México en crisis estructural

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Felipe Calderón anunció el pasado enero un tercer programa anticrisis, el segundo fue lanzado en octubre pasado, y el primero en marzo de 2008. Sin embargo, este nuevo programa no evitará que las condiciones de vida de la gran mayoría de la población mexicana se sigan deteriorando. La razón estriba en que la crisis económica de nuestro país es estructural, la crisis financiera internacional, tan sólo fue su detonante, no su origen, como quiere hacernos creer la propaganda oficial. La crisis es estructural porque la economía ha sufrido desde la década de los ochentas tres caídas estrepitosas: la de 1982, la de 1995 y la actual, que amenaza con ser más destructiva que las anteriores. En 26 años (de 1982 a 2008) el ritmo de crecimiento del Producto Interno Bruto ha sido reducido, 3.3 por ciento en promedio, ritmo socialmente insuficiente y que contrasta con el 6.7 por ciento que creció la economía en el período de 1960 a 1981. La crisis es estructural puesto que cuando se impuso el nuevo modelo económico desde 1982, se hizo a costa del rompimiento de cadenas productivas que no se han vuelto a reconstruir, adicionalmente la crisis económica acompañó el deterioro de las instituciones fundamentales de la república. En el México actual, y sólo por citar tres ejemplos, las instituciones que procuran la impartición de justicia, la de educación o las de salud, están corroídas por la corrupción, el burocratismo, la ineficiencia y el tráfico de influencias.
Por tanto, la crisis que se desató a finales de 2008 y que apenas comienza no es de carácter coyuntural pues su origen está enraizado en un modelo económico que ha profundizado la desigualdad y la exclusión social, además la recuperación de la economía no será en el corto plazo. Las principales variables económicas durante 2008 tuvieron comportamientos preocupantes: inflación, 6.5 por ciento (la más alta desde el año 2000); desempleo, 4.47 por ciento (en noviembre); PIB, 2.3 por ciento; el tipo de cambio se depreció 31 por ciento de enero a diciembre impresionante déficit comercial, cierre de empresas, caída de las remesas y de los precios del petróleo (50.6 dólares en noviembre, contra 131.6 dólares en julio). Estos indicadores contradicen, de manera severa, el discurso que han manejado los gobiernos emanados tanto del PRI como del PAN de que la economía mexicana es sólida y estable. El aumento de la delincuencia, la pobreza y el desempleo que se vivió en 2008, tan sólo son manifestación de la descomposición social que vive nuestro país.
Por ello, el anuncio de un nuevo plan anticrisis expuesto por Calderón sólo será un paliativo para aminorar sus efectos negativos, pero no revertirá la tendencia de deterioro económico, ni mucho menos nos enfilará en una ruta de crecimiento y prosperidad. Es claro que el modelo económico prevaleciente está agotado y se requiere impulsar otro, pero también es triste reconocer que esto no será posible con los actuales grupos de poder: políticos, empresarios y “líderes sindicales” que estuvieron todos reunidos el pasado 8 de enero en Palacio Nacional convalidando el nuevo plan anticrisis, todos los personajes que estuvieron ahí reunidos son los responsables, en forma directa o indirecta, de la crisis estructural que vive nuestro país.

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