Migración jornalera en Tototlán

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Alrededor del mundo trabajan 215 millones de niños y adolescentes, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Por ese motivo, el organismo especializado de Naciones Unidas ONU, instituyó el 12 de junio como el Día Mundial contra el Trabajo Infantil.
La OIT define el trabajo infantil como “la actividad económica realizada por una persona menor de 15 años, que la priva de su niñez, potencial y dignidad, y que es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico”. Esta situación viola los derechos humanos de los niños, establecidos en la Convención sobre los Derechos del Niño.
En México uno de cada ocho niños entre los cinco y los 17 años, trabaja, es decir, más de tres millones y medio, según el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). De esta cifra, cada año, 300 mil niños mexicanos abandonan su lugar de origen para emigrar con sus familias a otras entidades del país en busca de trabajo agrícola.
Para erradicar el trabajo infantil agrícola, uno de los retos es incluir a los hijos e hijas de jornaleros en las estadísticas, según Unicef, pero “en Jalisco no hay registro total de migrantes jornaleros, sólo de jornaleros apoyados por la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), a través de los 25 a 30 albergues que hay en las 12 regiones. Al estado llegan miles y nosotros no alcanzamos a atender ni un 10 por ciento de la población jornalera”, dice Victorino Pérez, coordinador de región Ciénega, de la Sedesol.
Condiciones laborales
En junio, migrantes jornaleros, en su mayoría de estados del sur de la república mexicana, llegan a trabajar en los campos jaliscienses. Alrededor de 50 jornaleros migrantes, procedentes de Guanajuato, se encuentran en la comunidad Nuevo Refugio, del municipio de Tototlán, Jalisco, para laborar en las tierras del productor Alberto Mendoza Martínez, pero en los tiempos de cosecha, recolección y preparación de productos, el número de jornaleros aumenta hasta 400, incluyendo niños y adolescentes.
En los campos productivos de chile jalapeño y poblano, de don Alberto, laboran Sergio y María Guadalupe, cabeza de una familia de Guanajuato que viene acompañada por sus tres hijos: Adela, de 17 años; Adrián, de 14 y Fernanda, de 9, quienes dejaron sus estudios escolares. Adela y Adrián también colaboran en las actividades del campo para un mayor ingreso económico en la familia.
Su jornada laboral es de lunes a sábado, de siete de la mañana a cinco de la tarde, con una hora para preparar los alimentos y comer. El pago, durante la siembra, es de 200 pesos por día y en la cosecha les pagan por arpilla. Los jornaleros no cuentan con seguridad social.
“El año pasado me tocó que una niña (de 12 años) se alivió solita. Yo ni sabía que estaba embarazada, porque usan ropa muy holgada y hasta que me dijo el cuadrillero: -‘oyes’, se alivió fulana. -¿Cuál fulana? -Pues la que ayer andaba cortando, se alivió en aquella bodeguita. -¿Cómo que se alivió, y su bebé? -Están bien. Y pues ya mande traer un sitio para que se fuera al hospital y la checaran. Salió todo bien”.
En otra ocasión, un niño venía enfermo por falta de higiene y “acudieron los del Seguro Social, pero en vez de apoyarme, me multaron, me demandaron. A mí me culparon por haber tenido estas personas aquí, me hicieron correr a toda esa cuadrilla”, comenta Mendoza Martínez.
“Se oye mal, pero también trabajan niños de siete u ocho años. Los niños ayudan a su mamá… vienen familias hasta con cinco hijos”, comenta el productor. Dice que este año trató de buscar jornaleros que no llevaran bebés y niños, pero la cuadrilla que se encuentra esta temporada viene acompañada por menores de edad.
Los niños migrantes jornaleros que llegan a los campos de la comunidad Nuevo Refugio, no reciben educación, asistencia médica y una dieta adecuada, además de que se encuentran en condiciones insalubres de vivienda, exposición al clima extremoso de la región y a productos agroquímicos.
“Las señoras de Oaxaca y Guerrero cargan todo el día con sus niños colgados atrás y así trabajan. Una que otra señora los deja ahí tirados en el surco”, platica Mendoza Martínez.
Como estas historias, otras más pueden escucharse en municipios de Tamazula de Gordiano, San Gabriel, El Grullo y Cihuatlán, a los cuales arriban niños jornaleros para laborar en campos de zafra hortícola, jitomate, caña de azúcar, entre otros productos.

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