Los marcianos llegaron ya

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Tratar de conocer el futuro, es una de las principales obsesiones del ser humano. El pretender adelantarse al tiempo y al espacio para vislumbrar una serie de posibles respuestas a lo desconocido, continúa siendo fundamental.
Dentro de la literatura, específicamente en el género de ciencia ficción, se puede encontrar esta fascinación por lo inédito de manera latente. En la ciencia ficción, los hechos narrados suponen una ruptura de la realidad conocida. En estos sucesos interviene una explicación implícita o explícita de carácter racional.
Una de las obras más representativas del género de ciencia ficción es Crónicas Marcianas (1950), del escritor estadounidense Ray Bradbury. El libro recoge una serie de relatos que abordan la colonización de Marte por parte de la humanidad, esto se debe a que la tierra se encuentra al borde de la destrucción. Resulta interesante observar cómo los colonos llevan consigo sus deseos más íntimos, pero al mismo tiempo, son inundados por miedos ancestrales, estos se traducen en odio a lo diferente, y las enfermedades que aniquilarán a los marcianos.
Ray Bradbury se traslada al futuro para iluminar el presente y explorar la naturaleza humana. Crónicas Marcianas se constituye por deslumbrantes e intensas historias que son un canto contra el racismo, la guerra y la censura.
Algunos de estos relatos son: “El verano del cohete”, “Los hombres de la tierra”, “Aunque siga brillando la luna”, “Encuentro nocturno”, “Un camino a través del aire” y “La elección de los hombres”.
Sobresale el prólogo a cargo de Jorge Luis Borges, quien escribió: ¿Qué ha hecho este hombre de Illinois, me pregunto, al cerrar las páginas de su libro, para que episodios de la conquista de otro planeta me llenen de terror y de soledad?
Bradbury ha recibido el apelativo de “poeta de la ciencia ficción”. Sus obras a menudo producen en el lector una angustia metafísica, desconcertante, dado que reflejan la convicción del autor de que el destino de la humanidad es recorrer espacios infinitos y padecer sufrimientos agobiadores, para concluir vencido, contemplando la eternidad.

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