Marchas militares y ciudadanas contra la inseguridad

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A lo largo del tiempo, ese poder
se ha constituido en una sociedad
que da forma a códigos con
lenguaje propio y a una cultura bárbara.
En esas sociedades el gobierno
es marginal, poco cuenta, o ya ni eso.
Los narcos ya imponen autoridades
a la luz del día, imponen a los
presidentes municipales,
los jefes de seguridad, los que les importan.
JULIO SCHERER GARCíA

Datos contundentes. En lo que va del año, sólo considerando las cifras oficiales, se han realizado más de 3 mil ejecuciones y 400 secuestros. Frente a tal situación el gobierno ha movilizado a 36 mil militares por diversos rumbos del país y contando con el apoyo de los medios se realizó nuevamente en varias ciudades del país una segunda marcha ciudadana de alrededor de 300 mil personas, la mayoría de las cuales se expresaron en la ciudad de México. La marcha anterior, también masiva y apoyada por los medios, fue en el mes de junio de 2004 cuando Fox ocupaba la presidencia. Éste asumió las demandas que se le presentaron; pero de entonces a la fecha, nada positivo ha sucedido. También en esta temática el país está peor.
Considero que ni la movilización militar ni la de los ciudadanos tendrán éxito, más allá del efecto mediático, porque no es de esa manera como podría enfrentarse y reducirse este problema, a través del cual se expresa de manera contundente la crisis del sistema capitalista y de la democracia liberal. Cuestiones que, por cierto, no son siquiera aludidas ni en el combate militar ni en la acción ciudadana. El ejército combate, y este tipo de ciudadanos se moviliza sin ir al fondo del problema.
La seguridad de la gente, dice la teoría democrático-liberal, fue el propósito fundacional del Estado de Derecho. Ahora, más de 200 años después, queda claro que si alguien pretende sentirse relativamente seguro, tendrá que pagar por ello porque, si alguna vez lo hizo, el Estado neoliberal no asume más tal responsabilidad. Desde esta perspectiva, la movilización militar resguarda la seguridad del Estado, el gobierno y sus instituciones antes que la seguridad de la gente.
El estado de inseguridad y vulnerabilidad creciente que se vive en México ha motivado a mucha gente a realizar diversas acciones ante tal circunstancia. En algunas de estas reacciones sociales se esta haciendo evidente cierta desesperación y hartazgo. En este hacer de la gente se puede observar que la falta de seguridad tiene también una cara clasista.
De esta manera, los ricos y los restos de las clases medias protestan sólo cuando en esta guerra muere uno de sus miembros. Dentro de su lógica cada vez lo hacen mejor y contando con toda la atención de los medios son capaces de decir a los gobernantes: “Si no pueden, renuncien”. Calderón, igual que sus tres antecesores, de inmediato afirmó que asumiría todas sus demandas y los felicita por haberse movilizado y demostrar su vocación cívica.
Queda en el olvido que estos ciudadanos desconfían del Estado, porque generalmente ellos prefieren contratar empresas privadas, nacionales o extranjeras, para negociar con la delincuencia. Por otro lado, no se enfatiza que el tema ya ha sido abordado, que ya otros gobernantes han prometido mejorar la situación y no lo han cumplido. La marcha de junio del 2004 a pesar de su masividad no cumplió sus objetivos. Fox asumió el compromiso pero, como sabemos, no cumplió. ¿Por qué se debe suponer que esta nueva marcha sí podría cumplirlos?; ¿por qué se pretende hacer pensar que Calderón no será igual que Fox en esta materia cuando está siguiendo el mismo esquema militarizante y punitivo?; ¿por qué realizar nuevamente otra marcha masiva y no otro tipo de acciones que abonen más a la autoorganización de la gente?
Por su parte, la gente de abajo, la que es víctima de la violencia cotidiana, producto de la cual mueren varios diariamente, seguramente durante la comida o la cena familiar platican y deciden tomar precauciones; se organizan en sus barrios y cuadras; hacen listas de los teléfonos de los vecinos; quizá forman un comité o simplemente hacen uso de las formas e instancias organizativas a través de las cuales están haciendo frente al gran tema de la sobrevivencia en que los ha colocado este sistema. Si tiene por ahí algún ahorrito quizá adquieran en el mercado negro alguna arma de fuego para defenderse. En casos extremos, hacen justicia por su propia mano; aprenden a sobrevivir en el peligro que son las bandas delictivas y de la policía corrupta, quienes en no pocas ocasiones actúan de manera organizada. Estos seguramente no van a las marchas ciudadanas porque ni tiempo tienen para ello pero, sobre todo, porque no se sienten identificados, porque aquellos nunca han protestado contra la violencia habitual que se vive en los barrios y colonias populares de todo el país.
Para no ir mucho a la historia podemos recordar que, prácticamente desde la presidencia de Carlos Salinas de Gortari, se han formulado planes y acuerdos nacionales para combatir a la delincuencia y abatir los índices de inseguridad. Con Zedillo y con Fox así sucedió y ahora Calderón está haciendo lo propio. Por su parte, quienes desde la sociedad han encontrado en la inseguridad una demanda que les permita incidir en las políticas del gobierno, aprovechan sucesos dramáticos para convocar, de manera coyuntural, a marchas como la realizada el primero de septiembre.
Evidentemente se sigue pensando que la manifestación pública es la forma privilegiada para plantear una demanda social. Así puede ser. Sin embargo, las marchas, la energía social y los recursos que se invierten pueden quedar ahí mismo, en las calles y en las plazas, cuando las propuestas que la representación ciudadana entrega al gobierno siguen teniendo de fondo la reproducción de la forma Estado, cuando ni siquiera insinúan que este Estado neoliberal se ha convertido en parte del problema y que probablemente ya no es parte de la solución.

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