México tras el Congreso Mundial de Sida

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A dos meses de haber concluido la XVII Conferencia Internacional sobre el Sida, la segunda más numerosa en su historia, que se realizó en nuestro país el pasado agosto, y después de haber escuchado a científicos, políticos, activistas, religiosos, mujeres y hombres que viven con el VIH: ¿Qué es lo que nos queda? ¿Qué avances se tienen en la lucha contra la epidemia del siglo? ¿Cuáles compromisos se cumplirán?
Quedó claro que, al no existir la esperanza de un tratamiento eficaz que destruya totalmente a este virus, ni la de una vacuna efectiva al corto plazo, sólo la prevención junto con el tratamiento que se otorguen de manera oportuna, integral y de acceso universal, serán la solución para disminuir las nuevas infecciones por VIH y garantizar una vida de mejor calidad para aquellas personas que ya viven con él.
Uno de los principales compromisos de este congreso referido por el doctor Pedro Cahn, Presidente de la Sociedad Internacional sobre Sida y co-presidente de este congreso, fue cambiar la situación de estigma y discriminación hacia las poblaciones vulnerables a este mal. Para ello es necesario combatir la homofobia y respetar los derechos de todos, en lo cual deben participar la sociedad, las familias, las autoridades y las iglesias. Asimismo instó al gobierno de México a adoptar políticas y programas de reducción del daño para las personas que usan drogas y para mejorar la efectividad de la respuesta global frente al VIH.
El Presidente de México por primera vez se reunió con representantes de trabajadores sexuales e integrantes de la Comunidad lésbica, gay, bisexual, transexual y transgénero (LGBTT), así como con miembros de organizaciones civiles que atienden a personas con VIH/Sida, quienes solicitaron apoyo para bajar el precio de los medicamentos retrovirales. Ante ellos, y además en su discurso inaugural del congreso, dijo que: “En México el Sida es asunto de salud pública y de derechos humanos”. También comentó la eliminación del requisito de planta para los laboratorios farmacéuticos, o sea que México se abrirá a la comercialización de antiretrovirales para lograr precios más competitivos y accesibles.
Tanto en la reunión con el presidente de México como en el mismo Congreso de Sida, varios científicos y líderes comunitarios nacionales de reconocimiento internacional expusieron que en Jalisco, el gobierno conservador permite que se desvirtúe la educación científica en sexualidad.
En el contexto de este congreso hubo otras 19 reuniones temáticas; por ejemplo, la reunión de primeras damas y mujeres líderes de Latinoamérica, la reunión de líderes activistas y la reunión ecuménica sobre VIH/Sida (es decir, de diferentes religiones cristianas), en la que participaron Bertha Ramírez y Beatriz Rebeca Jarero de la Iglesia Mesón de la Misericordia Divina, organismo civil dedicado a la prevención y atención a personas que viven con VIH/Sida y a sus familiares en Guadalajara; se habló sobre las tensiones que prevalecen entre las enseñanzas “morales” de algunos grupos de las principales religiones y la realidad diaria de las personas respecto a los tópicos de homosexualidad y el uso de condones. Por su parte, el argentino Julio Montaner aseguró que falta “voluntad política” para controlar la pandemia global del Sida.
Podemos observar que México es un mosaico de diversas ideologías sociales y políticas estatales que enfrentan el problema del VIH/Sida de muy diversas maneras. En la mayoría de los estados parece que esta cumbre sobre Sida nunca ocurrió o pasó desapercibida, como si se hubiera realizado en un país lejano. De qué servirán las declaraciones del presidente de México, del secretario de salud nacional y de tantos investigadores y luchadores sociales que en ese magno congreso se manifestaron con ponencias científicas y sociales, así como en reuniones satélite, marchas y mítines, cuando en nuestra realidad cotidiana seguimos enfrentando los mismos problemas de estigma y discriminación hacia personas que viven con VIH/Sida, a personas de grupos vulnerables, la falta de medicamentos antiretrovirales, los obstáculos moralistas, religiosos y llenos de prejuicios para realizar campañas de prevención efectivas a población abierta y grupos vulnerables, déficit de psicólogos en las instituciones de salud para la consejería pre, trans y post prueba de detección de VIH, que entre otras barreras, oponen resistencia al cumplimiento del objetivo número seis del milenio: “Detener y comenzar a reducir la propagación del VIH/Sida…”
Al parecer, se requiere de una ley nacional de atención integral a la epidemia del VIH/Sida, que dirija y haga cumplir en el país las promesas y compromisos de la XVII Conferencia Internacional sobre el Sida, ya que mientras en la ciudad de México se tienen grandes avances en muchas áreas de la prevención y tratamiento del Sida —que han dado como resultado una disminución importante de muertes por Sida y probablemente de nuevas infecciones—, en otros estados el problema va en aumento constante y en Jalisco, aún se teme hablar y apoyar acciones decisivas contra este problema. Por ejemplo, en el Distrito Federal, el VIH/Sida es una prioridad y se cuenta con programas de educación en la sexualidad, clínicas públicas de atención integral, aprobación de ley de sociedades de convivencia, despenalización del aborto, colaboración con organizaciones de trabajadores sexuales, distribución de condones en establecimientos, etcétera. En Jalisco son temas tabú que no se incluyen —y menos se discuten— en las agendas políticas estatales ni municipales y que además, cuando hay alguna iniciativa, tiene que pasar por el ojo escrutador, la censura o la “bendición” de las autoridades gubernamentales o no gubernamentales.
En cuanto a la educación científica de la sexualidad y las declaraciones conjuntas de la Secretaría de Salud y de Educación ¿qué ha pasado? Pareciera que el silencio es parte de nuestra idiosincrasia estatal, ¿dónde queda el lema de dicho congreso “Acción universal ¡ya!”?

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