Los gitanos llegan a Morelia

688

Una nueva generación de cineastas está poniendo en alto el nombre de Rumania: Corneliu Porumboiu (1975) y Cristian Mungiu (1969), son algunos de estos jóvenes cineastas que con sus películas han cruzado fronteras, llamando la atención del público y la crítica de festivales internacionales.
Hace un año Mungiu, ganador de la Palma de Oro, por su película Cuatro meses, tres semanas y dos días (2007), asistió al Festival Internacional de Cine de Morelia, como jurado y propuso que para esta séptima edición se incluyera una muestra de lo más representativo de su país en los últimos años. Por eso en esta ocasión el Festival de Morelia por primera vez tiene como invitado a un país, lo que tampoco quiere decir que se repita en los próximos años, pues, a diferencia de otros festivales de cine, a Morelia no le interesa hacerlo.
La muestra de cine rumano fue curada por el mismo Mungiu y se compone de nueve largometrajes de ficción, tres documentales y 13 cortometrajes. Como parte de la delegación rumana, asistirán al festival los directores Hanno Hí¶fer y Nae Caranfil, además de la actriz Anamaria Marinca, protagonista de Cuatro meses, tres semanas y dos días, quien desempeñó el papel de Otilia, la chica que participa en el aborto de su mejor amiga, que lleva al espectador por una ruta de tensión, en una Rumania a finales de los años ochenta, donde el aborto es ilegal y las calles de Bucarest parecen más frías y desoladas que nunca.

Realismo al desnudo
Entre los filmes que presentarán como parte de esta muestra, destaca 12:08 al este de Bucarest (2006), del director Corneliu Porumboiu, ganadora de la Cámara de Oro en el Festival de Cannes, película sobre la revolución rumana de 1989, situada en la actualidad.
La cinta, más que una sátira política, es una comedia centrada en tres antihéroes y sus vagos recuerdos sobre la revolución. La primera parte presenta a los tres personajes por separado. La cámara los sigue de la cocina al baño y de la oficina al bar, inmersos en su contexto cotidiano. La segunda parte del filme reúne a los tres personajes en un noticiero de la televisión local. El conductor y sus dos invitados desvarían sobre la revolución rumana frente al plano “fijo” de la cámara televisiva del canal, que se mueve al ritmo del pulso del camarógrafo, por falta de tripié.
Otra de las cintas es La muerte del señor Lazarescu (2005), de Cristi Puiu, que se llevó el premio al mejor filme en la categoría de “Una cierta mirada”, del Festival de Cannes de ese mismo año. La película contiene una buena carga de humor negro y está desarrollada como una road movie, en que el pasajero es un hombre enfermo y su móvil una ambulancia. El señor Lazarescu, un viejo huraño y alcohólico, viaja de hospital en hospital, en busca de que uno de éstos lo acepte. El filme muestra la soledad e insensibilidad humana, pero sin caer en el drama o melodrama. Al contrario, con cierto tono ácido, muestra a una sociedad egoísta e indiferente, lejos de la solidaridad y la comunicación con otros seres humanos.
Generación agridulce
Se habla de una nueva generación de cineastas. Sin embargo, no se puede hablar todavía de un movimiento específico, pero sí de un nuevo cine más fresco y realista, con características en común, tanto en los temas como en la forma de contarlos.
Se ha dicho que muchas de estas películas de ficción son casi documentales, por su contenido realista y la sencillez de sus imágenes. Rumania padeció hasta diciembre de 1989, el régimen comunista de Nicolae Ceaucescu, por lo que muchas de las cintas de esa época transmitían los valores educativos que imponía el régimen.
En la actualidad esta nueva generación de cineastas, lejos de hacer una crítica al régimen anterior, trata de entender lo que pasó, como ocurre en 12:08 al este de Bucarest, que lo hace con mucho humor, o en Cuatro meses, tres semanas y dos días, en una forma totalmente realista.
Este es un momento importante para el cine rumano. El hecho de que los pocos filmes que producen, estén acaparando la atención de la crítica internacional y se lleven parte de los premios más importantes de la cinematografía, habla bien de sus directores, guionistas y actores. Sin duda, este es el principio de un nuevo camino para el cine rumano, país que al igual que muchos de Latinoamérica, no cuenta con una industria cinematográfica que lo sustente, lo que no ha impedido que sigan contando historias con imágenes en movimiento. Por eso y por más, ¡bienvenida Rumania a México!

Artículo anteriorRogelio Villarreal
Artículo siguienteCero y van dos