Los cueros al sol

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En la mañana calurosa del sábado 11 de junio cientos de personas llegaron al Parque de la Penal, ubicado arriba de la estación del tren ligero llamada Cristóbal de Oñate, para unirse a la Marcha ciclista al desnudo y exigir en cueros, sin ropa, con la pura piel y montados en bicicleta: ciclovías en la ciudad, respeto al ciclista, el uso de medios alternativos de transporte y demostrar, a través de la desnudez, la sensación de desprotección que sienten pedaleando por la ciudad. Unos tímidos y otros menos escrupulosos, comenzaron a quitarse sus vestimentas. Se quedaron en calzones, las chicas en bikini o en paños menores, otros taparon sus órganos sexuales con redondos cubrebocas.
Iván García no tuvo problema de quedar en ropa interior: “Me dio poca pena quitarme la ropa. Yo vine a apoyar a todos los ciclistas para fomentar una cultura del ciclismo, benéfica para la ciudad, porque disminuyes la contaminación y haces ejercicio”.
Laura Sánchez Mata, con poca ropa comentó: “No, no siento nada de vergí¼enza de quedar sin ropa. Soy pintora, actriz, open mind. Hay que hacerlo si es necesario, para que el gobierno y la ciudadanía en general pongan los ojos en estos temas”.
Los cientos de ciclistas matutinos se pintaron las consignas en la piel. Unos se ayudaban a otros dándose brochazos. Los lienzos en las dermis decían: “Menos carros más bicicletas; Ahora sí me ves; Yo sí soy ecológico, Cuando muevo el trasero, hay menos efecto invernadero; Cuidar un ciclista es cuidar un árbol; Un auto menos; Saca la nalga y cuida la bicla; No más bicis blancas; Respeto; Igualdad; La bici es amor, A mí no me da asquito”.
Carlos Suárez explicó lo que le pintaron en su estómago. “Es una bicicleta rústica. Por el color café parece de madera, y un corazón que quiere decir que yo amo andar en la bicicleta, porque es el mejor medio de transporte personal”.
Felipe Rodríguez buscaba la libertad: “Yo me pinté Be free, es un lema que debe seguir la sociedad, para que se libere del estrés de la ciudad a través de la bicicleta, de la patineta, de los medios de transporte no motorizados”.
Los rayos del sol quemaban las pieles pintadas con letras azules, blancas, rosa, verdes. El megáfono de Miguel (así sin apellidos), fotógrafo y organizador de la primera marcha masiva en Guadalajara, explicó que la convocatoria era un reflejo del movimiento internacional World NaKed Bike Ride, que simultáneamente ese día efectuaban 140 ciudades de 30 países, con el objetivo de manifestarse ante la excesiva dependencia del petróleo y el uso desmesurado de los autos.
Indicó que el recorrido comenzaría en ese punto, el parque La Penal, ubicado en las calles Javier Mina y Agustín Basave. Por dos horas y media recorrerían 14 kilómetros por Javier Mina, la calzada Independencia, Juárez, Vallarta; llegarían a la Minerva, tomarían López Mateos, Hidalgo, hasta concluir en el andador Escorza.
Comentó que el ayuntamiento de Guadalajara prometió apoyarlos con seguridad pública y vial a cambio de permanecer parcialmente cubiertos del cuerpo. El argumento fue que el Reglamento de policía y buen gobierno tipifica como faltas a la moral, los “actos de exhibicionismo obsceno en la vía o lugares públicos”.
Con esta información y unos minutos antes de las 11 de la mañana, el contingente comenzó a pedalear. Eran tantos y tanta piel, que ciudadanos, curiosos, morbosos salían de sus casas, de sus negocios, veían por las ventanillas de sus autos, sacaban la cabeza de sus refugios para verlos. Se quedaban pasmados mirando los cuerpos desnudos. Mientras, los policías y bomberos muy vestidos y uniformados resguardaron el camino de los ciclistas sin atuendo.
José Saúl buscaba que lo vieran: “Los automovilistas siempre tienen pretextos. Dicen que no nos ven. Creo que así desnudos nos verán, para que sean conscientes de lo mal que hacen echándonos los carros encima”.
Cuando el contingente avanzaba por Juárez, cerca de Federalismo, muchos de los ciclistas al ver que no eran reprimidos por las autoridades, se quitaron lo que traían: las bragas, sostenes, cubrebocas y se quedaron con las pintas de colores en la piel.
Los cuerpos brillaban por el sudor provocado por el calor a medio día, que era de 33 grados, aunque al rodar en pleno cemento se sentía a mayor temperatura. Los cuerpos sudorosos y olorosos llegaron a la Minerva cantando: “Pedalear, pedalear por todita la ciudad, tomaremos un carril para no contaminar”.
Los ciclistas invitaron a pedalear a los automovilistas, a los metiches, a los curiosos. Hasta un padre y unos recién casados que salían de un templo ubicado por Hidalgo recibieron invitación de subirse a la bicicleta. La masa humana rodante llegó a la una de la tarde al andador Escorza. Ahí se echaron porras. Se dieron cuenta que los ciudadanos no eran tan mochos, ni pudorosos. Ahora falta que los políticos suban a la bicla, aunque sea con ropa.

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