Mujer al volante… discriminación constante

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111005. CIUDAD Y REGION. RUTA 603 DEL TRANSPORTE PUBLICO CON SISTEMA DE PREPAGO Y CAMARAS DE VIDEO. CHEMA MARTINEZ.

Tere se levanta a las 4 de la mañana. Su turno de doce horas comienza a las 4:40, aún entre el frío y la oscuridad, y todos los días debe sortear una telaraña de vehículos que se extiende por las calles del centro y avenida Revolución. El recorrido es de dos horas y media hasta la terminal. Esa es la rutina que vive desde hace 19 años, cuando ingresó a trabajar a la ruta 275, una de las más ásperas y extenuantes de la Zona Metropolitana de Guadalajara.

“Llegué por necesidad. Pero esto es algo que me gusta hacer. Voy a cumplir 20 años de camionera. Y como mujer, soy igual de capaz que mis compañeros”, dice la mujer, una de las pocas que trabajan como conductora del transporte público en la ciudad.

A pesar de las agotadoras jornadas, se da tiempo para cosas del hogar, como cocinar, lavar, planchar u ordenar sus cajones y closet.  “No tengo hijos, ni esposo. Soy independiente, pero sí me doy espacios”.

De los quince mil conductores de transporte público de la zona metropolitana de Guadalajara, solo catorce son mujeres. La mitad de ellas tiene entre 36 y 40 años, y el promedio es de once años de antigüedad en su trabajo, según un estudio realizado por María Juana González Tovar, investigadora del Centro de Estudios de Género de la Universidad de Guadalajara.

La especialista afirmó que esas mujeres están expuestas de igual manera a robos y accidentes de tráfico como los varones, pero además son objeto de comentarios discriminatorios por parte de compañeros o usuarios. Reciben un salario igual al de los hombres, el cual puede llegar hasta los ocho mil pesos mensuales.

“La percepción es más alta que en otras labores, como ser meseras, atender una tienda departamental o en el servicio doméstico”, afirma González Tovar.

Incluso, el 80 por ciento de ellas es independiente o se divorció, y como camioneras se hacen cargo de sus hijos y de la manutención como jefas de familia.

“Ellas mencionan que lo difícil fue entrar a trabajar, que las aceptaran los patrones o los sindicatos. Cuando iban a pedir las mandaban a hacer otra cosa o les decían: vete a cuidar a los hijos, o que esto no es para ellas. Hay trabas en las oportunidades, por la concepción del mismo trabajo. La sociedad cree que manejar es una actividad de hombres y que para eso ellos son los diestros”, dice la académica.

Los comentarios misóginos vienen por igual de los usuarios, y en en el mismo tono. Frases como “Váyase a cuidar a las crías”, “No ande aquí de machorrona” o “Las viejas no saben manejar”, son parte de la violencia verbal que sufren estas mujeres arriba de un camión.

“Nos satanizan”
Tere es de la idea que la sociedad sataniza injustamente a los choferes del transporte público. Pero para una mujer la carga discriminatoria es doble, porque al descrédito de la profesión se le suman el machismo. Con ellas hay pasajeros que se ensañan.

“Es muy, muy difícil. Hay mucho machismo, mucha discriminación, mucha gente que nos humilla, nos ofende, nos hace menos. Nos dicen que somos mulas, que somos tontas, pero con palabras más feas. Y a mi me toca ir en una ruta donde se sube mucho estudiante, porque paso por CUCEI, el Politécnico y la Vocacional y otras privadas, y quizá el trabajo que hago se les hace poca cosa, porque ni les merecemos el saludo ni las gracias me dan. Piensan que no somos capaces, pero yo con mi trabajo le he demostrado a muchísima gente que sí lo soy. Me siento segura de lo que hago y orgullosa”.

Lamenta que los medios de comunicación sostienen una campaña de linchamiento contra los choferes.

Ella se solidariza con su gremio: “Para la gente y para la prensa nosotros siempre vamos a tener la culpa, somos malos y jamás he escuchado un halago a quienes trabajamos bien, seamos hombres o mujeres”.

Aunque al principio fue complicado entrar en este ambiente, los compañeros con el paso de los años la han ido arropando: “Con la gracia de Dios he tenido buenos amigos aquí y me tratan al parejo de los demás, soy como cualquier conductor para ellos. Y ya se acostumbraron”.

Sin embargo, cada vez son menos mujeres en este trabajo: “En una sola ruta nos llegamos a juntar hasta diez o doce mujeres. Pero ya no hay. Y en pleno siglo XXI hay gente que no se sube con nosotras porque somos mujeres y piensa que chocamos. Pero no es así, cualquiera de las mujeres que estamos en esto somos capaces de hacer bien todo y aquí voy a seguir en este trabajo, que me encanta. Me siento bien de dar este servicio”.

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