Mélií¨s cuando la ficción manda

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El viaje a la Luna, de George Mélií¨s, fue una de las primeras películas de ciencia-ficción, y en sus pocos más de ocho minutos de duración encierra todas las aportaciones que un disidente hijo de zapatero venido a mago y luego a vendedor de juguetes, dejó para la industria cinematográfica.
Un consejo de astrónomos delibera. Sus largas barbas y sombreros picudos estilo Merlín hacen homenaje a la tradición alquimista que terminó germinando la ciencia actual, del mismo modo que el teatro filmado de Mélií¨s fincó las bases de las sofisticadas producciones actuales. Los astrónomos reciben cada uno un telescopio de manos de unos graciosos pajecillos. Dialogan. Cambian de escenario y seis de ellos suben a una gran bala hueca y son lanzados por un cañón hacia la Luna. La Luna, fascinante satélite.
Alunizan en un paisaje lleno de estalactitas y estalacmitas, con picos en el fondo que dejan todavía suficiente espacio para que aparezcan una cometa, estrellas titilantes y planetas antropomorfos, mientras los astrónomos duermen. Esto lo consigue poniendo un cuadro sobre otro, para dar la impresión de transparencia o haciendo aparecer elementos que no estaban en la primera escena. Este recurso ha construido una imagen clásica del cine: la cara de la Luna, tuerta por la bala hueca de los astrónomos.
Al despertar, los astrónomos encuentran a unos aborígenes que los llevan a la corte de su rey por la fuerza. Pero estos nativos explotan en una nubecilla de humo al golpearlos con el bastón. Así que vencen al rey salen huyendo, perseguidos de cerca por los aborígenes. Para hacerlos desaparecer, Mélií¨s usó otro truco fotográfico: el stop motion, que consiste en detener la cámara, retirar al sujeto, sustituirlo con una bomba de humo y seguir grabando. Al fin llegan a su bala, apresuradamente la arrastran al borde de un risco y se dejan caer hacia la Tierra, para sumergirse en el mar y ser rescatados con toda pompa y honores. Fin.

Cine y efectos especiales
Los ingeniosos trucos fotográficos de George Mélií¨s sentaron las bases y de hecho inventaron la noción entera de “efectos especiales”. Además de la doble exposición y el stop motion, que ya hemos explicado, el francés inventó otra técnica en este rubro: la disolvencia.
Además de estas innovaciones técnicas, sus bríos empresariales hicieron del cinematógrafo una fuente de entretenimiento y ya no sólo una curiosidad tecnológica que pronto habría perdido el encanto y la atención del público, como ocurrió a sus propios trucos visuales, que una vez agotada la novedad y sin desarrollar un lenguaje ni una narrativa más compleja, obtuvieron bostezos y la ausencia del público. Y aunque para los hermanos Lumií¨re en un principio no vieron el filón comercial del asunto, pronto se vieron rebasados en América por la codicia y malas mañas de Thomas Alva Edison.
Edison de hecho le jugó una mala pasada a Mélií¨s, que bien pudo haberlo salvado de la quiebra y su último destino como despachador en una tienda de juguetes. De algún modo sus agentes se hicieron de una copia de El viaje a la Luna y se adelantaron a distribuirla por el país de las barras y las estrellas, llenando más el bolsillo de Edison.

Otras películas
Después de Lumií¨re —luego de Verne—, los ojos de los cineastas han mirado a la Luna otras veces. Una de las películas más emblemáticas (realizada justo al inicio de la carrera espacial) fue Destination moon (1950), del director Irving Pichel. La cinta supo explotar el incipiente interés del público estadunidense, que veía cada vez más cercana la llegada al satélite.
En 1995, Apollo 13 abordó la frustración del gran viaje que nunca llega, plagado de accidentes, que se quedan casi sin combustible y los tripulantes tienen que usar la gravedad de la misma luna para impulsarse y volver.
Tres años después, Tom Hanks produjo From the earth to the moon, una miniserie para televisión que documenta la historia de todas las misiones Apollo que se han proyectado. Premiada en múltiples festivales, es una visión panorámica de los detalles técnicos y científicos de un sueño humano que Jacques Cousteau criticaba ante nuestra inmensa ignorancia de lo que hay en el fondo de nuestros océanos.
Y ahora Duncan Jones estrena Moon, un largometraje de introspección que explora la psique y la soledad de un astronauta que está cerca de terminar su estancia de tres años en la Luna, donde ha trabajado únicamente con su computadora Gerty.
Incluso dramas fabricados para provocar el lagrimeo y el enternecimiento general, como La misma luna —protagonizada por Eugenio Derbez hace dos años— se refugian en un mismo sentimiento común entre los seres humanos: el anhelo de alcanzar un observatorio que nos enfoque a nosotros, tan pequeños bajo la atmósfera.

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