Más emoción menos falsete

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Sincronía: había cinco conciertos a las 11 de la noche el jueves, el viernes y el sábado de la Feria Internacional de la Música, que se extendía así a lo largo de escenarios más grandes hasta los más pequeños por la ciudad.
Si era cuestión de escoger, el primer día la elección iba para el Teatro Estudio Cavaret: Hello Seahorse! era uno de los nombres que más sonaban del reforzado cartel de la segunda edición de la FIM, junto con Juan Perro, Adanowsky, Susana Baca, y Andrea Echeverri, entre otros.
A excepción de la presentación de Babasónicos, ningún concierto del programa fue exclusivo de un solo artista, así que antes del indie rock sintético y armónico de la banda capitalina, y de la apreciada voz potente y aterciopelada de Denise Gutiérrez, quién tomó el escenario fue el chileno Fernando Stern, mejor conocido como Nano Stern: una hora de trova acústica que alcanzó buena recepción por un público esparcido y sentado por el foro a medio fuego, mientras otra parte esperaba en el relativo fresco de la terraza.
Parece que es el destino de Hello Seahorse!, y de su público tapatío: lo mismo pasó hace dos años cuando se presentaron luego de Radaid en el Teatro Diana, y en 2009 cuando vinieron como parte del Indie-o Fest.
Pero cuando se calló la consola donde pinchaba discos Gil Flores al aire libre y empezaron a sonar los acordes de “Para mí”, ya nadie quedó afuera y la pequeña masa de unas 300 personas se fue compactando más y más hacia el escenario conforme se iban desgranando las canciones: una revisión de los tracks más conocidos sobre todo de sus último dos discos, Bestia (2009) y Lejos no tan lejos (2010), aunque se alcanzó a colar una de Hoy a las ocho (2008), y una del que es tan nuevo que todavía no sale a la venta, aunque ya circulan el título y la portada: “Buen viaje”.
La presentación de Hello Seahorse! en la FIM hubiera podido ser un adelanto de Arunima, su disco recién grabado en el desierto de El Paso, Texas, pero no: ni la banda lo tenía contemplado porque se lo estaba guardando para dos días después en el Plaza Condesa de la Ciudad de México, ni el público dejó que ocurriera porque cuando Denise dio la opción entre seguir con el plan o alejarse de él, aplaudieron más fuerte los nostálgicos.
Y siguió la noche con “Velo de novia” en una sonorización sorprendente para el Cavaret, cuya arquitectura de bodega suele ser un dolor de cabeza para los ingenieros de sonido, y muchas veces también para los escuchas. Aunque el mérito se origina en la propia banda, que sonó sin mancha, unida, armónica hasta el delirio y estridente incluso con pequeños momentos de algo que parecía rudo metal, quizás por efecto de la doble batería, con “Bonzz!” (Gabriel G. de León) en un extremo y lo que supongo es un invitado, pues eran cinco sobre el escenario en lugar de los cuatro miembros conocidos, que además incluye a “Joe” (José Borunda) en el bajo, la guitarra y a veces el piano, y a “Oro de Neta” (Fernando Burgos) en los teclados, los sintetizadores y en ocasiones también el piano y el bajo.
La sopresa en el escenario fue “Lo Blondo” –el alias de Gutiérrez–, quien lucía todavía más delgada que en el Vive Latino en marzo, cuando Twitter se inundó del hashtag #helloseahorse hasta convertirse en un trending topic que criticaba su magritud espantado tanto como elogiaba la tocada y se emocionaba con cada detalle: el tatuaje con la palabra “silencio” en su antebrazo, el body surfing sobre la multitud.
Más allá de esos asuntos extra sonoros, “Lo Blondo” sorprendió también porque su voz fue –si cabe– todavía más potente que en conciertos anteriores, pero también más libre en emociones y coloraturas, así como de los falsetes de que había abusado en el Diana, encerrada en un par de octavas seguras, aunque sonaran tan bien en los discos.
Con apenas poco más de una hora de pura complacencia con hits como “Bestia”, “Criminal”, “Oso Polar” o “Me has olvidado”, y un encore fácil de pocos aplausos entre el pretendido final y el pilón, Hello Seahorse! logró sacudir a un público que salió satisfecho y contento pero sin arriesgarse con algo nuevo en plena noche de jueves.

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