décadas de los años sesenta y setenta —y que tuvo un enorme poder en la opinión del grueso de la sociedad norteamericana que había fincado su hegemonía no únicamente en Estados Unidos, sino también en su extensión colonialista.—
Se le ha considerado una innovadora, pues sus libros Contra la interpretación y Estilos radicales (1966 y 1969), abrieron caminos que, a decir de algunos intelectuales de todo el mundo, llevaron a la juventud de la época a espacios concretos que marcaron las actitudes mostradas en contra de la guerra de Vietnam y, sobre todo, dieron pie para revalorar el papel del Estado en las decisiones acerca del conflicto.
Si la Sontag logró unir a los jóvenes de aquella maravillosa década, también hizo su parte Janis Joplin, con su grito en su voz, su actitud enteramente de lado contrario a lo que las “buenas costumbres”.
A Sontag se le ha llamado “la incómoda conciencia” y a la Joplin “amiga de los negros”. La primera pronto reconoció las costumbres de la sociedad norteamericana y fue una experta de las actitudes de la gente nacida en los sesenta, y la segunda fue amiga temprana de una “pandilla de intelectuales”: los beatniks. Ambas influyeron en la juventud de su tiempo y coincidieron en su experiencia vital en Los íngeles, donde seguramente bebieron de las aguas más vigorosas. Una invirtió la pócima en la actividad intelectual y la otra en el grito mezclado de razas, para unirse en una sola forma crítica, todavía ejemplar. La actitud de Susan Sontag y Janis Joplin es vigor puro, cuando se alza suena a aullido, a insurrección y a lucidez…

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