Macondo esta en chino

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La rápida y desproporcionada fama de algunos libros y sus autores, no ha permitido que los lectores logren mirar con tranquilidad el desarrollo natural de algunas literaturas, circunscritas a las regiones de nuestra América Latina. Cuando preguntamos, por ejemplo, si alguien recuerda a un autor argentino, casi todos respondemos, en un orden casi de reacción, en Borges, Cortázar o Sabato. Si preguntamos por los narradores de Perú, a nuestra mente viene el nombre de Vargas Llosa. Si acaso a alguien se le pregunta por la narrativa colombiana, casi nadie titubeará en nombrar a García Márquez y a Cien años de soledad, hasta sin haberla leído alguna vez.
¿Alguien recuerda a Manuel Zapata Olivella, Manuel Mejía Vallejo, Eduardo Caballero Calderón, José Félix Fuenmayor, Camilo Torres, ílvaro Cepeda Samudio, o el nombre de alguno de sus libros, todos autores de la región de Barranquilla, Colombia?
Seguramente nadie en México, si no se acude a los libros de la historia de la literatura. Podríamos recordar, quizás a la primera, el nombre de ílvaro Mutis, por estar ligado al de Gabriel García Márquez en amistad y en consecuencia por vivir en nuestro país desde hace muchos años, pero de allí en más me temo que ningún otro nombre aparece en nuestra memoria relacionado con los albores de esa literatura ahora nublada por un solo nombre.
No siempre fue de ese modo. Antes de 1967 los nombres arriba colocados brillaron en todo su esplendor. Ahora son autores conocidos casi exclusivamente en Sudamérica y, en todo caso, en Colombia. Algunos de ellos pertenecen a la generación de García Márquez, pero en China, por ejemplo, ni una línea de su luz alcanza a llegar. En cambio, desde hace algunos años los editores de la tierra de Mao han buscado que el Premio Nobel colombiano ceda los derechos de su obra cumbre para ser traducida y publicada.
Nadie escatima la noticia surgida hace algunas semanas sobre la traducción y publicación de la novela cumbre de Gabriel García Márquez al mandarín, pues ello es un triunfo de la lengua castellana. La publicación de la novela en China, sin embargo, mantiene un valor mercantilista y, a su vez, una visión del valor estimativo que se tiene en ese país de la trayectoria del colombiano. La evidente influencia en la obra del escritor chino Mo Yan, autor de Sorgo rojo y Los pechos opulentos y los culos gordos (que nunca he leído), lo han definido como uno de los autores en quien recae la mayor influencia garciamarqueana y éste ha declarado en no pocas ocasiones que gracias a la lectura de Cien años de soledad supo que había otras formas de hacer literatura.
Es Mo Yan, en todo caso, el vínculo más claro para que, después de varias negativas de García Márquez, el “realismo mágico” latinoamericano se convirtiera en una superoferta de un millón de dólares de una editorial china, que logró el autor de Barranquilla olvidara sus palabras (había afirmado que China era un país de “piratas”) y su negativa se volviera un Sí, cuando desde hace varios años su postura era distinta y la respuesta era No.
China, en todo caso, es un amplio mercado que volverá los ojos a esta nueva y —dicen— mejor traducción de Cien años de soledad, pues al parecer la anterior fue un desastre y una traición a la original. Se presume, entonces, que ya se tiene una más cercana traducción a una de las más exquisitas entradas de la narrativa moderna en castellano (Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos.).
En definitiva García Márquez ha vuelto a ganar el Nobel. El monto económico representa un equivalente a lo que hace poco obtuvo Vargas Llosa. Tendrá varios millones de nuevos lectores que, me imagino, ahora posan sus rasgados ojos en las páginas del libro. Esperemos que el interés de los chinos corra hacia todas las literaturas regionales de Latinoamérica, porque de otro modo tendrán una visión reduccionista de lo que somos con la sola lectura de Cien años de soledad.

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